“Después de la pandemia, a partir del verano de 2022, se abrió la veda. Las terrazas ocupan lo que quieren, están sin control. Algunas duplican y triplican el espacio que tienen, a lo ancho y a lo largo. Se abrió la veda”.
“Para colmo, han abierto el primer bar de copas, con horario más amplio. Y vendrán más. No podemos dejar que esto acabe como Conil, como Muñoz Arenillas o como Tarifa. Hay que plantarse y pedir equilibrio, respeto. Nadie piensa en la gente que madruga para trabajar, en la que vive aquí, alguna muy mayor”.
El diálogo podría oírse en un millar de barrios y pueblos de España. De la costera, sobre todo. En cualquier rincón de Andalucía. El antiguo dilema es hacer convivir turismo y vecindad, los días de ocio de unos con los laborables de otros. La situación es conocida y general pero al margen del bienio 2020-2021 de pausa y mención obligatoria, las tensión y las cifras no dejan de crecer.
El conflicto entre los que viven y los que llegan, entre los que están y los que pasan, entre los que tratan de disfrutar y los que tienen que descansar es creciente, con distintos niveles de gravedad, en varios puntos de la provincia, de Andalucía y de zonas turísticas de Baleares, Comunidad Valenciana, Cataluña y Canarias.
Ahora reaparece en el corazón turístico, carnavalesco y costumbrista de Cádiz, uno de los barrios más empobrecidos y envejecidos de una de las ciudades más envejecidas y empobrecidas de España.
Los que lanzan el mensaje de alerta y petición de ayuda son tres vecinos. Son dirigentes de las pequeñas comunidades de tres fincas en la calle La Palma y dos de las adyacentes. Es el kilómetro cero y viñero de este conflicto de intereses.
Hartos y documentados
Dicen ser Carmen, Manuel y Antonio aunque no son sus nombres reales. Incluso prefieren citarse cerca del hospital Puerta del Mar, a varios kilómetros para "evitar miradas". Llegan con carpetas, con documentación pública sobre extensiones de terrazas para dejar claro que se han preparado bien las quejas: “Según la ley, estos croquis deberían estar expuestos en los locales pero casi ninguno lo pone”.
Prefieren reservar incluso la dirección exacta de sus viviendas, “porque aquí nos conocemos todos, incluso muchos de los que trabajan en la hostelería viven en un piso justo encima del local y no queremos líos con los negocios”, argumenta la vecina.
"No vamos contra los hosteleros. Sabemos dónde vivimos. Tenemos asumido que es zona de turismo pero no puede ser que para unos buscarse la vida se la puedan amargar a otros"
“No vamos contra ellos. Sabemos dónde vivimos. Tenemos asumido que es zona de bares, comida y turismo, que mucha gente trabaja gracias a esto pero hay que recuperar un equilibrio. No puede ser que para unos buscarse la vida se la puedan amargar a otros”.
Porque la realidad, para ellos, la suya, es que “en la calle (Virgen de) La Palma no se cabe, no se puede pasar. Nadie se ha parado a pensar en el día en el que necesitemos una ambulancia, bomberos. No me explico que aún no haya pasado en tantos años de mogollón, que no haya necesitado cruzar con prisa un vehículo de emergencias”, advierte Manuel.
“Pero algún día pasará y entonces vendrán los lamentos. Por no hablar de las personas con andadores y sillas de ruedas, tienen que dar un rodeo casi cada día de verano, de fin de semana, en Navidad, en Semana Santa”, añade Antonio.
"Vamos a votar si se presentan quejas por vía judicial y creo que tendríamos las de ganar pero es el último recurso, antes está el diálogo, cumplir ordenanza, entendernos"
Ellos, sus familias, los vecinos a los que representan, dicen sufrir las consecuencias directas del éxito turístico de Cádiz. Las calles más amplias de La Viña, con La Palma y Corralón de los Carros como máximos ejemplos, hace años que son un reclamo de primer nivel.
Es el barrio typical en una ciudad machaconamente “de moda”, dentro una comunidad autónoma que acaba de batir su récord absoluto de visitantes (15,2 millones en la primera mitad de 2023). La vía más hostelera y señera de La Viña, La Palma, sufre como ninguna otra el golpe del turismo gigante, hipertrofiado, el que no deja de crecer en números, beneficios, repercusiones e inconvenientes.
“En algún momento habrá que parar y creemos que es ahora. Pedimos al Ayuntamiento, a la patronal de hostelería, diálogo y respeto, equilibrio. Simplemente que se apliquen las normas, que las terrazas ocupen su espacio y no el doble o el triple, que haya huecos, pasillos anchos para el paso de los peatones, de los vecinos y las personas mayores”, concreta Carmen.
“Pero que se cumpla de verdad, que haya una Policía Local que haga respetar las normas, la ordenanza. Yo la he llamado cuatro veces y, que yo sepa, no vinieron en ninguna de las cuatro”, afirma Antonio.
“El problema de la resignación, de dar esta situación por inevitable es que vaya a más. No queremos fastidiar el negocio a nadie, de verdad, incluso nos da mala conciencia a veces, hemos hablado muchas veces con los dueños de los locales pero la situación va a peor y nadie piensa en los mayores o en los que trabajan”, destaca la representante vecinal.
Asambleas vecinales en septiembre
Varias de las comunidades de vecinos, con unas tres plantas y seis pisos en total como media, se han dado de plazo hasta septiembre. En este mes hay convocadas reuniones en las que se someterá a votación “si se presentan quejas por vía judicial. Nos parece el último recurso”, anuncian.
“Tendríamos las de ganar. En cualquier tribunal suele prevalecer el derecho al descanso y al uso del espacio público”, matiza Antonio. “Pero antes creemos que va el diálogo, cumplir la ordenanza, entendernos, acercarnos a un equilibrio que durante algunos años parecía verse pero que ahora se ha perdido por la avaricia de unos pocos”.
"En 2022 abrió un bar de copas y puede que lleguen más. Entonces hablaremos de otro horario, de otro público"
“También hay empresarios comprensivos y cumplidores, algunos viven en el barrio, y no abusan en ningún momento, pero los que sí lo hacen, porque les dejan, le complican la vida a todo el mundo”, advierte Manuel.
La llegada de los bares de copas lo ha complicado todo. La apertura del primero en la calle La Palma en verano de 2022, llamado Talento, puede abrir una vía que complica la convivencia según los responsables vecinales.
“Este bar cumple el horario escrupulosamente. A las 2.30 está cerrado siempre y deja de servir antes. Lo hemos hablado con el dueño, con Juan, y estamos hartos de comprobarlo: la hora se cumple”.
“Otra cosa es la extensión de la terraza, que puede hacer como algunos de los sitios de comida, que ocupen el doble o el triple. Eso, al final, repercute en más ruido, en más molestias y en más suciedad".
El episodio más ilustrativo de esta situación tuvo lugar en la madrugada del miércoles 2 de agosto. Testigos presenciales, y dos de los representantes vecinales denunciantes, vieron cómo varios vecinos lanzaban cubos de agua sobre los grupos que ocupaban las mesas de este local de copas. No eran ni las 1.30 horas de la madrugada y estaba en su horario legal de apertura.
El lanzamiento de agua y el cruce de insultos del 2 de agosto "pudo ser una tontería, no es que pase cada semana pero queremos evitar que esos roces se vuelvan habituales"
Al lanzamiento de agua le siguió un momentáneo cruce de insultos entre, al menos, una decena de clientes de la terraza y los ocupantes de dos pisos de la calle La Palma. “Puede ser una tontería sin más con un grupo que fastidiaba más de la cuenta, tampoco es que eso pase todas las semanas”, señala Carmen, “pero se trata de evitar eso precisamente, que vaya a más, que esos roces se vuelvan habituales”.
Cada vez que habla uno, los otros dos asienten: “Después de un bar de copas lleguen más y entonces hablamos de otro horario, de otro público. A las terrazas todo el día no se le pueden añadir sitios de copas hasta la madrugada, sobre todo en el extremo de la Iglesia de La Palma, donde hay bastantes locales vacíos y muchos apartamentos turísticos”.
La calle de la amargura para el anterior gobierno local: la mayor crisis de la coalición Kichi-Vila
La saturación turística y hostelera de la calle Virgen de la Palma es un bache político en el que resulta sencillo meter el pie y lastimarse. Esta popular vía, su complicada convivencia con las terrazas y los vecinos, fue el motivo de la mayor crisis política de los ocho años de mandato de José María González Santos, Kichi.
Estuvo a punto de costar la dimisión, y la ruptura del gobierno de coalición entre Ganar Cádiz (Izquierda Unida, sobre todo) y Adelante Cádiz (antes dentro de Podemos). Martín Vila era líder del primer grupo, concejal de Urbanismo. Representaba a un grupo de ciudadanos que considera necesario limitar la expansión física de tantos negocios, la ocupación del espacio público.
El exalcalde, González Santos, siempre le había secundado en esa lucha pero cuando el debate llegó a la calle La Palma, discreparon. Fue en enero de 2022. Por entonces, las protestas de varios hosteleros -alentados por la patronal Horeca- clamaban por la limitación de terrazas en el corazón de La Viña. Kichi, entonces alcalde, es vecino del barrio. Los empresarios y autónomos consideraban que la limitación de sillas y mesas ponía en peligro la supervivencia de sus negocios y, por tanto, del empleo que generan.
La patronal hostelera saltó en tromba a calificar al concejal de «enemigo», "intransigente" y agresor "ideologizado". Le achacaban falta de flexibilidad para introducir matices y excepciones en la normativa. Vila se mantuvo firme. El alcalde, José María González Santos, Kichi, sorprendió a todos al ponerse de lado de los hosteleros y en público. Aseguró que la normativa estaba para cumplirse pero añadió una frase impactante: "También hay que comer". Dejaba vendido a su número dos, Vila, respaldaba la teoría de supervivencia económica de Horeca y aparecía como cómplice de sus vecinos viñeros.
"Aquello nos dejó con la boca abierta, no creíamos que fuera a llegar a tanto el postureo con La Viña. Ahora resulta que los hosteleros de La Palma comen de las terrazas pero los de Plocia, Nueva o San Francisco, no. A estos sí se les puede controlar el especio. Aquello no había por dónde cogerlo", afirma Antonio, vecino de Cristo de la Misericordia. Ese episodio marcó la mayor crisis de la coalición en ocho años. Vila estuvo a punto de dimitir. Sólo cierta rectificación del alcalde, horas de diálogo y el interés político mutuo, a 15 meses de las elecciones, permitió superar la situación.
Antonio de María, responsable de la patronal hostelera, ha declarado desde entonces que "el mejor Ayuntamiento es el que no estorba", incidiendo en sus postulados ultraliberales que consideran una intromisión, un obstáculo, una amenaza cualquier regulación de horarios, espacios o terrazas.
Ahora, 18 meses después, con Vila y Kichi retirados de la vida política institucional, el nuevo Gobierno municipal reaccionaba, en julio de 2023, aplicando la misma ordenanza que dejaron sus predecesores para permitir ampliaciones de terrazas que habían sido recortadas. "No lo entendemos. La misma normativa permite reducir o ampliar una misma terraza en una misma calle, cuando en la documentación oficial -la muestran- aparecen exactamente los metros, la ubicación y los límites de cada terraza. Es asombroso", resalta uno de los vecinos denunciantes de La Palma.
Comentarios (1)