En 1885, un sanluqueño de apellido González decidió trasladar su taller de sombrerería artesanal a Jerez, montándolo en la calle Larga. Desde entonces, la fama de la sombrerería Casa González llegó a los más afamados jinetes de vaquera y clásica, rejoneadores, cocheros y, en definitiva, a todo el que gustaba de tocarse con un sombrero de esa firma, ya fuera para lucirse en la calle o para tener el complemento perfecto en la vestimenta del jinete o amazona.
Casa González de Jerez se forjó como marca de calidad, artesanos del sombrero a medida y adaptado a las hechuras del cliente. De la calle Larga pasó a la Lancería y de allí a la calle Bizcocheros. Su último titular fue José González, que falleció el pasado mes de mayo a los 93 años de edad. Su abuelo inició el negocio y sus padres le dieron continuidad hasta que él asumió la tradición.
Pese a que se crea lo contrario, tal vez por desconocimiento, Casa González de Jerez sigue existiendo. Tras el fallecimiento de “mi maestro”, Pedro Jesús Clavijo González está al frente de la marca y en la labor de continuar la tradición sombrerera más jerezana. ¿Dónde está el secreto?, “siempre ha sido un sombrero muy cómodo”, señala Pedro quien junto a su familia asume la fabricación artesanal de cada pieza que se le encarga.
La sombrerería era una de las patas de un trío de negocios míticos en la ciudad. Estaba casi enfrente de la guarnicionería Duarte y lindando con el maestro sastre del traje corto Antolín Díaz Salazar. González, Duarte y Antolín, tres apellidos que con sus oficios han contribuyeron a distinguir a escalas nacional e internacional la excelencia de Jerez y la artesanía dedicada al mundo ecuestre. De ellos solo queda el sombrerero como testigo de una época en la que eran una absoluta referencia, vencida por la fabricación en serie.
Actualmente el taller se ubica muy cerca de Arcos de la Frontera, “debido a que el local que teníamos en Jerez era muy pequeño y no nos permitía trabajar cómodamente y atender la demanda que empezaba a llegar”, justifica Pedro Jesús Clavijo, que no descarta volver a sus orígenes, a Jerez, “y abrir un establecimiento en el centro".
Cada sombrero se personaliza. Al cliente se le toma las medidas de copa y ala según su cuerpo, altura y talla de cabeza, todo “para fabricar su sombrero ideal y personalizado, hecho a mano”, trabajados con pelo de conejo, castor o de liebre. En sus orígenes y en aquella época llevar sombrero era algo cotidiano, algo distinguido y necesario para ser reconocido en aquella sociedad.
El tiempo ha pasado, las modas y costumbres también, pero el sombrerero afirma que, al contrario de lo que puede parecer, este complemento no pasa de moda. Es más, a escala internacional está en auge. “Nos han ido conociendo afuera. Ya antes éramos famosos, pero me he preocupado de expandir la marca yendo a eventos en Italia y en Portugal, caso de la Feria Internacional del Caballo Lusitano”.
Recibe encargos, gracias a las redes, desde Brasil, México, Nicaragua o Ecuador. “La verdad es que estamos trabajando ahora mismo mucho; por ejemplo estamos preparando los tocados de una escuela hípica en México, la Yeguada la Morería. También estamos preparando sombreros para otros centros que se van a montar, por ejemplo, en Abu Dabi”. Asimismo le trabaja a la Real Escuela del Arte Ecuestre.
Afirma con orgullo que actualmente su clientela, en el mundo ecuestre y taurino, es excelente. “Trabajamos a muchos toreros, jinetes de distintas disciplinas, como el acoso y derribo, la doma vaquera, la clásica o enganche”. Y siempre a medida, "ya que no trabajamos otro tipo de sombrero”, asevera.
Existe un genuino sombrero jerezano, “era el que el padre de mi maestro le llamaba el 'estilo Domecq', un sombrero chico con su copa chica y su ala tomando aire para arriba. Ese era el estilo que tenía ese sombrero y el que tiene el de aquí”. Trabajan sobre todo el sombrero de época con un fieltro hecho de pelo de conejo o de liebre, un material que antes se creaba en el mismo taller pero que ahora se importa pero con la misma calidad.
Son cuatro las personas que día a día trabajan en el taller, “no sé si en un futuro podremos montar algo en Jerez, lo mismo que había”, explica esperanzado, a la vez que recuerda a su maestro con mucho cariño, el ultimo González, que falleció en mayo pasado: “Me dejó un gran legado y mantengo un gran recuerdo. Los años que he estado con él he disfrutado; decían que era un hombre serio, pero era todo lo contrario. Me enseñó y yo tiré para delante”.
Ha ganado, ente otros, el premio al mejor sombrero de la Maestranza de Sevilla varias veces y viste las cabezas de Diego Ventura, Pablo Hermoso de Mendoza, El Juli, Talavante… además de a reconocidos jinetes de doma clásica o vaqueras, una larga relación de nombres conocidos que siguen llevando la marca González y reconocen en este producto la tradición antigua de su fabricación, los materiales las hechuras e incluso la innovación.
“Solo innovamos un poquito ajustándonos a lo que se está llevando”, señala el sombrerero, que en esto se avanzar nos desvela que está en el diseño y fabricación de un sombrero que va protegido por dentro “como si fuera un casco”. Esta es la realidad de una marca con 138 años de existencia, nacida en Jerez, cuyo escaparate dejó de verse hace mucho en el centro, pero al que Pedro Jesús Clavijo González espera poder volver algún día.
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