Los vecinos de extramuros lamentan que en los últimos años hayan cerrado los negocios de la zona y señalan a los proyectos no realizados como responsables.
Pasear por las calles del barrio de extramuros, colindante a Bahía Blanca, es percibir que algo no está bien en el lugar. Pintadas, vallas de obras, carteles de ‘se alquila’, edificios en ruinas, barajas echadas y cerradas con candado, oscuridad... Rondar en el mes de agosto buscando un lugar donde tomar un café es más complicado si cabe. Es cierto que muchos bares abren a horas más tardías de lo habitual, pero en la calle Brunete, por ejemplo, es, cuanto menos, toda una odisea sentarse a tomar algo a los ocho de la tarde. Abiertos una tienda de calzados, una de ropa infantil, un bazar, un supermercado de los denominados exprés y poco más.
Hay varios motivos que explican el deterioro de la llegada del ocaso a este barrio, según explican los propios vecinos y comerciantes de la zona. Por una lado, está el elevado coste de los alquileres de los locales, que se suma a todos los gastos que tiene un negocio. “La Gloria pagaba cerca de 3.000 euros por el local, eso es una auténtica barbaridad hoy día”, comenta Maribel Amado, presidenta de la Asociación de Vecinos Puente Bahía, quien hace una radiografía muy trágica de la situación del barrio. No solo cerró La Gloria, célebre empresa gaditana, sino también bares, tiendas de congelados, una tienda de ropa, de prensa, zapaterías y demás establecimientos que abrieron y ya están buscando nuevos dueños.
Para llegar a esta espiral negativa ha contribuido también la edad de los vecinos. “Aquí somos cada vez más viejos y eso se nota en la vida del barrio”, comenta Amado, resaltado la necesidad de “fomentar el alquiler de viviendas para jóvenes”.
Finalmente, otro de los motivos está en los macroproyectos que se quedaron en el olvido: la Ciudad de la Justicia y el pabellón Portillo. “Vamos para diez años que tiraron el Portillo, diez años que se cargaron el barrio”, resalta la dependienta de una zapatería que aún permanece abierta, “esto estaba lleno de gente y de chavales jugando continuamente”. “No solo es que no venga la gente, sino que había muchos incentivos deportivos para los jóvenes, que ahora están fumando porros en la plaza”, lamenta con cierta dureza otro de los vecinos, quien añade que “había muchos funcionarios que desayunaban en la zona, pero como han quitado oficinas de aquí, ha bajado todo el ambiente”.
El Portillo fue un proyecto anunciado a bombo y platillo por la administración Martínez, pero que no llegó nunca a hacerse realidad. Quedándose un solar vallado, “cerrando, sin luz, quitándole atractivo al barrio”, según la presidenta vecinal que veía en la Ciudad de la Justicia, otra oportunidad “para hacer renacer esta parte de Cádiz”. En cuanto a los bares, según la presidenta, hay algunos que cerraron, otros que abren solo por la mañana, incluso los que han cogido el mes de vacaciones “porque no les merece la pena mantener abierto el negocio ahora en agosto”.
Como posibles soluciones, desde la entidad vecinal ven con buenos ojos que el Ayuntamiento “incentive de alguna forma a los jóvenes emprendedores para abrir negocios”, aunque también entienden que los propietarios de los locales deben de poner de sus parte “bajando los precios”. “Conozco a muchos y sé que son gente que nos les hace falta ese dinero para vivir”, critica Amado. Estas acciones deberían ir acompañadas, como apuntan desde la asociación, con un “estudio de mercado”, para ver “las necesidades de la zona”. Una de esas necesidades y que solicitan los vecinos es un centro médico “que podría instalarse en la Casa Cuna”, así dar cobertura a una población mayor “que casi no sale de sus casas y el médico les pilla lejos”.
Entre otras quejas, los vecinos lamentan la falta de iluminación que tienen las calles Brunete o la zona de Bahía Blanca. “Es una pena que no halla luz en las farolas y que en invierno sea todo oscuridad”, comenta la dependienta de una tienda de golosinas, que coincide con otro de los comerciantes que comenta con ironía que “entre la oscuridad, las suciedad y las ruinas, parece que ha vuelto a pasar lo de la explosión”.
La suciedad y el manteniendo también está en el debe consistorial, según los vecinos, que enseñan en la misma calle el estado en el que se encuentran las aceras. “Hace unos días una mujer se cayó en un boquete que hay en la calle”, comenta una vecina señalado una tapadera que cubre la citada oquedad, mientras denuncia el estado de suciedad de los adoquines.
El vandalismo parecer haberse adueñado también de la zona, con las ya mencionadas pintadas, pero también con pequeños hurtos que se han ido sucediendo, según los vecinos, “y contenedores que echaron a arder este invierno”. La presidenta de la asociación también lamenta que “la ratas hayan vuelto a campar a sus anchas por las escombreras del Portillo”.
La parada del autobús es otro de los motivos de queja, ya que “fue algo provisional pero se ha quedado igual y es un peligro por las mañanas cuando entran o salen los niños del colegio”. La asociación reconoce que con el nuevo gobierno –Por Cádiz sí se puede y Ganar Cádiz- están “de uñas”, lo mismo que “todas las asociaciones vecinales” y reconoce que la comunicación no es muy fluida. No obstante, la presidenta espera que más pronto que tarde “se pongan las pilas y nos devuelvan el policía de barrio asignado y se cuide más la zona”.
Sobre el mantenimiento de los Jardines de Varela también ha puesto el dedo en la llaga la entidad, ya que han denunciado el estado en el que se haya la caseta de mantenimiento, siendo “un auténtico peligro para los niños”.
Un barrio que creció a pasos agigantados y se repuso de la tragedia que supuso la explosión de 1947, pero que en los últimos años ha sufrido una decadencia que no se corresponde con el nivel de vida de sus moradores. Un barrio, como lamenta Maribel Amado, “que se está apagando poco a poco” y que tiene en la consecución de los grandes proyectos anunciados una esperanza a la que agarrarse.
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