Hubo un tiempo en el que la llegada de la primavera a Cádiz la marcaban el olor a incienso y la manga corta. Pero hace década que la señal es otra: un helado. Incluso este invierno de 2025, el más lluvioso que se recuerda en varios lustros, tiene un topolino como marca final.
Este jueves 13, con paraguas y en los claros que dejaba la conga de chaparrones, Los Italianos decretó la inminente llegada de lo mejor con su topolinadapopular, el regalo de este tipo de helado para anunciar que reabre el Salón Italiano, como cada año, en la calle Ancha de Cádiz, desde marzo hasta octubre.
Fueron 985 los repartidos desde las 18 horas hasta que "agotemos existencias", decretaba un heladero vigilante, en la frontera entre la cafetería y la calle. La cola, como siempre, fue robusta y se retroalimentaba.
Dos chicas italianas, cómo no, de Erasmus, y tres chavales de Cádiz con sus madres muertas de risa esperaban turno mientras ya se zampaban un topolino. Elemental: eran reincidentes, estaban repitiendo.
Una receta con 85 años de historia
El topolino es una receta que se asocia con este local desde que lo inaugurasen los padres del fallecido hostelero Gianni Campo en 1940. El cucurucho de galleta está coronado por una bola de stracciatella cuberta de chocolate. Sencillo e irresistible.
La idea de asociar esta campaña comercial a la estación climatológica, versión micromundo gadita, es paradójicamente extranjera, mestiza, como casi todo en la ciudad.
La italogaditana es una comunidad oculta formada por los miles de herederos de los que llegaron en los siglos XVII y XVIII al olor del dinero de América. Sus descendientes han legado tres grandes valores culturales a la ciudad: un amplio surtido de apellidos sonoros, las babetas y Los Italianos.
El heladero italogaditano que heredó y mantuvo el negocio durante seis décadas –Juan Francisco de nombre oficial– fue el responsable de crear ese ritual promocional y sus herederos lo mantienen ahora bien sano. Tercera generación.
En Cádiz, en su casco antiguo, esta costumbre divide el año en dos temporadas: con Los Italianos abierto y con Los Italianos cerrado. Por cierto, aunque todos lo llamen así, el nombre formal es Salón Italiano.
La tradicional heladería de la calle Ancha reabrió este jueves 13 de marzo, y, una parte de la ciudad celebra, discretamente, su particular año nuevo, el gobernado por el sol y el buen tiempo, durante ocho meses, aunque ahora no lo parezca por culpa de las borrascas Jana y Konrad.
La liturgia cumple 85 años. «Siempre hemos sido un negocio de temporada, desde que mis padres abrieron, en 1940, hemos cerrado en noviembre, diciembre, enero y febrero. Hubo un tiempo en que abríamos en Carnaval, pero luego dejamos de hacerlo», recordaba Gianni hace mucho, en 2010.
"La gente me dice cosas preciosas"
«La gente me dice cosas preciosas cuando me ve preparando la reapertura, me dice que yo traigo el buen tiempo», contaba el recordado hostelero. Ahora se las cuentan a su hijo, Arturo, y a los veteranos trabajadores de la casa, ataviados a la manera clásica.
Para que todo se conserve igual hay que trabajar a fondo, constantemente, cada invierno, a puerta cerrada, la cocina se desmonta, se lleva al salón clausurado y se limpia hasta la última tuerca.
Hace cinco años, el local vivió una refoma integral que ha renovado su clásico y blanco aspecto. Los helados nunca cambian, son artesanos, "no dejamos que nadie más meta la mano», dicen con orgullo.
Las recetas y los sabores no han cambiado en 85 años, con la única diferencia de los sistemas que ahora dicta la ley, como la pasteurización. El resto, intacto, como el calendario.
La terraza anuncia ya que la playa es cuestión de días, y la Semana Santa, de semanas. Queda inaugurada la mejor parte del año. Sorpresa: el es doble de grande que la otra.
Ya es primavera en la calle Ancha. Durará ocho meses, hasta octubre. Así está escrito desde el 5 de marzo de 1940, fecha de inauguración que aparece en la primera licencia de apertura colgada en la pared.
Desde entonces, hasta ahora, hasta 2025, a los 85 inviernos que han pasado en la ciudad nunca se les dijo adiós. Se les gritó «ciao».