Belén rompe su maldición: convento, cárcel, patíbulo, barrio 'rojo', 'Guggenheim' fallido... y otra vez plaza

El Ayuntamiento reconquista para el espacio público el viejo solar de intramuros, con más de 6.000 metros, casi catorce años después del malogrado proyecto Herzog & De Meuron y tras haber mantenido múltiples usos en su historia

Un momento de la inauguración de la reordenación urbanística de la plaza Belén. FOTOS: MANU GARCÍA.
Un momento de la inauguración de la reordenación urbanística de la plaza Belén. FOTOS: MANU GARCÍA.

La plaza Belén ha roto una maldición que pesaba tan honda como el agujero que las retroexcavadoras horadaron hace ahora casi catorce años. El malogrado proyecto emblemático de la Ciudad del Flamenco, que reunió las firmas de los prestigiosos arquitectos suizos Herzog & De Meuron en torno a un solar de unos 5.000 metros cuadrados sobre el que hay enterrados unos 17 millones de euros de dinero público en la fallida iniciativa que Pacheco ideó (una vez más sin financiación garantizada), Pilar Sánchez trató de financiar y Pelayo dejó morir. Un boquete en el mismísimo corazón de la ciudad, cercado, partido en dos y más degradado conforme más se iba degenerando aquel solar con el paso de los años.

Después de casi década y media convertida en zona cero de las vergüenzas del patrimonio destruido en el casco viejo de Jerez, el municipio reconquista un espacio público que vuelve a ser la plaza que fue hace más de veinte años, cuando el Ayuntamiento derribó el antiguo colegio que antes fue cárcel, patíbulo y oscuro convento. A la nueva plaza, además, se añade la antigua calle de Rompechapines, el viejo barrio rojo de la ciudad que en realidad era una hilera de casa de putas, puntos de menudeo de droga y chutaderos. Los vecinos de la zona, los pequeños del colegio concertado de la calle Cabezas y hasta las hermanas de las congregaciones cercanas, por fin, no quisieron perderse la puesta de largo de la nueva plaza Belén.

En un ambiente festivo, con más árboles y plantas de los que se pensaba a la vista del proyecto inicial y hasta con una pequeña catarata de agua junto al auditorio al aire libre —que llevará el nombre del técnico municipal Adrián Fatou, uno de los grandes defensores de la recuperación de esta plaza como tal—, no hay quien dudó en criticar que la ciudad se conforme a estas alturas con tan poco, o la cantidad de hormigón sin sombra ni apenas agua de un proyecto espartano —apenas un millón de euros de presupuesto municipal para reurbanizar unos 6.000 metros en total—; pero lo que queda claro es que este era un paso imprescindible si de lo que recuperar la zona de intramuros se trata. Como decía Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades, "cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés; cuando presentan un aspecto triste, toda la ciudad parece triste".

Y Belén no es que pareciera triste, es que era literalmente un nido de ratas. Lo saben bien el presidente de la asociación de vecinos del centro histórico, Alejandro González, y el presidente de la peña La Buena Gente, Nicolás Sosa. Ambos no quisieron perderse tampoco el estreno de la nueva plaza. "Ahora lo que hay es que evitar que se llene de botellón y dotarla de contenidos", dijo el representante vecinal. "El otro día tuvimos un recital en la peña —ubicada, por ahora, en la vieja Nave del Aceite— y se veía impresionante la gente entrando por la plaza, es un cambio brutal", afirmaba Sosa. Próximo a ellos, el comisario de la ciudad, Francisco José García Carrasco, disfrutaba con la nueva vista del skyline jerezano —con la luna llena y la Catedral iluminada al fondo— y hasta con el encanto decrépito de las fincas abandonadas que aún jalonan Belén.

Los vecinos temen ya al botellón; el Ayuntamiento promete cámaras de vigilancia

También se dejaron caer por Belén representantes de la asociación de vecinos Solidaridad, con su presidente Sebastián Peña a la cabeza, y por supuesto miembros del equipo de gobierno local encabezado por la alcaldesa, Mamen Sánchez, que no paraba de sonreír, eufórica al haber culminado una cuenta pendiente con la futura recuperación del centro histórico de la ciudad. "Vamos a disfrutar este espacio, habrá muchas actividades y pondremos cámaras de seguridad, os pedimos que nos ayudéis a cuidarlo", prometía y rogaba antes de dar paso a un ilusionista que engatusó con sus trucos a los más pequeños.

El jerez de honor, ligero y también austero en su acompañamiento —apenas unos frutos secos—, tuvo lugar junto al Zoco de Artesanos, que pasará a mejor vida una vez cobre forma el futuro Museo del Flamenco de Andalucía. "Claro que va para adelante... no te quepa duda", espetaba Paco Camas, delegado de Urbanismo y Cultura, en su habitual tono a la defensiva. Cerca de él, echando el último vistazo a la remozada plaza, el arquitecto municipal Ramón González de la Peña, paseaba con una camiseta sobre la que podía leerse sobreimpreso 'Guggenheim'. Todos entendieron que aquellos tiempos ya pasaron...

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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