Antonio lleva tres décadas trabajando como cochero. En esta Feria, le acompaña su nuera, Nerea. A Antonio esto de los caballos no le viene de familia, sino que empezó él de motu proprio, atraído por el oficio. A su lado, en el enganche, descansan Portugués y Bohórquez. Llevan unos nueve años con él, dan unos siete viajes a lo largo de cada día, y el resto del año viven en unas cuadras en un campo.
Si bien Antonio cuenta que no ha notado descenso en la actividad en las últimas ferias, su nuera difiere un poco. "Hay alguna gente que cree que nosotros no cuidamos los caballos. Los cuidamos mejor que a nosotros. Trabajan muy poco, Feria de Sevilla, Feria de Jerez, el Rocío, poco más... En invierno a comer y descansar y la que trabaja soy yo", puntualiza.
Las palabras de Nerea son un reflejo de lo que parece suceder en los últimos años en la sociedad española, en que el uso de los caballos en coches y carruajes turísticos está cada vez más cuestionado. De hecho, pocos cocheros acceden a hablar sobre su experiencia, suspicaces.
¿Cómo es la Feria del Caballo en una sociedad cada vez más contraria a la explotación animal? En los tiempos de la nueva ley de bienestar animal, apenas un breve paseo por la Feria de Jerez permite percibir que esta tradición no parece extinguirse. Cabe recordar que la ley, impulsada por Podemos desde la Dirección General de Derechos de los Animales, perteneciente al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, en la legislatura anterior, excluye a los animales considerados de producción.
Los caballos, por su condición 'a medio camino' entre un animal de compañía y uno de consumo o producción, están en una situación ambigua, como denuncian las organizaciones animalistas. Con la llegada de la ley estatal, se esperaba que su estatus fuese a cambiar, pero apenas ha sido el caso.
Así lo explica Laura Riera, experta en caballos y bienestar animal de Faada (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales): "La triste realidad es que los caballos no entran en la ley de bienestar; solo entran aquellos que estén registrados como animal de compañía. Están regulados como animal de consumo, pero no todos son de consumo. Y esas leyes no están pensadas para velar por el bienestar de los animales, sino para la producción de carne".
Solo están amparados por la ley de protección estatal aquellos que estén registrados como animal de compañía, que es el ámbito de protección de esta normativa. Así, en caso contrario, su estatus pasa a depender de la ley de protección animal de cada comunidad autónoma. En la ley andaluza, se da el mismo caso que en la estatal.
Pero la nueva ley de bienestar animal sí incluye un apartado específico para regular la presencia de animales en ferias y romerías; en concreto, en los artículos 64 y 65 de la normativa. En estos apartados sí se establece que los animales que participen "en ferias, mercados, exposiciones y concursos de similar naturaleza deberán estar bien alimentados e hidratados, ofreciéndoles agua fresca y comida cuando sea necesario, así como un espacio adecuado para refugiarse de las inclemencias climatológicas".
La ley de bienestar animal que entró en vigor en septiembre de 2023 incluye dos artículos relativos a la presencia de animales en romerías y ferias
Asimismo, se establece el deber de disponer de puntos de parada donde los animales puedan "descansar y abrevar", y también se especifica que deben tener garantizados durante el transcurso de la actividad "unos niveles óptimos de bienestar animal, atendiendo a las necesidades propias de cada especie y a las condiciones ambientales". Se hace una mención especial, además, a las altas temperaturas, prohibiendo el uso de animales "cuando se identifique un exceso" de las mismas.
Además de los abrevaderos, del horario establecido para el paseo (de 13.00 a 19.00) y de la vigilancia durante toda la Feria en el Real por parte de agentes de la Policía Local en colaboración con la Nacional, el Ayuntamiento de Jerez ha introducido este año como novedad la presencia de un servicio veterinario provisto de remolque para velar por el bienestar de los caballos, adaptándose así a estos nuevos tiempos.
Una Feria del Caballo más consciente y más respetuosa con su emblema
Si bien en la Feria de Sevilla es más común ver episodios de agotamiento y de excesivo calor entre estos animales, no es lo común en Jerez. Las opiniones de varios asistentes en estos días son diversas, pero la mayoría lo tienen claro: los caballos son una parte imprescindible de la Feria del Caballo, como no podía ser de otra forma.
"A mí me gustan los coches de caballos, pero también me dan pena los animales", expresa una joven en el Real que prefiere no dar su nombre. "Es que si quitas los caballos de la Feria del Caballo… Quizá tanto como maltrato no es, pero sí da pena, con el calor. Al final está en el patrón del caballo, que no lo explote tantas horas, que le dé agua, sombra…", puntualiza.
Miguel y Manuela, ambos de Jerez, tienen una opinión similar al respecto. "Es complicado porque, por un lado, sí es verdad que con el calor, los pobres animales… Pero por otro también es algo representativo de aquí; de momento los que he visto se les ve en buenas condiciones", apunta ella. "Con que haya descansos, estén en unas condiciones más o menos favorables, que haya abrevaderos, que los hay…", señala Miguel.
En el abrevadero, a la sombra, descansan cuatro caballos acompañados por un responsable. Los jinetes han hecho una parada para comer, y él está cuidando de los animales, que, tranquilos, llegan hasta a cerrar los ojos. A unos metros, un jinete intenta que su caballo beba agua, guiándolo con cortos silbidos hasta que el animal comienza a hidratarse.
José Mari llega entonces también con su coche y con Salvadora (aunque la llama Gorda cariñosamente) para que la yegua se reponga un poco. "Lleva con nosotros casi ocho años, y tendrá unos once. Hemos venido ya varias ferias y no es que nos lo pasemos mal, la verdad", expresa.
Alrededor del abrevadero se puede ver de todo: muestras de cariño, preocupación por que los animales beban, y también indiferencia. La mayoría acuden con frecuencia para que los animales descansen.
Las condiciones físicas parecen superadas: la sociedad en general y también las administraciones, han interiorizado que hay unos mínimos de bienestar que se deben garantizar, y así se hace, en la mayoría de los casos. El debate que plantean las organizaciones animalistas va más allá; en si está bien, si es ético, utilizar a un animal como forma de atracción turística o festiva.
Laura Riera lo expresa así: "Una situación así bloquea los instintos naturales del caballo. ¿Un animal cuando tiene miedo qué hace? Huye. Tú no le dejas huir porque está atado, con unas espuelas, con gente alrededor…". En esos casos, según explica, los animales entran en lo que se conoce como 'indefensión aprendida' (también aplicable a las personas), una condición en la que se entra en un estado de pasividad ante situaciones dolorosas o estresantes.
En Cataluña, Faada ha elaborado un protocolo con indicadores de bienestar para romerías y fiestas populares en colaboración con veterinarios y etólogos equinos. "Demostramos que hay unas maneras de mirar si el caballo está bien o mal, con las expresiones faciales del caballo: si está babeando, si levanta la cabeza, si tiene los ojos muy abiertos… No está bien, es terror y pánico. Esto no son tonterías; es ciencia, es etología", explica.
Por ello, según explican, se debe ir un paso más allá e introducir estas señales como otro indicador de bienestar, que complemente a los descansos, la hidratación o las limitaciones horarias.
Quizá sea lo que ya están haciendo algunos jinetes y cocheros, que acuden al abrevadero con frecuencia, hablan suavemente a sus caballos para que se calmen, vigilan su nerviosismo o les mojan con cariño para que se refresquen.