Hay marcas que son todo el producto. Ya se sabe, como el pan de molde, la cinta adhesiva y los pañuelos de papel. Definen al resto del sector, lo apellidan. Con la música grabada en el carnaval de Cádiz sucede lo mismo y la denominación es un mote inconfundible: El Melli.
Sin espóiler, es una evidencia, viene de "mellizo". Vicente Cabrera lo es de José León (por Carranza, su padrino) y viceversa. También lo era su padre, un hombre fundamental en el Cádiz de los años 50 a los 70 en el Cádiz del pasado siglo junto a otros nombres que citan, como Vicente del Moral.
"Cuando nos bautizaron, nuestro padre hizo una cigüeña de cartón en una pequeña carroza para pasearnos por todo el barrio de La Viña. Aquí, donde está la tienda, montó muchos años un gran árbol de Navidad que la gente venía a ver. Toda nuestra infancia está en la plaza Pinto".
"A nuestro padre no se le valoró lo suficiente, quizás porque no le gustaba hablar de sí mismo ni de sus méritos", dice uno de sus hijos, en presencia del otro, dentro del quiosco de la calle Libertad (esa que es plaza) en el vientre del Cádiz antiguo.
Juntos, los hermanos Cabrera, levantaron un templo, ahora de madera y diez metros cuadrados, pegados a los churros de La Guapa, otro monumento sin piedra para varias generaciones de gaditanos y visitantes.
Primero, la sede estuvo en un lateral del Mercado Central de Abastos, con sus inolvidables lonas de plástico azul y sus pilas de discos que recorrer con los dedos. Luego la churrería y El Melli, con sus destinos unidos, se trasladaron a su actual ubicación, a 50 metros, tras la rehabilitación del entorno.
Fundada en 1981, Discos El Melli acaba de cumplir 45 años y probablemente llegará a medio siglo. Será en 2031, pero Vicente y José León ya no estarán al frente, que toca descansar. "Ya tenemos ganas, los años no perdonan".
Su sobrino Blas Palo Cabrera, encargado del creciente apartado on line y esencial apoyo actual, será el relevo generacional o tocará traspasar por jubilación una firma que es leyenda en Andalucía. Agrupó durante décadas toda la música que se grababa en el pródigo folklore gaditano, el carnaval.
Durante más de tres décadas, cada copla y cada cuplé, popurrí, tango, parodia o pasodoble de comparsa, coro, chirigota o cuarteto acababa en sus cajas y cajones para búsqueda y compra de aficionados o curiosos.
Primero fue en casette o vinilo. Luego en CD. Finalmente, llegó internet y mandó parar. "Eso funcionó hasta 2010 o cosa así, luego ya todo se vino abajo. La música se la han cargado. Ya no se vende", detalla Vicente.
"Todo el mundo consigue lo que quiera en plataformas, Spotify, YouTube, los archivos del Concurso del Falla que suben a las redes, todo eso. Grabar y comprar carnaval ya se acabó. El negocio de la música no se puede mantener y si la tienda sobrevive es por la venta de recuerdos, por el souvenir".
Mientras detalla la evolución del mercado, admite que la clientela fundamental en los últimos años ya no está formada por adictos al compás coplero ni cazadores de estribillos. "Los que vienen ahora son los turistas y los cruceristas. Tengo para hacer un libro de anécdotas con ellos".
Cargado de recuerdos y vivencias, de diálogos con vecinos y clientes llegados de más lejos, está a la espera de ofertas para dar forma a la biografía "o a la película, ya tengo títulos y todo: Los que volvían loco al Levante o Alguien voló sobre la Bahía de Cádiz", ríe Vicente.
La supersónica evolución del mercado de la música, con el carnaval dentro como subgénero, ha provocado una transformación absoluta. Vicente recuerda su etapa de productor durante más de 25 años, con los mejores grupos de la historia del carnaval gaditano.
"Hasta 2020 duró, luego dejamos de grabar a las chirigotas, las comparsas, los coros y los cuartetos. Ya casi ningún grupo graba o se autoproduce un número de copias muy corto", detalla Vicente.
"Lo primero que notamos, hace años, es que grabábamos a los 20 grupos mejor clasificados en el Concurso del Falla y sólo la mitad vendían bien los discos. Al poco tiempo eran tres o cuatro los que vendían. El resto, nada".
Como detalle esclarecedor, recuerda que el último éxito de chirigotas, la de los Villegas, en este año 2024 ni siquiera hizo discos, compactos o de vinilo, renunció: "Si ni el primer premio de este año grabó su repertorio, qué puede hacer el resto. Total, dejaría de vender unos 200 CD, eso es lo más que se vende ahora".
De aquellos tiempos en los que un disco de un grupo de carnaval era un producto rentable, codiciado, de seguimiento masivo queda un archivo que pronto será tesoro de coleccionistas.
Aún puede curiosearse una buena parte en la tienda de El Melli. Todavía hay mucho material de diversas épocas, libretos a dos euros, recuerdos de todo tipo y repertorios enteros de Selu García Cossío o Juan Carlos Aragón. Eso sí, hay prisa. Dentro de poco serán reliquias.
"Aún tenemos muchas referencias, miles, pero cada vez es más difícil reeditar. Ya no trae cuenta. Hay una empresa de Barcelona que lo hace, pero lo normal es que las agrupaciones se vayan descatalogando. Cuando se venda el stock que tenemos ahora, lo que queda, ya no se harán más".
Los discos, compactos o no, se convertirán entonces en piezas de las que presumir, con las que comerciar, ya entre particulares. Pasarán a ser recuerdos de una época de Cádiz y el carnaval en la que El Melli, como tienda de discos, es un símbolo imborrable.
Todo se guardará, dentro de unos años, en casas, cajas y cajones de personas sin nombre conocido. Mientras pasan ese lustro, una década, El Melli sigue en pie, en mitad de la calle Libertad, en la esquina de los churros, como guardián de la memoria, sonora y de la otra, de miles de gaditanos entre 29 y 99 años.
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