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Es uno de los principales responsables de una gruesa columna de la cultura en el mundo: la literatura en Español. "Son 500 millones de personas" recuerda, las que se comunican en esa lengua actualmente.
Proteger y fomentar la escritura y la lectura de tal herramienta debe de ser agotador pero lleva el peso con galanura y cercanía. Fuera del atril y el escenario, sin micrófono, transmite una humildad que parece timidez.
A los títulos de poeta, catedrático, crítico, ensayista y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero (Granada, 1958) añade desde hace casi cuatro años una condición dolorosa e irremediable.
Es viudo. El de Almudena Grandes, una de las mayores luces de la novela española en 50 años. De esta madrileña es una de las creaciones que mejor recrea la luz, el mar y los vientos de Cádiz en mucho tiempo, Los aires difíciles.
"La primera vez que me llamaron viuda, me volví, extrañada, no pensaba que hablaran de mí, no me lo podía creer", confesaba este martes Iria Jesús de la Calle, la que fuera esposa de Carlos Díaz Medina, primer alcalde democrático de Cádiz.
El poeta escuchó esa frase sobre el mismo escenario, en ese mismo acto de homenaje anual a gaditanos y gaditanófilos memorables, con la sonrisa herida de los que reconocen un sentimiento propio en los demás.
En ese mismo lugar, en ese mismo momento, el autor recogía el título de hijo adoptivo de una ciudad, una Bahía y una provincia a la que une sus recuerdos de mayor felicidad.
Entre ambos momentos vitales, el universitario y el cervantino, una retahíla de fugas constantes, camufladas de vacaciones, visitas y escapadas a Cádiz y a Rota, a El Puerto y a Jerez.
Siempre con la que fuera su esposa y con la camarilla ilustrada que formasen Joaquín Sabina, Benjamín Prado, Ángel González, Felipe Benítez Reyes, Leiva, José Manuel Caballero Bonald o Javier Ruibal.
Solo médicos y hospitales pudieron levantar para siempre la mesa de una amistad glosada en ensayos como El club de Rota (Francisco Sierra, editorial Renacimiento) o documentales (Sintiéndolo mucho, de Fernando León de Aranoa).
A uno de sus miembros más brillantes y prolíficos, García Montero, le corresponde ahora recibir de forma oficial el testimonio de algo tan íntimo como el amor y la risa, la gratitud por los instantes vividos. Cádiz y el poeta celebran haberse conocido.
¿Cómo reunió la valentía para empezar y terminar su discurso de agradecimiento con un cuplé de chirigota callejera?
Quería dar las gracias. Es verdad que Cádiz para mí tiene que ver con la alegría, con la felicidad. He pasado muchas noches de carnaval con amigos. El otro día, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, que estuvo dedicada a España, hubo un concierto de Javier Ruibal y nos encontramos cuando terminó. Acabé con él cantando cuplés de hace unos años.
¿Quiere decir que ya ejerce de gaditano y acaba cada encuentro con amigos cantando carnaval?
Sí, es una manera de decir que en Cádiz me siento en familia.
¿Cómo compagina la formalidad de un acto de homenaje institucional con los sentimientos personales que le provocan sus recuerdos en Cádiz?
Siento emoción. Me siento afectado personalmente pero al mismo tiempo intento reconocer el significado de las cosas. Para mí Cádiz es una referencia cultural muy importante. Mi formación como poeta tiene mucho que ver con Cádiz.
¿Cómo y cuándo nace ese vínculo?
Dediqué mi tesis doctoral a Rafael Alberti y aquí vine cuando era bastante más joven. Ya desde entonces, en Cádiz tuve mucha amistad con poetas de toda la provincia. Fernando Quiñones, Caballero Bonald, con otros amigos de mi edad, de mi generación. Hernández Palacios, Ripoll, Felipe Benítez Reyes, Ana Rosetti. En este sentido, más literario que personal, quería reconocer también la importancia de Cádiz. Quería agradecer que Cádiz haya sido la ciudad de referencia para América, un punto de ida y vuelta. Eso ha construido nuestro idioma. Esa característica ha convertido el Español en lo que es hoy.
"Las cosas en la vida se van abrazando y los principios tienen que ver con el destino"
Desde aquellos principios junto a Rafael Alberti hasta el Congreso de la Lengua en 2023, o este título de hijo adoptivo cuando acaba 2024, su vínculo ha sido constante...
Las cosas en la vida se van abrazando y los principios tienen que ver con el desarrollo, con el destino. De aquellos años de Alberti surgió una unión con Cádiz. Almudena y yo lo sentíamos como nuestro territorio. Ella, de Madrid. Yo, de Granada. El nosotros era la Bahía de Cádiz.
Esa relación con el entorno, con un lugar más o menos elegido en el mundo, duró muchos años...
Desde principios de los 90 hasta ahora. Entonces empezamos a venir y ya nunca paramos. A pasear por las playas. Hemos visto amanecer y anochecer desde Rota, a veces de forma encadenada. Para mí, Cádiz, tiene complejidad. Es un punto de referencia donde me he formado y donde me siento muy a gusto.