La última de las hermandades del Domingo de Ramos jerezano, la de Las Angustias, ya está en la calle. Con el silencio como única compañía, respetado también desde la abarrotada plaza dedicada a la Dolorosa del Humilladero, los nazarenos de esparto y negro con cera color tiniebla al cuadril, comenzaron a dejar atrás la capilla para formar el magnífico cortejo del que hace gala esta antigua cofradía.
El Silencio como protagonista
Sus nazarenos se caracterizan por la rectitud de su formación y disciplina penitencial. Como siempre se ha tenido por cierto, el cortejo de Las Angustias pasa por ser el más bello de la Semana Santa local. Eso es fruto de años de una educación cofrade basada en el respeto al hábito nazareno inculcado desde que los hermanos son pequeños y toman como referente a sus mayores.
Unos pequeños que dan forma a la escolanía de voces blancas que precede al paso de la Señora interpretando el Stabat Mater. Cantos que rompen el silencio y casi se acompasaban con el toque a difuntos que emanaba de la campana de la espadaña de la capilla.

Cien años de tradición cofrade
La Hermandad de las Angustias vive un año muy especial, cumplen cien años de su reorganización, efeméride que no pasará de largo ya que la junta de gobierno ha diseñado un programa de actividades para conmemorar esta fecha.
A las siete menos cuarto de la tarde, el silencio se hizo más profundo cuando el misterio que representa la piedad, “el corazón de la fe cristiana”, fue bajando la alta rampa que enlaza la escalinata de acceso con la calzada.
Rodeada de claveles rojos ‘sangre de toro’, como le gustaba alardear el recordado Lete Reimóndez, se presentaba La Angustias aún con la cruz que la respalda muy abajo para permitir superar la altura de la puerta.