El devenir del Carnaval de Cádiz ha tomado este año otros cauces que entrañan dos grandes faltas: la imposibilidad de la celebración de su concurso y el disfrute libertino y crítico de la calle. Un contexto marcado por la pandemia que ha obligado a los carnavaleros y las carnavaleras a repensar otro carnaval y a tirar de la espontaneidad que lo caracteriza. José Marchena Domínguez, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz y autor-componente de coros durante 23 años, invita a imaginar, “si no un carnaval diferente, al menos una fiesta menos contextuada, más libre, menos apasionada y más desenfadada”.
Marchena cuenta con un extenso recorrido carnavalesco tanto en el plano artístico como de la academia, pues además de investigador del Carnaval, ha sido conferenciante de la fiesta gaditana en ciudades como Washington, Barranquilla o Hamburgo. Destacan así los años como autor y componente en el Coro de los Niños, y su incursión como autor de comparsa en 2015. Logró llegar a la final del COAC en 18 ocasiones, de las cuales ganó cinco primeros premios, cuatro 2º, cuatro 3º y cinco 4º, como componente y autor de letras.
Sobre la modalidad plantea la paradoja de que, posiblemente, los coros estén en la etapa donde “canten mejor, estén mejor afinados y mejor respaldados por efectos, instrumentos y recursos de todo tipo”. Sin embargo, es manifiesto que resulta la que "menos interesa al público y menos pasiones suscita". En esta entrevista, Pepe, como se le conoce en los círculos cercanos, cavila acerca de la cosmovisión del "febrero gaditano", en un año donde la carcajada y la comunión popular se hace más necesaria que nunca.
¿Cómo vive un carnavalero este mes sin carnaval?
Pues bastante triste. Vivir el carnaval sin carnaval va a dejar el cuerpo un poquito raro. Perder el aroma de la calle, las distancias cortas, la espontaneidad que puede saltar en cualquier momento. Una lástima, pero bueno, nos apretamos. Todo sea por la salud de todos. Marearemos la perdiz leyendo las muy buenas propuestas que van a salir estos días sobre carnaval, seguir la radiodifusión y la prensa y poder hablar, aunque sea on-line, con los amigos y frikis, que esos no fallan.
El anquilosamiento o la involución es el peor enemigo de toda fiesta y nuestro febrero no es una excepción
¿Desde cuándo no pasaba?
La última vez que se suspendió fue a golpe de decreto, al inicio de la Guerra Civil en 1937. Luego, en la posguerra, a finales de los cuarenta se hacían reuniones de antiguos comparsistas con otros más jóvenes y cantaban coplas de antes de la guerra en bares, principalmente por el barrio de la Viña –"El 606”, “El Pasiego”, “El Fornos”–. Luego, a finales de esa década las autoridades locales consiguieron encajar con el régimen de la dictadura unas fiestas descafeinadas de empaque y perfil carnavalesco pero sin serlas. Lo más positivo de ello es que se pudo así propiciar el relevo de los comparsistas de antes de la guerra con los de la posguerra. Pero fue un largo túnel que medio se solventó hasta que, por fin, en 1977 regresaron con todas sus consecuencias.
La situación obliga, de alguna manera, a imaginar otros carnavales, pero ¿puede existir un carnaval diferente al que conocemos?
Yo he tenido, y sigo teniendo, un concepto muy abierto del carnaval. Es obvio que durante muchos años he sido arte y parte del carnaval y su folklor –bueno, como los toreros lo sigo siendo, no me corto la coleta–, pero no por ello dejo de reconocer que el carnaval, en su conformación y en su fundamento debe ser libre. Sí, es cierto que en Cádiz llevamos casi un siglo de un modelo muy definido, pero que evoluciona. El anquilosamiento o la involución es el peor enemigo de toda fiesta y nuestro febrero no es una excepción. Sucede como los buenos guisos. Una vez cocido, hay que dejarlo a su amor que coja su propio punto. Pues eso que es como debe ser. Quizás este paro biológico o coyuntural sirva para que todos podamos imaginar, si no un carnaval diferente, al menos una fiesta menos contextuada, más libre, menos apasionada y más desenfadada. Desde los autores, los componentes hasta el público. Sería un buen tónico para desintoxicar la fiesta.
En este sentido, la hemeroteca parece la gran salvadora
Desde luego. Los propios medios se están encargando de reverdecer viejos momentos de mayor o menor antigüedad que pueden terminar por alimentarnos, un poco artificialmente, pero otorgándonos de nostalgia en el buen sentido. Recrearnos con sensaciones de otros años, igual que nos recreamos viendo fotos antiguas o evocando vivencias de grato recuerdo. No sé si es la salvación, pero es de efecto balsámico.
El Carnaval en la calle, el auténtico y real Carnaval, estará llamado a seguir siendo la auténtica estrella de febrero, el Dios Momo de Cádiz. Nadie manda ni dice lo que hay que hacer solo él, bueno solo ella, la calle
¿Cómo crees que repercutirá este ‘no carnaval’ en el plano social de la ciudad? Pues se le está arrebatando su altavoz de crítica popular
Bueno, lo del “altavoz de crítica popular” hay que cogerlo con pinzas. Indudablemente las coplas son un foro de crítica del pueblo, pero otro asunto es su trayectoria e intensidad. La mediatización de un concurso, sus intríngulis y sus intereses, lo ha domesticado todo mucho y en una gran parte se hace crítica con la boca chica. Hay cierto encogimiento de plumas, y esto viene siendo una tendencia general desde hace tiempo. José Fernández, celebrado comparsista y ahora doctorando de la Universidad de Cádiz que, en estos momentos culmina su tesis sobre la censura en la Historia del Carnaval, identifica un sistema de censores, de criterios y de actuaciones. ¿En la actualidad no existe censura? Yo diría que sí. Encubierta, donde los autores, sin saberlo y de manera subliminal, pueden ser sus propios censores. ¿Criterios? Ser políticamente correctos para no exponerse mucho con las bendiciones del concurso. ¿Y las actuaciones? Cerrando letras y temas que puedan meter en complicaciones al grupo y a sus aspiraciones. Muy pocos se salvaron de esta premisa. Una de las excepciones más claras en la historia reciente la podemos encontrar en el autor Pedro Romero Varo, valiente como pocos.
Carnaval de la calle como elemento irremplazable. ¿Puede esta coyuntura dar lugar a la clandestinidad? Si es que no se está practicando ya…
En este asunto, me vas a permitir que me ponga un poco serio y nada carnavalesco. Estamos viviendo un grave problema de salud, donde nos estamos jugando la vida y el futuro de todos. Todo lo que no sean opciones digitales y minoritarias en su protagonismo y aforo, no han de tener lugar. Nos puede dar pena, pero más penoso es lo que nos está sucediendo desde el pasado marzo. Sin embargo, el Carnaval en la calle, el auténtico y real Carnaval, estará llamado a seguir siendo la auténtica estrella de febrero, el Dios Momo de Cádiz. Nadie manda ni dice lo que hay que hacer solo él, bueno solo ella, la calle.
¿Cómo ve un antiguo corista la modalidad?
Bueno, realmente es una pregunta incómoda, pero como me duele y por alusiones, la responderé con la mayor sinceridad. Probablemente estemos viviendo la etapa donde los coros canten mejor, estén mejor afinados y mejor respaldados por efectos, instrumentos y recursos de todo tipo. ¿Significa eso que, por lo tanto, los coros están en todo lo alto del favor y seguimiento del aficionado? Paradójicamente, la respuesta es todo lo contrario. Los coros se encuentran hoy por hoy como la modalidad que menos interesa al público, que menos pasiones suscitan –ahora la reina es la comparsa, sin duda–. El diagnóstico y la razón de esto no es sencilla. Podríamos quedarnos con una respuesta básica y no muy complicada: la gente ya no sigue a los coros porque prefiere otras propuestas. Pero esto no sería toda la verdad.
A mi modesto parecer hay tres razones de ese bajón en la modalidad –de aficionados coristas, no de coros que hay más que nunca–: estructural, técnica y artística. La primera, el daño que supuso dispersar el carrusel de la plaza por razones de comodidad y seguridad. De esta manera se pasó de un único carrusel, a varios carruseles por toda la ciudad, tan cómodos como laxos, donde se perdió la intensidad, el agolpamiento, la lucha por llegar al coro deseado. Aquellos que argumentaron el “peligro” de tanta gente acumulada en tres calles y media podrían, seguramente, sugerirles por ejemplo al Ayuntamiento de Pamplona que los encierros discurrieran por todas sus calles, al objeto que el público y los mozos pudieran disfrutar de los toros con más comodidad y menos peligro.
El ego es un elemento más de la configuración de nuestra fiesta. Quizás sería bueno preguntarle a los que detentan esa actitud aunque, probablemente, no te ibas a encontrar a nadie que lo reconociera
¿Cambiarían esa opción por la incómoda y peligrosa trayectoria de Santo Domingo, Mercaderes y Estafeta? Sin duda no. Pues yo tampoco lo hubiera hecho y hubiera mantenido el carrusel por Correos, el tramo de los churros Arco de Garaicoechea y tramo de Libertad. Las razones técnicas, el preciosismo de voces, música y afinación es sinónimo de excelencia en el resultado, pero no garantiza entusiasmo o pasión. Pongo el ejemplo de una orquesta sinfónica. Ejecución perfecta, pero no es frecuente que nos entusiasme. Hay subyacente en nuestro folklor un componente popular que no siempre compensa a la ejecución, y que nos lleva a la tercera, la artística. Seguramente en los coros falte algo de eso, esa propuesta en el repertorio –coplas y letras–, más que en la ejecución, que pueda llegar a enganchar al aficionado como lo hacía en décadas anteriores.
¿De qué manera va a afectar el parón a los egos carnavaleros y a ese ‘ombliguismo’ tan particular de estas fiestas?
Jajaja... El ego es un elemento más de la configuración de nuestra fiesta. Quizás sería bueno preguntarle a los que detentan esa actitud aunque, probablemente, no te ibas a encontrar a nadie que lo reconociera. Que yo recuerde, en toda mi vida carnavalesca he encontrado a una sola persona que lo ha reconocido y además, con todo el arte. Se trata de Emilio Gutiérrez “El Libi”, que nunca se le han caído los anillos en decir que él salía en Carnaval “para tener protagonismo”. Probablemente el porcentaje sea mucho más alto que una sola individualidad. Supongo que lo llevarán mal, pero es cuestión de dar paso al tiempo, que siempre, la vanidad es un traje que se cuelga en la percha de nuestras circunstancias y siempre está a mano para usarlo.
El Museo del Carnaval
Un tema de gran controversia que, quizás, más que el problema del tiempo que hace o debía haber existido, a tenor de una celebración de las dimensiones de nuestro febrero, es que, no se le ve final al asunto. Y por otro lado, la falta de claridad de criterios a las que no ha escapado ninguno de los tres proyectos municipales, entendiéndolos en sus cabezas visibles –Carlos Díaz, Teófila Martínez y José María González–. Tres gestores de tres propuestas políticas que no lo lograron. Esperemos que este último sí lo culmine aunque, a pesar de estar cristalizándose en un edificio concreto –que no es poco–, aún no se sabe muy bien qué es lo que se quiere apostar en él: criterios museísticos, programación, criterios archivísticos y patrimoniales, planificación de adquisiciones de fondos, coordinación con especia listas y entidades culturales y de investigación, rúbrica de la antigua fundación gestores del museo hasta ahora, etc. Ojalá tenga que rectificar la respuesta de esta pregunta en breve.
Desde hace ya algunos años, la fórmula del Patronato venía dando muestras de fatiga y de enviciamiento
¿Qué opinión te merece la disolución del Patronato del Carnaval por una entidad puramente municipal?
Desde hace ya algunos años, la fórmula del Patronato venía dando muestras de fatiga y de enviciamiento. Recuerdo en 1984 se creó la Fundación Gaditana del Carnaval, como fórmula mejorada de aquella comisión ciudadana de fiestas al principio de los ayuntamientos democráticos, done regían los políticos y técnicos –representantes y gestores de la ciudadanía–, y los colectivos carnavalescos la integraban a título orientativo y de propuestas. En este paréntesis surgieron voces que cada vez se hicieron más altas sobre la conveniencia que “la gente del carnaval podían organizarlo todo”, inclusive el concurso. La presión gradual desembocó en la creación del patronato en 2002 donde los colectivos de la fiesta tendrían voz y voto. El problema surgió por dos motivos, la capacidad ilimitada de gestión –ya no eran propuestas sino decisiones–, y la representación.
Este último aspecto hizo que algunos colectivos perfectamente identificados quedaran representados: artesanos, antifaces, coristas..., pero también surgieron entidades, supuestamente representando intereses musicales, culturales o artesanales, cuya razón y sentido no quedaba tan claro. Se dio la circunstancia que en su mesa decidieron cuestiones que afectaban intereses de los propios integrantes del Patronato, en especial el COAC, lo que fue ganando una imagen poco higiénica de esta entidad. Además, las contradicciones internas y la falta de consenso en un mundo donde es difícil separar el bien común con el propio, acabó por dar al traste y desembocar en un más que conveniente recambio por otra fórmula institucional donde los políticos, auténticos representantes del pueblo, volvieran a gestionar las decisiones en torno a la fiesta, y los colectivos asesoraran y orientaran. Esperemos a ver como se reorienta todo esto.
En el ámbito académico se están desarrollando diversos estudios alrededor del Carnaval de Cádiz
Afortunadamente y desde hace un buen puñado de años, los estudios sobre el carnaval van viento en popa. La Universidad de Cádiz está tutelando varios frentes en esta dirección, bien desde la dirección de trabajos de investigación –TFG, TFM y Tesis Doctorales–, a lo que se suma la reciente creación de la Cátedra del Carnaval de Cádiz, bajo la dirección de Alberto Ramos Santana, aún con pocos recursos y escaso margen de maniobra, pero haciendo proyectos diversos –congresos, talleres–, que auguran un prometedor futuro. También desde el ámbito docente se está trabajando para sacar adelante un curso de experto sobre Carnaval, que sería la antesala de un futuro Máster. Los temas en los que graduandos y doctorados hacen sus trabajos sobre nuestro febrero son muy interesantes: Censura, la mujer en el Carnaval, análisis variados sobre las letras, la represión del carnaval, etc.
Con todo, ¿será posible la celebración del XXII Congreso del Carnaval?
Bueno, precisamente en la línea de la anterior pregunta, está el congreso del Carnaval que, por imperativos sanitarios, hemos vuelto a posponerlo para los días 26, 27 y 28 de mayo. Universidad de Cádiz y Ayuntamiento son sus promotores, la colaboración del Aula de Cultura del Carnaval y cuenta con un soberbio grupo que se está encargando de todos los aspectos logísticos y científicos: Estrella Fernández, Javier Osuna, Santi Moreno, Álvaro Pérez, Felipe Barbosa, Alberto Ramos y el que suscribe. La temática se centra en las relaciones del Carnaval de Cádiz con Europa y América y, pensamos, va a dar mucho juego, en especial en este año en el que febrero ha quedado tan huérfano.
¿Resulta osado pensar en el Carnaval de 2022?
Decir que tendremos Carnaval para 2022 podría ser más un deseo, o un brindis al sol, según se tercie. Lo cierto es que los tiempos que vivimos deben enseñarnos a no hacer grandes proyectos para un medio-largo plazo y vivir más al día. Por otro lado eso nos puede permitir saborear mejor lo que tenemos delante y no mirar mucho más allá. ¿Habrá Carnaval para entonces? Lo iremos viendo.
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