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Los nacidos en el siglo XXI no han conocido un mítico puente de Jerez que pasó a mejor vida con el proyecto de elevación del ferrocarril iniciado a principios del actual milenio.
Quienes acumulan ya alguna década en el DNI a buen seguro que recuerdan –y habrán subido y bajado más de una vez- aquella edificación que unía la zona Norte de la ciudad con la Feria y arterías colindantes.
Una zona Norte que a finales del siglo pasado y primeros años de la década de los 2000 sufrió una transformación total, con una avenida de Europa en la que comenzaron a proliferar diferentes comercios y residenciales.
Hasta entonces, solo el añorado Eco Jerez, que fue remplazado por Pryca, daba vida a la que se ha convertido en una de las principales avenidas de la ciudad.
El referido puente, que era conocido como el puente del Eco o el puente de Sementales, pasó a mejor vida a principios de los dosmil cuando se elevó el ferrocarril en el proyecto de mayor envergadura acometido por la ciudad en décadas.
Un puente por el que circulaban a diario cientos de coches y que la gente de la populosa barriada de La Granja cruzaba a pie para, entre otros menesteres, acudir los lunes al mercadillo que se ponía por entonces en el González Hontoria (con anterioridad había estado en La Constancia, en los alrededores de la plaza de toros) o durante la semana de Feria. Debajo del mismo, pegado a las vías del tren, instalaban los feriantes sus casas ambulantes en esos días festivos.
Muchas personas, para no acometer la subida del referido puente, recortaban peligrosamente por el carril de abajo, cruzando las vías por un lugar prohibido, ya que no había paso de nivel para peatones.
Un lugar que, no hace demasiado tiempo, representaba esa conexión entre los dos Jerez que quedaban divididos por la vía del tren y que pasó a la historia con la elevación del ferrocarril.