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Misterio de la cocina de Cádiz: ¿los mejores churros en un viejo bar que sólo abre tres horas?

El local, con 80 años de vida, sólo despacha ese desayuno, decenas de kilos al día para hoteles, centros de mayores, colegios y centros públicos antes de que una fiel clientela lo busque ya de forma particular

Antonio, heredero de la tradición, propietario y cocinero en la barra de su bar en Cádiz.
Antonio, heredero de la tradición, propietario y cocinero en la barra de su bar en Cádiz. REYNA
03 de abril de 2025 a las 07:27h

A la gastronomía de Cádiz, a la de cualquier lugar, le quedan pocos misterios. Si a la fiebre desmandada del desayuno en la calle se suman el furor digital y la efervescencia turística, queda poco margen para la sorpresa.

Como en toda trama de intriga que se precie, la respuesta al último enigma está camuflada de normalidad. Ahí mismo, ante los ojos de todos, en el paso de cualquier paseo diario, en pleno centro urbano, en un bar aparentemente normal.

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Antonio García Gómez, tras la barra y ante la cocina del bar que atiende en solitario.  REYNA

Es una barra de siempre, sin cambios durante décadas, lacada y larga, sin apenas mesas entre azulejos de otro tiempo y penumbra eterna. Allí, los actuales ancianos y los abuelos desaparecidos tapearon ufanos durante décadas. Luego, sus hijos, los boomers de ahora, les dieron el relevo.

Los vigentes cincuentones y sexagenarios, entre bolas de ensaladilla y cañas de cerveza, veían jugar a la gloriosa selección española de baloncesto y a la, entonces gafada, de fútbol allá por los años 80. Entonces ambos equipos vestían unas calzonas de inexplicable cortedad.

Con el avance del nuevo siglo, el local perdió su condición de barra multiusos con horario amplio para almuerzos, meriendas, cenas y aperitivos. Poco a poco menguó su oferta y se especializó en una modalidad concreta de desayunos: los churros.

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Ración de churros, producto principal, casi exclusivo, del Bar Rosario.  REYNA

Sin página web o menciones en guías ni visitas de influencers, su prestigio ha crecido entre una comunidad discreta, como mucho agrupada en un grupo de Facebook (la edad media manda también en el ciberespacio) que lo considera como el sitio que ofrece a diario "los mejores churros de Cádiz". Tiene varios cientos de inscritos ese perfil digital.

Habrá que preguntar a La Guapa, el mítico despacho de la calle Libertad, junto al Mercado Central, si tal afirmación llena de indignación a sus fieles y les convierte en la bestia. Por ahora, el sabroso e inocente debate queda abierto.

El Bar Rosario, en la esquina de las muy populosas calles San Francisco (peatonal) y Beato Diego de Cádiz, abrió en los años 40. "El nombre es un homenaje a mi abuela paterna que se llamaba así", detalla su propietario y único trabajador, hacedor y dispensador de las delicias de masa frita.

Antonio García Gómez afirma con orgullo de pertenencia que el padre de su padre llegó de Prado del Rey con la fórmula secreta. "Son casi ocho generaciones en la familia haciendo churros y son los mejores", dice el último representante de una saga de especialistas.

Un horario muy particular

El local añade otra particuliaridad a su funcionamiento actual: sólo abre al público unas tres horas al día, de lunes a viernes. Antonio acude a diario antes del amanecer, a las seis como muy tarde, para preparar "entre 25 y 30 kilos de churros" que no salen a la venta al público.

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El bar conserva entre sus reliquias publicidad, pizarras o una máquina de tabaco de los 80.  REYNA

Dada su fama, esa parte de la producción se despacha por encargo previo a centros de mayores, colegios, edificios públicos y hoteles del entorno, el casco antiguo. Desde la residencia de ancianos de la plaza de San Antonio hasta hospedajes como Las Cortes o Argantonio están entre su larga lista de clientes.

Hasta que salen todos esos churros, entre las 8.30 y las 9 de la mañana cada jornada laborable, el Bar Rosario está cerrado al público. Una vez acaba esa fase, el local recibe a un reguero de clientes que ya pueden consumir in situ.

Son hombres, mayores y en solitario. Es el perfil más común de los que degustan la delicia secreta en un platillo -blanco y vintage, faltaría- con un café o una infusión. Todo es placer esquemático, sobriedad pura. Sin el menor adorno ni alarde.

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Fachada del Bar Rosario, en el populoso cruce entre las calles San Francisco y Beato Diego.  REYNA

En este segundo tramo, hasta que el bar cierra a las 12 de la mañana de forma inflexible, también acuden vecinos del casco antiguo a llevarse papelones de churros a sus casas. En esta segunda mitad de la faena diaria salen a la venta otros tantos kilos, alrededor de 25, como en la anterior.

A partir del mediodía comienza la tarea de limpieza profunda y preparación para el día siguiente, hasta las dos de la tarde. La jornada de trabajo, por tanto, es de ocho horas por más que sólo haya tres de cara al público.

Una vez desvelado el misterio, invisible siquiera desde la calle, sin carteles, publicidad ni difusión convencional o digital, con luminosos propios de las primeras temporadas de Cuéntame, queda encontrar la respuesta final: ¿Realmente son los mejores churros de Cádiz?

Cada cual tendrá que realizar la cata y llegar a la conclusión final para poder ejercer su voto personal. En ese momento, habrá llegado a la resolución del misterio.

Sobre el autor

Afot

José Landi

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