Si algo ha caracterizado a Granada a lo largo de su historia, han sido sus contrastes. El Día de la Toma de Granada, celebrada anualmente el 2 de enero desde hace ya 533 años en conmemoración de la entrega de las llaves a los Reyes Católicos y el final de la llamada "Reconquista", siempre fue, de hecho, una fecha marcada por la polémica. Una que traslucía esas distintas maneras de entender la capital.
Por una parte, estaban quienes ensalzan un hecho "crucial" en la historia, no solo de Granada, "sino de España y del mundo". Que debe vivirse "con orgullo". Una oportunidad para muchos, en esencia, de defender una forma muy concreta de patriotismo, católica, que cristaliza en la ceremonia cívico-religiosa que desde hace cinco siglos se celebra con toda su parafernalia. Por otro, están quienes rechazan a la celebración por "rancia", por "excluyente" y por suponer "la celebración de un genocidio". Ese debate, hoy por hoy, con mayoría absoluta del Partido Popular, con la alcaldesa Marifrán Carazo al frente del Ayuntamiento, y con una transformación cultural en la ciudad cada vez más evidente, apenas existe.
Lo que durante décadas han sido encontronazos entre manifestantes de izquierda, con una pléyade de banderas independentistas andaluzas, palestinas, comunistas, frente a grupos de extrema derecha, de falangistas e incluso banderas inconstitucionales, ha dado lugar a una práctica homogeneidad de voces. Una "identidad única", señalaba la propia Carazo, que por contrastar ya solo contrasta con la sorpresa de turistas de todas partes del mundo que, sin importar la fecha, se arremolinan a cada turba de gente para tomar las fotos y "vivir" la experiencia.
Familias, turistas, cientas de personas con banderas de España y de Granada, el desfile de la Legión venida desde Almería, ‘vivas’ a España y aplausos casi impulsivos al himno nacional cada vez que la banda de música que acompañaba el cortejo lo entonaba. En eso ha quedado la que hasta hace poco era la fecha que más ruido provocaba en la ciudad cada año.
Primera mujer en portar la espada de Fernando V
La alcaldesa, Marifrán Carazo, ha sido la encargada de presidir los actos festivos y tradicionales , como no podía ser de otra manera. Se convertía, además, esta misma mañana, en la primera mujer que, como alcaldesa, ha portado la espada original del Rey Fernando.
Una anécdota que no deja de ser parte de los muchos hechos históricos que le quedan a mitad de mandato, en tanto que la popular es la primer mujer en llegar al frente de la alcaldía granadina. El hecho formaba parte de todo un protocolo donde el protagonismo se lo ha llevado casi por completo la sección de la Legión, con unidad de música y escuadra de gastadores, que ha comenzado en la Plaza del Carmen con la propia alcaldesa y el teniente general del Madoc pasando revista.
Más tarde se ha organizado la comitiva que ha partido hasta la Capilla Real, donde reposan los restos de los Reyes Católicos, con un estandarte que en esta ocasión han portado la viceportavoz del PSOE, Raquel Ruz, y la concejal también socialista Eva Fernández. La presencia del PSOE en estas fiestas no es nueva, pero muestra, una vez más, la ausencia de conflicto ideológico actual en la ciudad. Sin ir más lejos, hace apenas 10 años, en 2015, ni siquiera participaban en la Toma. La integración, con Ruz como encargada de de lanzar los vivas a España, al Rey, a Andalucía y a Granada después de lanzar el tradicional 'Granada, qué', es más que patente.
Homilía por la "convivencia"
En ese paseo a la Capilla Real podrían, de alguna manera, deducirse las razones por las que la Toma ha transformado su espíritu. Incluso su lengua. La música de la banda chocaba con el ruido de las maletas de decenas de japoneses, ingleses y demás crisol de nacionalidades que contemplaban, algunos con cierta pertubación, el desfile mientras intentaban abandonar la ciudad después de pasar aquí el Fin de Año. Poniendo solo el oído a las conversaciones en los escasos 300 metros que separan la Catedral de Granada y el edificio del Ayuntamiento, se podía cazar al vuelo un inglés macarrónico, como lengua universal patria de la cuarta ciudad más visitada del país.
Con la sierra de fondo, a los pies de la Alhambra. Con el frío granadino de siquiera cuatro grados que amainaba con el sol de frente. Pero con decenas de personas que no sabían qué narices estaba pasando allí. Unos miraban el reloj e intentaban a codazos abrirse paso. Uno incluso comentaba "que ha venido el presidente de Portugal" por las banderas granadinas, rojas y verdes que provocan a muchos foráneos una eterna confusión por el parecido de la bandera local a la del país luso.
Esas banderitas de España y Granada las repartía un stand que el propio Partido Popular de Granada puso a los pies de la estatua de Isabel la Católica con Colón en Gran Vía. También unas pegatinas que rezaban Granada con la Toma. Algunos niños jugaban a las espadas con ellas. Otros las izaban subidos a los hombros de sus padres y madres. Si solo fuese por la cantidad de banderas que se veían, el intento por convertir y unificar el discurso cultural por parte del partido hegemónico hoy por hoy en la capital granadina ha sido un éxito. Como fiesta tradicional granadina, pero también católica.
Llegada a las puertas de la Catedral, el costumbrismo se imponía entre los integrantes de la comitiva que no entraban a la Capilla. Algunos curiosos afuera miraban la imagen casi sorrentiniana de los trajeados con de la cortejo municipal fumando un cigarro o los legionarios dándose un respiro saludando a los familiares. Algún repartidor de Amazon absolutamente obstaculizado por la turba se quejaba y otros guiris hacían lo propio esquivando a las gitanas intentando venderles romero. Fotos, codazos, miradas hacia arriba de la imponente Catedral. Todo mientras dentro, eso sí, proseguía la celebración.
En la Eucaristía, con algunas autoridades como el presidente de la Diputación, el popular Francis Rodríguez o la consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, la granadina Rocío Díaz, como algunos de los políticos destacados junto a otros autonómicos y nacionales, seguía la versión institucional de la fiesta.
En la homilía, el arzobispo José María Gil Tamayo señalaba: "La unidad querida por los Reyes Católicos tiene que permanecer, basada en un sentido de patria que hemos perdido, porque estamos en una nebulosa de pertenencia a lo universal sin conciencia de la raiz a la que pertenecemos. Los principios de lealtad, pertenencia, amor a la patria, orgullo a nuestra historia... todo esto no se hace en dos días, debe mamarse en la continuidad". El discurso de Gil Tamayo se diferencia, más por forma que por fondo en la del anterior arzobispo, monseñor Javier Martínez, que llegó a señalar la Toma como la celebración de una guerra "exquisitamente humana".
Por el contrario, el actual arzobispo ha insistido en la necesidad de convivencia. "En nuestra España vivimos la polarización, y la celebración de la Toma muestra la unidad de la fuerza, que con sus diferencias históricas, es lo que constituye nuestra nación. No podemos dejar que las divisiones ideológicas nos desvíen del bien común", ha apuntado.
Una pírrica concentración crítica frente al Novio de la Muerte
La escasa controversia se daba en otra parte de la ciudad, a otros 500 metros apenas, en la Plaza de Mariana Pineda. Allí, la plataforma Granada Abierta celebraba una concentración con la lectura de un manifiesto, la presentación del libro Crónica de una polémica, de Paco Vigueras, y actuaciones de flamenco y poesía de la mano de Juan Pinilla, Pepa Merlo, Chanquete y Francisco Manuel Díaz.
Casi un centenar de personas se concentraba allí por "por la convivencia y contra la Toma", que a su parecer "se ha convertido en una celebración anacrónica, sectaria y excluyente, que fomenta la islamofobia y es insostenible en democracia". Se fechan ya 30 años del Manifiesto 2 de enero que firmaron en su momento intelectuales y artistas locales de la talla de Luis García Montero, Carlos Cano o Miguel Ríos, y al que se apuntaron otros como Antonio Gala, José Saramago o Juan Goytisolo. De aquello, poco queda. En la actualidad, la izquierda alternativa al PSOE ni siquiera tiene concejal en el Ayuntamiento. Y los gritos y vítores este 2025 donde se escucharo, de verdad, fue con la llegada de legionarios y cortejo municipal al consistorio granadino.
Allí, en el momento de climax, miles de personas esperaban el momento del tremolar del Estandarte Real, con los himnos de Granada, Andalucía y España, con el cierre del desfile y el canto del himno El Novio de la Muerte. Poco más ha dado de sí una jornada que señala cada vez más su desgaste, pero que también evidencia un cambio de tiempo político y cultural en la capital granadina.
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