Conchi Torrecilla lleva algunos días en las fronteras de la Plaza de Abastos de Jerez. 43 años junto a una puerta vendiendo flores. Es una tienda completa a pie de calle. La mitad, de plástico; la otra mitad, naturales. Ya llega el fresco y aguantan más que con el calor. "Una semanita". No han dado ni las nueve y ya está el puesto montado. Tiene 64 primaveras, pero no ve claro lo de jubilarse. El covid provoca que a día de hoy no le gane apenas nada, asegura, y la pensión que le quedaría no le va a dar. "Cada vez hay menos gente. Hay que echar cada vez más para pagar el autónomo".
Una chica y un chico se posan en una furgoneta. Han estado descargando con ella. "Y si me jubilo, dejaré a la chica que está trabajándome, y vendré menos ya por la edad"- En este año lúgubre para el mundo, este mes es el más fuerte, de cara al Día de los Difuntos. "Ahora es cuando hay que vender", indica. Y ya la gente, cuando se enamora, no manda flores. "Esto es un artículo de lujo, lo último que la gente compra cuando hay crisis. No es como para comer". No se ha planteado cambiar a estas alturas de negocio. "Ya tengo a mis tres hijos criados". De hecho, no se arrepiente. "He tenido para que estudien carreras. No me arrepiento dededicarme a esto". Han sido muchos años de madrugones.
Porque todo en la Plaza empieza antes de que salga el sol. Y el sol ha salido menos veces este año para los puestos de alrededor. El confinamiento les encerró porque no son productos de primera necesidad. Además, no todos montan todos los días. El cumplimiento de las medidas de seguridad obliga a que solo se instalen el 50%. Un puesto un dia, otro puesto otro. Ocurre en la calle Parada y Barreto, por ejemplo, el callejón de una entrada lateral del mercado.
José Manuel García lleva 34 años con los puestos. "Antes que tú nacieras estoy aquí". Explica que "lo estamos pasando muy mal. El Ayuntamiento no pone de su parte. El virus por lo visto solo está aquí. Han puesto un tablao ahí y ahí no hay virus. Pero nosotros vendemos a la semana tres días". Esa calle, efectivamente, podía llegar a ser algo agobiante cuando estaba al 100%, pero señalan de forma convincente que hay una parte de la calle donde sí cabían dos filas de puestos uno frente al otro, lo que podría haber aumentado el número de días de apertura. "En La Plata hay puestos también, con distancia, pero abren todos. Aquí hay uno sí y otro no. Son puestos de trabajo que están quitando".
Estos puestos son los pocos donde van quedando ropa a la venta. Bragas, fajas, calcetines... Lamenta cosas que suenan siempre, pero que no dejan de estar vigentes. "No se puede aparcar. Aquí no tenemos derecho a nada, la gente no viene. Llevamos muchos años. Nada más que han sido trabas. El 80% de las obras en Jerez son en el centro. Siempre han tenido algo. Es vergonzoso, lo están pisoteando".
Al menos le queda clientela de toda la vida que sigue viniendo. "Con eso me voy bandeando. Pero ahora tengo el pie encima. No puedo más. Tengo 62 años pero mi hijo no tiene trabajo y se quedará con esto. Una herencia medio hundida. Cuando las personas mayores, que Dios quiera que duren muchos años, cuando falten, el centro se pierde. Ojalá no fuera así". El problema tiene muchas caras. Nos enseñan que se han encontrado un regalito esta mañana en el puesto de al lado que no está montado, excrementos junto a una pared, muy probablemente humanos, porque los perros no las tapan luego con cajas.. "Pero publicadlo, contad cómo nos tienen". Vale.
Fuera de problemas de higiene o falta de fuerza comercial en el entorno, hay secretos para seguir. Y hay cosas que han ido cambiando. Por ejemplo, los regateos ya no se ven como antes. "Estas son de las buenas", dice sobre las bragas, "son todas marcas nacionales. Hay algunos productos que no". Carmen Domínguez es el corazón para vender en este puesto. Son marido y mujer. "El secreto es que a todos los trates igual. Siempre con una sonrisa en la cara. La que viene a comprar de verdad se le nota en el momento. Algunas aún quieren que le quite, pero no está la cosa para quitarle".
Paco lleva con la aceitunas, frente a la puerta principal, lleva 30 años con las aceitunas. Tiene una máquina rudimentaria para machacarlas y facilitar luego el aliñarlas. Tiene 50 años. "Una maquinita de estas es rentable. En vez de 70 kilos haces 140", indica. "Esta máquina tiene ya años, ¿no?", le gritamos por el ruido de tuercas mientras da una manivela.
"Yo soy furtivo. Me busco la vida de noche y las vendo de día. Esto es lo que me está mandando la alcaldesa. Tengo una familia muy grande, nietos, y la alcaldesa me manda a eso, porque no me da nada". Esto es un desastre, dice. "Estoy desde las siete de la mañana hasta la una más o menos".
¿Cuál es el secreto de aliñar aceitunas?
Jerez tiene muchos secretos. Uno le echa orégano, ajos, de todo, aqui hay de todo.
¿Y cómo ha llevado esto del coronavirus?
Uf, fatal, quillo, hay muchos controles, muy mal. Pero hay que mirar palante. Si miras el lado malo, adiós.
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