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Hay unas cuantas mujeres que pasean por Cádiz sin saber, o sin demostrar, que son un ejemplo para las más jóvenes. Sucedió sin premeditación pero con alevosía, con naturalidad. Lo único que hicieron fue dar paso a la naturaleza. Si son la mitad más una del mundo, que tengan idéntica representación en todo.
Ya en los años 90, cuando la libertad ya era irreversible en el carnaval de Cádiz y la chirigota callejera arraigaba como fenómeno social y cultural, unas cuantas dieron el paso sin pedir permiso ni perdón. Sólo faltaba.
Se dedicaron a garabatear cuplés y estribillos en ratos libres, a ensayar en la casa de algún miembro del grupo, algún fin de semana. Por verse, por jugar, reír, desahogarse y divertirse, objetivos únicos de la fiesta gaditana en su versión real.

Casi todas tenían otras pasiones culturales simultáneas y compatibles, la interpretación, la literatura, la música, la docencia. Las influencias se cruzaron y ya fueron siempre, afortunadamente, mestizas.
Coqui Sánchez, Carmela Torres, Pili y Paz Padilla, Vega López, en primer término temporal. Enseguida, formadas con algunas de las anteriores, las hermanas López Segovia y Teresa Quintero (desde 1996 con Las pornochachas), más adelante, Ana Magallanes o Susana Ginesta.
35, 30, 25 años después del inicio de su inocente osadía, todas se han convertido en eso tan manido, y riguroso en este caso, llamado "referencias". Unas crecieron viendo a las otras y ahora todas son las anónimas heroínas de la mitad del carnaval callejero (quizás más) formado por mujeres cada invierno.
Probaron con la chirigota de cuatro, la de diez, sólo de mujeres, mezclada, con o sin tablón y puntero, pura experimentación, puro disfrute, puro talento. Con esas armas eliminaron cualquier debate antes de que naciera. Las mujeres salían, participaban, cantaban y ya está. Nada que hablar. Sucedió.
"Éramos unas tipas con un gran sentido de la libertad y la locura. Fue clave el sitio de donde veníamos: una compañía de teatro. Éramos frikis, acostumbradas a ir un poco a contracorriente, a ser raras, a exponernos al público, a hacer el ridículo. No teníamos -ni tenemos- vergüenza", recuerda Ana López Segovia.
"No nos costó trabajo porque antes nos habíamos subido a muchos escenarios. Mucha gente cree que nosotras fuimos del carnaval al teatro, y fue al contrario. Teníamos una compañía universitaria desde hacía años ¡Caramba, Teatro! y nos habíamos dado cuenta de la enorme teatralidad del carnaval callejero".

"Para nosotras fue como hacer una obra en la calle. Éramos unas locas y no fue difícil. Con los años, la gente se ha encargado de recordarnos que animamos a muchas mujeres a salir".
"Pues mira, si ha servido para eso, reconozco que es un honor inmenso haber sido pionera. Pero no éramos conscientes", resumía la actriz y dramaturga, ganadora de un Premio Max de Teatro, ya después de ser pregonera con sus compañeras, con un enorme reconocimiento ya ganado.
Mientras esa realidad se imponía un carnaval tras otro en la calle, hasta la conquista final en la segunda década del siglo XXI, dentro del Falla, en el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC), esa fusión de géneros y generaciones transcurría mucho más lenta, parsimoniosa, con más obstáculos.
Con la perspectiva del tiempo, Vega López, que empezó a salir en los últimos años 80 y acabaría dirigiendo Teatros de Cádiz, aportaba un detalle esencial respecto a la distancia entre calle y concurso.

«En la calle hay menos normas y compromisos que en el Concurso y en otras actividades laborales, deportivas o culturales. Para la calle se ensaya poco y entre amigos. Quizás sea esa parte de la diferencia".
"A las mujeres les penaliza todo lo relacionado con horarios, agenda, por los niños, la familia. Y la calle era más fácil, exige menos tiempo, menos disciplina que el Concurso. Quizás pueda ser una parte de la explicación», afirma la chirigotera.
Hace más de 40 años que consta una chirigota femenina, Las molondritas, pero se la tomaba como una excentricidad. Ya en los 80 irrumpió con éxito el coro mixto de otra gran pionera, Adela del Moral, fallecida hace un año, primera ganadora del Antifaz de Oro.
De aquella etapa quedó la tradicional presencia de varios coros formados a medias por cada sexo ya cada año. Antes y en la actualidad, las orquestas de los coros, eso sí, era prácticamente igualitarias.
Los infrecuentes instrumentos (bandurria y laúd) siempre impidieron remilgos machistas a la hora de buscar intérpretes.
Más allá de esa excepción corista, entre 1990 y 2020, cuando la voz femenina se volvía atronadora en la calle, aún era una rareza en el teatro, en el certamen. La presencia de una comparsa femenina en una final, la de 2022, marcó una línea sin vuelta atrás.

We can do portaba un mensaje feminista claro y directo que marcaba una progresión difícil de contener. Tres años después, sus efectos quedan claros.
Esa evolución comenzó a verse también en las labores alrededor del escenario. Si la mujer era mayoría en el alumnado de cualquier facultad, parecía evidente que acabaría por romper las barreras para ampliar presencia en el funcionariado, los trabajos técnicos o en los medios de comunicación.
Con el cambio de siglo, más allá de la tradicional presencia femenina entre los artesanos de vestuario, maquillaje y peluquería, con la memorable Pepi Mayo al frente, la mano de obra de mujer empezó a crecer y nunca como en 2025 se ha vuelto tan poderosa, a los dos lados del telón.
Hasta el punto de borrar etiquetas como "agrupación mixta", que ya no se usa como síntoma del definitivo triunfo de la igualdad.
"Cada vez vemos más mujeres en comparsas, en chirigota, en coros además de la orquesta, pero ya nadie los llama mixtos", celebra Lidia Macías, una de las 17 mujeres que canta en esta edición con el coro Los malhablaos, de Paco Martínez Mora.

Las comparsas de Jesús Bienvenido, Las ratas, o la llegada de Puertollano, L@s artistas, son dos ejemplos entre varios, cada vez más. Sara Bueno, una de las integrantes del grupo manchego asegura que su experiencia como mujer en el Concurso es "gratificante".
"Se nota muchísimo el golpe de la mujer en el Carnaval, sobre todo en Andalucía, donde esta fiesta y sus concursos se viven más a lo grande, tienen más repercusión".
"La mujer ha sido reconocida y hemos tenido la suerte de vivirlo en primera persona. En el Concurso de Jaén, por ejemplo, también se nota mucho cómo la mujer ha ganado su sitio en las agrupaciones, en los escenarios".
Fuera de Andalucía, lamenta Sara Bueno, esa participación femenina en "murgas o chirigotas aún es mínima. En Castilla-La Mancha aún somos poquitas en el carnaval, a pesar de que nuestro grupo, por ejemplo, fue creado por mujeres".
A pesar de las críticas, "que las tomamos como comentarios constructivos para crecer", no hay posible vuelta atrás: "En otras zonas, fuera de Andalucía, aún es chocante la presencia de mujeres en el carnaval pero va creciendo. Tenemos que estar preparados mentalmente, con tesón, para avanzar poco a poco".
Alrededor del escenario, ese avance de la mano de mujer en el Concurso Oficial de Cádiz también es cada vez más notable, igualmente irreversible. La organización municipal con participación consultiva de autores e intérpretes, cuenta cada vez con mayor peso de la mitad de la población antes relegada.
Las dos últimas concejalas de Fiestas son la prueba. Lola Cazalilla y Beatriz Gandullo han puesto nombre de mujer a las responsables de la organización. Desde 2019, sin interrupción, la poblada pirámide carnavalesca de Cádiz tiene a una mujer en lo más alto.
En todos los estamentos hay reflejos del avance. Ana Rodríguez es la primera tramoyista en 30 años. Se declara emocionada más allá de su papel pionero: "Es que soy muy aficionada. Es distinto verlo en casa a estar aquí, donde todo está muy medido, organizado, compartimentado, es un trabajo muy cuidado".
Su papel de primera mujer entre los encargados de montar y desmontar el escenario, a toda velocidad, una docena de veces cada noche, no tiene repercusión: "Soy una más desde el primer momento, me siento muy arropada por todos mis compañeros"
Otra de las figuras de la organización con nombre de mujer es la de "asesora de agrupaciones". Isabel Ardila es una de las encargadas y detalla sus funciones con aprecio por los participantes.
"Consiste en recibir a las agrupaciones, estar pendiente de lo que necesiten, acompañarlas a camerinos, asesorarlas para la entrega de las letras, la recogida de agua... El trabajo es acompañarles en todo momento".
Uno de los apartados más observados del COAC es el jurado oficial. Desde este 2025, aparente inicio de la etapa de igualdad real, el grupo encargado de puntuar a los participantes debe ser absolutamente paritario. Idéntico número de mujeres y hombres, tanto en el de adultos como en el de cantera.
Anabel Balboa es la presidenta en el caso de la máxima categoría. Es la tercera mujer en la historia del certamen (tras Victoria Smith y Ana Barceló) en asumir esa responsabilidad pero es la primera que lo hace en la nueva etapa de jurados igualitarios.
Antes de iniciar su labor en el certamen, lamentó en público que aún haya reticencias a la presencia de la mujer al frente del jurado: "Para mucha gente, una mujer no debería ser presidenta".
Sin embargo, ante el innegable avance femenino en el certamen, no se dejaba intimidar: "No soy más que nadie, estoy para desempeñar una labor con la máxima honestidad".
Pero si la mujer tiene un rostro, dentro del Concurso Oficial, para miles de aficionados es el de Mirian Peralta. Desde 2008 realiza labores informativas dentro del Gran Teatro Falla, en cada edición, y desde 2012 es la voz más familiar para los espectadores como copresentadora de las retransmisiones de la tele municipal.
Este año, la periodista suma otro paso a la evolución de la mujer puertas adentro del coliseo gaditano. Tras la jubilación del célebre Eduardo Bablé, presentador de sala, Peralta ha tomado el relevo y ahora lo compagina con el micrófono televisivo.
Admite que la igualdad de géneros "es uno de los factores" que buscaba la organización, "darle más voz a la mujer. Me honra que hayan pensado en mí para ese papel y poder romper ese pequeño techo de cristal".

Preguntada por el crecimiento de la mano de obra femenina, celebra que se produzca en todas las áreas relacionadas con el certamen gaditano: "En la prensa cada vez más compañeras. Pero también hay más, conductoras, técnicas o funcionarias. Ayuda a conquistar la igualdad de género".
La presencia es evidencia, más que tendencia. Falta el último paso, el triunfo definitivo: dejar de percibir y comentar esta evolución por natural y racional. Que ni merezca preguntas, respuestas, conversaciones o textos.
"En los últimos años, me han preguntado en no pocas entrevistas acerca del machismo en Carnaval. Estoy un poco cansada: me gustaría hablar de teatro, de mi chirigota, de cómo escribo, de qué nos gusta hacer… No tengo ganas de seguir explicando, 28 años después, que soy una mujer", resume Ana López Segovia.
Hágase extensible ese mensaje a todas las mujeres en todos los apartados del carnaval de Cádiz, dentro y fuera del COAC, en la calle y en el teatro, las que trabajan y las que participan.