En décadas pasadas, Jerez vivió su particular época de oro de bares, cafés y tabancos que se multiplicaban por el centro de la ciudad, punto de encuentro de empleados, amigos y familias. Desayunos y meriendas entre semana, y almuerzos y cenas los sábados y domingos se servían a tutiplén antes de que las barriadas fueran creciendo y dando paso a un modelo distinto de ciudad.
La calle Larga, repleta de entidades bancarias, podía servir más de 500 desayunos diarios entre sus bares a los empleados que trabajaban en los bancos. Pero las oficinas y las empresas, al igual que la gente, se fue alejando del centro y muchos establecimientos hosteleros tuvieron que cerrar sus puertas. Otros fueron remplazados por franquicias que llegaron de fuera para sustituir el sabor y la esencia de Jerez por otro tipo de comidas y bebidas.
No están todos los que dijeron adiós, pero a continuación recordamos algunos de esos bares y tabancos que desaparecieron de Jerez con el paso de los años.
Granja Soler
Situado en la calle Larga, era uno de los negocios propiedad de Enrique Soler Mira, el Rey de los helados. Este alicantino de Jijona, la tierra del turrón, montó un pequeño imperio hostelero en Jerez. En la década de los 40 desembarcó en la ciudad junto a sus helados, que se repartían en kioscos y carrillos repartidos por el centro de la ciudad y sus aledaños. Puso en marcha la primera fábrica de helados en la plaza Aladro, junto al también desaparecido tabanco La Jarra.
En Granja Soler paraba el Jerez más selecto y también eran asiduos del lugar los jugadores del Xerez CD de la época, así como aficionados del conjunto azulino. Por las mañanas, a la hora del desayuno, era difícil coger sitio. Lo mismo ocurría a la hora del café de media tarde. Al lado de este café-bar-horchatería, en un local aparte, estaban sus hijas vendiendo helados, dulces y turrones valencianos. Los más veteranos de Jerez recuerdan aquellos años inolvidables de este negocio. El legado heladero de Soler Mira se mantiene con la mítica heladería de la calle Rosario y la abierta hace pocos años en la calle Consistorio.
El Fornos
Uno de los cafés más emblemáticos del Jerez de la primera parte del siglo pasado. Una majestuosa casa de la calle Larga que hacía esquina con la plaza del Banco acogía este lugar donde se daban cita los escritores, pintores y artistas. Rafael Torregrosa fue el encargado de construirlo gracias al dinero que ganó en las Américas. También en dicho edificio se puso en marcha en 1900 la cervecería-café Los Cisnes.
El Café Fornos era lo más parecido en Jerez al Café Gijón de Madrid, un lugar que respiraba cultura y creatividad. El local cerraría sus puertas de manera definitiva en marzo de 1946.
La Venencia
Los hermanos Benítez Picazo eran los encargados de regentar uno de los bares de la calle Larga que ha desaparecido con el paso del tiempo. Veintiséis años hace ya que cerró sus puertas. Un bar pequeñito, pero con mucho encanto. Allí se reunía todo el mundo buscando sus extraordinarias tapas y su fino y oloroso Aroca. Juanito, todo un correcaminos que iba bandeja arriba, bandeja abajo llevando cafés a las casas y a las oficinas de los bancos, era uno de los camareros de este establecimiento, que contaba con un salón pequeñito en su interior y que también servía en la calle. La calidad del personal era exquisita, tanto como su esencia a Jerez.
Bar Adeli
Adeli, el bar en el que Urdangarín probó los chicharrones y que Lola Flores usó como 'vestidor', en la calle Consistorio haciendo esquina con calle Latorre, era conocido por esas tortillas que quitaban las penas del sentido. Allí acudía, tras salir del trabajo, la gente que trabajaba en el antiguo sindicato vertical que estaba en la plaza del Arenal, los trabajadores del Ocaso, que también estaba por allí situado, y los empleados de Ayuntamiento. Era un bar que en el Jerez de los 70 y de los 80 tenía mucha vida a partir de las tres de la tarde, cuando comenzaban los medios largos días de la ciudad, que se prolongaban desde esa hora hasta las siete de la tarde.
Bar Boquete
En la calle Cuatro Juanes se encontraba este bar que hacía honor a su nombre y en el que solía parar mucha gente del mundo bancario. Era un establecimiento que contaba con una sabrosa ensaladilla y que destacaba por su tapeo.
Morao y Oro
En la plaza de La Yerba, donde ahora está el Sin Bulli, hubo en su día un bar que montó el gran Manuel Morao junto a su hermano Juan. Corría el año 1964 cuando el guitarrista, tras abandonar la compañía de Antonio Mairena y después de haber actuado por toda España, decide lanzarse a esta aventura empresarial. Era un bar donde se servía mucho vino y escuchaba flamenco de calidad.
Bar Loyola
En diciembre de 1969 abrió sus puertas, en la plaza San Ignacio, cerca de la calle Porvera, un bar que era conocido por servir una de las mejores ensaladillas de todo Jerez. Su propietario era Paco Cárdenas, gaditano de nacimiento, pero jerezano de corazón y también un fiel seguidor del Xerez CD. Destacaba por su amabilidad y buen trato a sus clientes que, varias décadas después de su fallecimiento, no olvidan el exquisito toque de sabor que le daba a sus ensaladillas.
Las Siete Puertas
En la esquina de la plaza del Progreso estaba este bar que se llenaba los domingos por la tarde porque era prácticamente el único sitio donde se podía ver el partido que retransmitían por televisión a las ocho de la tarde. Hablamos de aquellos años en los que la televisión había llegado a muy pocos hogares. El producto estrella de este bar era el pez de espada empanado.
Bar Recreo
En la plaza Plateros, donde no siguen faltando los bares, estaba antiguamente el bar Recreo. El bar Victoria era otro de los ya perdidos en el tiempo que había en la referida plaza.
Bar El Habichuela
De comida económica y en cantidad. Estaba situado en la plaza Vargas, a la izquierda de una antigua barbería y en el lugar donde después se montó una tasca.
El Boquerón de Plata
Donde estaba situado antes este bar ahora está Jindama, un concepto diferente de establecimiento hostelero, un gastrobar en pleno corazón de Santiago. Muy cerca, en la calle Ancha, estaban otros dos bares, España y La Canaleja, que quedan para el recuerdo de los más viejos del lugar.
Bar Juanele
Estaba en la calle Francos y servía bocadillos a los alumnos de la escuela Monseñor Cirarda que había en dicha calle, donde se estudiaba magisterio y turismo. Era una escuela que pertenecía a la antigua Caja de Ahorros de Jerez. Juanele, su propietario, fue jugador del Jerez Industrial.
Bar Torito
Célebre por sus sardinas en arenque, en la calle Medina estaba hace años el bar Torito. En la misma calle también se encontraba el bar Maxi, regentado en su día por José Pérez, que después cedió el testigo a su hijo.
Viña T
Fundado por el padre de Antonio Fernández, actual socio número 2 del Xerez CD, era un bar al que acudían los aficionados para enterarse de los resultados del fin de semana en aquellos años en los que internet era algo impensable. Los marcadores y la quiniela se colocaban en una pizarra. El citado bar estaba en la calle Tornería. El Gallo Azul era el otro bar al que acudían los aficionados al fútbol para enterarse de los últimos resultados de la jornada.
Bar Popeye
Tuvo que echar el cerrojo poco antes de la pandemia. Un bar de los de antes, con solera, que servía buen pescaíto frito y tapas variadas en la calle Merced.
Aquellos míticos tabancos
Con el tiempo fueron desapareciendo hasta convertir, los que han sobrevivido al paso de los años, en casi lugares de culto. Antaño era normal encontrar en muchas calles de Jerez los populares tabancos de Pare y Beba. También fueron tradicionales los tabancos de Cala, que estaban en muchas barriadas y eran de la bodega Cala. A la bodega Palomino y Vergara pertenecían los despachos de vino que llevaban el mismo nombre. El tabanco del Duque, en el Cine Astoria, llegó a tener también mucha clientela hace décadas. En la calle Francos estaba Las Tres Piedras, un tabanco de grandes dimensiones. En la calle Bizcocheros, haciendo esquina con calle Doctrina, estuvo hasta 1989 El Guitarrón, uno de los tabancos más destacados del barrio San Pedro.