La ciudad de Cádiz tiene mucho de italiana. Hasta uno de cada cuatro gaditanos puede tener uno de sus apellidos de ese país, directo o derivado. Pocas zonas en España -en el mundo sí las hay, con Argentina al frente- tienen tanto ancestro con esa procedencia.
La inmigración -inicialmente efímera, de paso- desde el potente puerto de Génova hasta Cádiz es la primera explicación. La gaditana era la gran puerta del Sur de Europa y el Norte de África hacia -o desde- la promesa de América durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Daniela Alisetta (Turín, Italia, 1981) confiesa que no conocía ese vínculo con detalle aunque ya le han hablado "de la cantidad de apellidos italianos que hay, muchos de los que vienen a los talleres nos dicen que ellos tienen uno o un familiar".

Sea por esa conexión poética e histórica, sea por azar e instinto, la indefinible unión entre italianos y Cádiz perdura hasta 2025. "Mi hermano y yo estábamos haciendo un viaje por la costa de Málaga y Cádiz, en furgoneta. Era 2022. Improvisábamos. No teníamos calendario fijo, si nos gustaba un pueblo nos quedábamos más días. Sin planes".
En ese recorrido, de playa en playa, llegaron a Cádiz. "Yo conocía la ciudad porque estudié en Sevilla y vine algún día suelto en carnaval pero poco más", admite junto a su fratello y cómplice, Andrea Alisetta (Turín, Italia, 1983).
Durante el viaje fraternal de aire hippie, la impresión que les causó Cádiz fue diferente, le produjo una certeza inefable: "Al llegar notamos algo especial. Nos miramos y sin hablar nos dijimos con la mente que éste era el lugar", sonríen al recordar.
Como tantos humanos, en muchos rincones del mundo, la pandemia les obligó a parar y les animó a reflexionar. "En Turín estábamos muy bien, con trabajo y una buena situación, es una ciudad con un nivel de vida estupendo pero nos faltaba algo, queríamos cambiar".
Esa transformación pasaba por buscar un lugar en el que desarrollar sus pasiones. En el caso de Daniela son los idiomas. Maneja con pericia profesional hasta seis, incluyendo el materno y el adoptivo. Ha conocido varias decenas de países.

Su profesión está asociada a su afán por descubrir, experimentar culturas cercanas o distintas. La cara se le ilumina al hablar de un paisaje, un autor o un postre, tanto si es gaditano como partenopeo.
Una vez doctorada, cum laude, en Filología por la Universidad Hispalense y en Lenguas por la Universitá di Torino, antes de llegar a Cádiz trabajó durante seis años para uno de los mayores clubes de fútbol del mundo, la Juventus de Turín, la Vecchia Signora.
Su prestigio como profesora de Italiano para extranjeros le valió ser fichada por los bianconeri, para auxiliar con el idioma, o idiomas, a los jugadores no italoparlantes -la mayoría-, a sus familias y entornos directos.
Con una sonrisa, evita concretar nombres, parientes, mansiones y guardaespaldas porque la confidencialidad, algo parecido al secreto profesional, le obliga. Ni quiere ni puede dar detalles. Cualquiera que repase las plantillas del equipo turinés desde 2018 puede conocer los nombres de algunos de sus alumnos famosos.

"Fue también a sus hijos, a familiares, sí, muchas veces, siempre en sus casas", dice con algo de prevención ante el morbo que despiertan estas estrellas internacionales. Puede ser profesora de Italiano para españoles o viceversa, también hacerlo con el Francés y el Árabe "clásico".
Su capacidad profesional y su prestigio hacen que varios jugadores mantengan el vínculo con Daniela: "Aún trabajo con algunos que se han venido a España, a LaLiga. Cuentan conmigo, también sus parejas o sus hijos, cada semana, para mejorar con el Español". También prefiere reservarse los nombres.
Andrea, aún mantiene actividad profesional en Turín como agente inmobiliario. El menor de los Alisetta encontró en Cádiz un lugar donde vivir su pasión, el surf, muchos días del año. "Es increíble tener la playa a 15 minutos a pie desde mi casa".
También la música, especialmente la guitarra, le llena la vida y el tiempo libre en su nuevo lugar en el mundo. "En Italia estábamos muy bien pero ese ritmo de tanto y tanto trabajo, del cansancio cada día al terminar ¿para qué? ¿cuándo vives?".
Precisamente la vita, la divulgación de la dolce vita que convirtiera en concepto universal Federico Fellini con su película cumbre se ha convertido en una de sus actividades principales en Cádiz.

Casi por casualidad, al llegar a la ciudad hace tres años, Daniela observó que algunos de sus alumnos de Italiano, o de otras lenguas, mostraban un gran interés por la cultura italiana, en general, más allá de aprender o perfeccionar el idioma.
Su afán profesional siempre fue hacer unas clases diferentes, "no me gustan algunos métodos de la enseñanza de idiomas tradicionales, la repetición fonética, la explicación gramatical, una y otra vez, creo que funcionan mejor otras técnicas".
De las clases de idiomas a los talleres de 'tutto'
Algunas clases acababan en charlas sobre detalles o historia de Italia, charlas sobre Turín, Milán, Florencia, Génova, Roma o Nápoles si los alumnos pensaban viajar, o ya conocían estas ciudades. También sobre monumentos, canciones, Vespa, Ferrari, escritores, cine o su celebérrima gastronomía. Todo cabía. Tutto.
Los Alisetta detectaron que los gaditanos, o los estudiantes extranjeros que conocen en Cádiz, también sucumben a la fascinación por una de las culturas más ricas y diversas del mundo, muy querida en casi todas partes, en casi todas las épocas.
Otra casualidad les llevó, hace apenas medio año, a ofrecer un taller sobre la cultura italiana en una asociación de vecinos de Extramuros. La cita fue un éxito y les propusieron más.
Llegaron otros encuentros similares que ya se llenaron por el efecto boca-oreja. Nunca queda sitio libre. La Escuela de Idiomas de Cádiz, para alumnos de Italiano en este caso, fue la última escala, esta semana.
"La gente viene a darnos abrazos y besos cuando acaban los talleres. Esa calidez es la que nos hizo quedarnos. Eso no sucede en todas partes"
"La gente viene a darnos abrazos y besos cuando acaban los talleres. Nos agradecen, nos divertimos y se divierten. Esa calidez es la que nos hizo quedarnos en Cádiz. Eso no sucede en todas partes".
Los talleres son disertación, conversación e interacción sobre muchos aspectos de Italia, "decimos medio en broma que los talleres son de italianidad". Enseguida se fueron sumando, "como complemento, como fiesta", momentos gastronómicos.
"Yo no soy cocinero ni profesor, ni profesional de nada de eso, sólo trato de mostrar cómo cocina una persona italiana, normal, en su casa, los ingredientes que usa. Cómo hace pizza o pasta en su casa. No hablamos de hacer la mejor cocina pero sí una real, de verdad", advierte Andrea.

Esos contenidos gastronómicos van combinados con historia, con cultura. Por ejemplo, uno de los talleres temáticos que ofrecen es la "merenda reale", la explicación y degustación de unos postres típicos de la región del Piamonte y su capital, Turín, creados cuando la ciudad fue la primera sede monárquica.
Esa combinación de elementos procedentes de un país con tanto que contar les ha convertido en un pequeño fenómeno vecinal, local. Ahora les ofrecen impartir talleres en varias ciudades de Andalucía o para distintos colectivos de Cádiz.
"Pero queremos ir despacio. Estos talleres son pasión, no negocio. Queremos disfrutarlos. Ya tenemos nuestros trabajos y los talleres son un rato de disfrute, de placer, para nosotros y para los que acuden".
Piano, piano. Por ahora, como anuncia su nombre en Instagram, @cadizladolcevita, se trata de fundir lo mejor de dos mundos, de dos culturas con más vínculos de los que resultan visibles.