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Ana, la profesora de Jerez a la que el covid le trajo una trombosis cerebral: "Me robaron años de vida"

Ana Avilés, jefa de estudios del CEIP San José Obrero, cuenta, en el quinto aniversario de la pandemia, lo mal que lo pasó tras los efectos secundarios que le trajo una dosis de AstraZeneca

Ana Avilés, la profesora del CEIP San José Obrero de Jerez que tuvo una trombosis por el covid.
Ana Avilés, la profesora del CEIP San José Obrero de Jerez que tuvo una trombosis por el covid. JUAN CARLOS TORO
13 de marzo de 2025 a las 20:21h

Entre la Ana a.C. (antes del covid) y la Ana d.C. (después del covid) hay muchas diferencias. A la Ana a.C. le encantaba rodearse de los suyos, estar en grupos con mucha gente, bailar o viajar mucho. A la Ana d.C. le cuesta estar con un número demasiado alto de personas, le tiene fobia al móvil —solo contesta rápido a mensajes de trabajo, los personales no tanto—, pero mantiene, ahora sí, las ganas de viajar. Eso sí, de otra manera.

Entre una y otra han pasado unos años, pandemia mediante, determinantes para ella. "Sentía que me habían robado mi vida. He perdido años", cuenta Ana Avilés, jefa de estudios del CEIP San José Obrero de Jerez —a la que todos conocen como seño Ana— que era propensa a "coger todos los virus que pasan volando cerca de mí". Por eso, cuando llegó la pandemia, sus compañeros le pedían que se cuidara mucho, para no contagiarse de covid.

Lo cogió, y durante meses no soltó el virus. Se convirtió en lo que luego se denominó covid persistente. De ahí que, cuando llegaron las primeras vacunas, a ella y al resto de la comunidad educativa del centro jerezano, los vacunaran de los primeros, por ser trabajadores esenciales, junto a sanitarios, entre otros.

A finales de diciembre de 2020 recibió la primera dosis. Unos meses después, en mayo, la segunda. Concretamente, el 28 de mayo de 2021. No se le olvida la fecha. La tiene grabada a fuego. En el quinto aniversario de la declaración del estado de alarma por la pandemia, recuerda su particular calvario.

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Ana Avilés, en la puerta de su despacho.  JUAN CARLOS TORO

"Me ardía la cabeza"

Ana eligió AstraZeneca para ambos pinchazos. Pocas horas después del segundo, llegaron los fuertes dolores de cabeza. En un primer momento el personal sanitario lo atribuyó a estrés o efectos secundarios comunes, pero luego fue a más. Era insoportable. "Me tomé un paracetamol, que era lo que nos decían que hiciéramos, pero no se me pasó. Al día siguiente, más dolor. Y al tercero, aún peor. No era un dolor de cabeza normal", explica. Se fue a casa con el dolor a cuestas y con un calmante. 

"Me encontraba muy mal, me ardía la cabeza por dentro, era un dolor brutal, como si me quemara. Tomara lo que tomara, no me hacía nada", recuerda. Unos días después dejó de trabajar. No podía seguir. Ana nunca había sufrido migrañas ni cefaleas, así que la intensidad del dolor la alertó de que algo no iba bien. Hasta estuvo a punto de desmayarse en plena clase. 

Hasta que fue al hospital, le hicieron una analítica y los niveles de dímeros —un marcador esencial para detectar trombosis, para lo que tenía síntomas— eran normales. "Me dijeron que no había trombo y me mandaron a casa con naproxeno para el dolor", rememora. Se fue, en parte tranquila, pero con los mismos dolores. 

Ya no trabajaba, pero por intentar desconectar, fue a la comida de fin de curso con sus compañeros. "Aguanté con calmantes, no sé cómo pude", dice. Porque el día siguiente, un sábado a las diez de la noche, la llamaron del hospital para que fuera urgentemente. 

"Si no es un trombo, me estoy muriendo", pensó. Pero era una trombosis cerebral lo que tenía, de tres centímetros. Luego se enteró de que su caso era bastante extraño. En todo el mundo, le contaron, solo había cuatro o cinco personas con trombos a las que los niveles de dímeros no le salían alterados. 

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Avilés, en la biblioteca del colegio.  JUAN CARLOS TORO

"Era un trombo venoso, lo que significaba que la sangre no salía correctamente del cerebro", dice. Un mes estuvo ingresada, con 25 tratamientos diarios. Se ponía alarmas en el móvil, para acordarse de tomárselas. De ahí la fobia que ha desarrollado al aparato la Ana d.C. 

El dolor no se le aplacaba. Ni siquiera con morfina. "La primera vez que me la pusieron, veía caballos por la ventana, que me tiraban cosas. Después me acostumbré y apenas lo notaba", dice. Cada dos días le hacían resonancias cerebrales.

El equipo médico no tenía claro cómo proceder. Su caso fue consultado con el Ministerio de Sanidad y con especialistas del Hospital de Jerez, que se reunían, "para decidir qué hacer conmigo, porque no sabían cómo abordar el dolor".

De pesar 50 kilos a más de 70

En la vuelta a casa, pidió a su madre, que vive en un pueblo de Toledo, que se mudara con ella. Fue sus ojos, sus manos, y todo su cuerpo durante casi dos años. 

De ser "súper independiente", a necesitarla para todo. Para las labores del hogar, pero también para ayudarla a caminar, ya que se chocaba contra las paredes. Las manos se le engarrotaban. Desaprendió cosas básicas. No sabía contar. Perdió vocabulario, intercambiaba las palabras. 

Las secuelas que trajo consigo el covid le provocaron un importante cambio físico. Los tratamientos se tradujeron en hinchazón de extremidades. Pesaba menos de 50 kilos, y llegó a más de 70. 

"Mirarme en el espejo y no reconocerme fue de lo más duro", rememora. "Mi ropa no me servía, mi cuerpo no era el mismo". Las secuelas eran físicas, también psicológicas.

Se empezó a marcar objetivos a corto plazo. "Mi reto era caminar hasta el parque, sentarme en un banco y volver a casa. Y cruzar los pasos de peatones sin pararme tres veces".

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Ana Avilés, durante la entrevista.   JUAN CARLOS TORO

La vuelta al CEIP San José Obrero

En septiembre de 2022 volvió al colegio. "Me preguntaron si estaba lista y dije que sí, aunque no lo estaba. Pero necesitaba sentir que volvía a ser yo", dice Ana Avilés, que tardó unos meses en sentirse bien.

Pero no desistió en su intento de dar clases, de sentirse útil, de regresar, en la medida de lo posible, a su vida anterior. De parecerse a la Ana a.C. Aunque se chocara con las paredes. Aunque se trabara hablando. Aunque no impartiera materias complicadas.

Tuvo la suerte de que le adaptaron su puesto a sus circunstancias. Y se sobrepuso. Para el curso siguiente, el 2023-2024 ya se sintió plena, de vuelta al 100%. A principios de ese año le desapareció el trombo. Las secuelas, no.

Sus compañeros dejaron de preguntarle cómo estaba. Lo hacían menos a menudo. La gente por la calle suspiraba al recordar cómo estuvo. Su médico, también. "De la que hemos salido", le dijo una vez. Ella se alegra de que cada vez pregunten menos. Es la mejor señal. 

La tercera dosis de la vacuna

Aunque lo pasara tan mal, y en sus informes médicos se reflejara que los fuertes dolores de cabeza llegaron "después de ponerme la vacuna de AstraZeneca", se puso la tercera dosis cuando le tocó.

"Entré llorando", recuerda, al recinto de Ifeca, donde se ponían pinchazos contra el covid en aquel momento. Acompañada de su madre, su mujer lazarillo. Esa dosis no le trajo efectos secundarios.  

"A mí no me dan miedo las vacunas, ni los tratamientos, después de lo que he pasado...", reseña Ana Avilés, una docente a la que el covid le "robó" años, que ahora intenta recuperar.

"Lo pasé muy mal con el virus, que padecí durante varios meses. Cuando me estaba recuperando de las secuelas del covid, me tuve que recuperar de lo que curaba el covid. ¿Cuántos años de vida me ha quitado?", se pregunta, de forma insistente.

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Ana Avilés, en el patio del CEIP San José Obrero.   JUAN CARLOS TORO

Vuelven los viajes, los cursos...

Ana a.C. y Ana d.C. siguen teniendo cosas en común. Como su gusto por los viajes. La segunda, viajó por primera vez sola, después de todo lo pasado, a Egipto

"Fue un viaje malísimo, me puse fatal a cuenta del anticoagulante y se me complicó todo, pensaba que me iban a tener que sacar del país", cuenta Avilés.

El año pasado estuvo en Rumanía. La primera vez que hizo un viaje con amigos fue en la pasada Semana Santa. Prefiere hacerlo sin gente. De otra manera. En petit comité.

También regresaron los cursos de formación a su vida. "He vuelto a hacer un mogollón". Y las largas lecturas. También, el dibujo, una de sus pasiones. Estando en los peores momentos de la enfermedad, la ayudó mucho el dibujo. Cogía el pincel, ayudada por ambas manos. Y, a su manera, la sanaba.

¿Algo bueno que tuvo todo esto? Que pasó mucho tiempo con su madre. Ella, que es optimista por naturaleza, se queda con eso.

Reclamación a AstraZeneca

El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, en mayo de 2024, confirmó la sentencia que estimaba el recurso de una mujer que sufrió una trombosis a consecuencia de la vacuna contra el covid de Janssen.

Este fallo abre la vía para que el Tribunal Supremo fije doctrina. El último Informe de Farmacovigilancia sobre Vacunas Covid del Ministerio de Sanidad, de enero de 2023, recoge 84.650 notificaciones de acontecimientos adversos hasta esa fecha.

Y todo ello puede dar lugar a la reclamación de indemnizaciones. Ana Avilés no lo descarta. Hasta ahora no se lo había planteado, se centró en recuperarse. Que a la Ana d.C., al menos, le quede ese consuelo.

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Francisco Romero

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