Junto a una furgoneta, un cartel anuncia “2x1”. Este trozo de cartón pronto se verá en medio del Real de la Feria del Caballo de Jerez. A su lado, un hombre y una mujer preparan cuidadosamente ramos de claveles blancos, rosas o rojos desde una mesa. El sol aprieta en la explanada habilitada cerca de la sede de la asociación Brote de Vida. Allí, a unos metros de la zona de los cacharritos, se alojan 15 familias gitanas dedicadas a la venta ambulante de la flor que adorna cabezas y camisas estos días.
Bajo la sombra de un toldo, sentados en hamacas, varios hombres ya han comenzado a deshojar tallos. Ángel, natural de Navalmoral de la Mata, en Cáceres, acumula 35 años de ferias a sus espaldas. “Aquí ya nos conocemos todos”, comenta el patriarca rodeado de compañeros. “Aquí preparamos los claveles, mira como está todo el suelo de tallos”, dice Santiago, señalando la zona. Este madrileño ya conoce el oficio después de llevar 45 años desplazándose de feria en feria.
“Te tiras cuatro o cinco horas hasta que los vendas. Ganar no se gana mucho, pero bueno, es una ayuda que tenemos”, comenta Santiago mientras Ángel abre las flores de un clavel blanco. A diario, estos hombres se dirigen a Chipiona para comprar las unidades que, posteriormente, ‘ponen bonitas’ junto a sus familias a medio día. Una vez que están listas, sobre las 13.00, caminan hacia el Real donde se colocan en un lugar fresco o dan vueltas por todos los rincones.
“Al día vendemos de ocho a diez paquetes cada uno. Ganamos para comer, gracias a Dios”, expresan estos vendedores que destacan que realizan esta actividad de forma legal. “No vendemos otra cosa, tenemos nuestros justificantes y pagamos el IVA. No nos dedicamos a robos”, dicen con el cejo fruncido. Desde el campamento han querido resaltarlo porque trasladan que en otros lugares han tenido problemas.
Antes de llegar a Jerez, han tratado de realizar las ventas en otras ferias. “En Sevilla nos miran muy mal. En cuanto que ven dos claveles en nuestro coche, se suben arriba y nos registran de arriba abajo. La Policía nos amenaza, nos dice que como nos vean otra vez nos parten el coche a palos”, manifiestan los vendedores a lavozdelsur.es.
Según explican, no quieren poner denuncias, pero alzan sus voces para que la situación cambie. “En otros lugares no tenemos un sitio así para nosotros. Nos tenemos que ir escondiendo como si fuéramos haciendo crímenes, cuando nosotros somos personas honradas que vamos buscando la vida como Dios manda, ni más ni menos”, lamentan las familias.
Ángel continúa preparando los tallos mientras valora el trato que reciben en Jerez, ciudad en la que no se encuentran con percances. Al contrario, de sus bocas solo salen buenas palabras para el programa municipal de acogida a las familias itinerantes que pone en marcha el Ayuntamiento.
Gracias a este proyecto, disponen de servicios mínimos de limpieza y mantenimiento de la explanada, puntos de alumbrado público, agua para usos específicos, servicios y recogida de basura. Además, el Consistorio, ofrece un Aula infantil para que los menores —39 niños y niñas de entre 2 y 15 años— no pierdan el hilo en sus estudios con actividades de apoyo escolar y talleres lúdicos.
“Aquí no nos quitan los claveles, nos ponen agua y luz eléctrica. Aquí nos tratan como en ningún lado. Dios bendiga a Jerez y a la alcaldesa. Esta alcaldesa es la mejor que hay en España entera porque tiene consideración con los pobres, nos facilita mucho el trabajo”, cometa Santiago cogiendo otro clavel. Los vendedores agradecen tener un sitio para poder acampar durante los días que dura la Feria.
“Tienen miramientos por nosotros, nos recogen la basura, hay buena limpieza y no nos molestan para nada”, añaden. Ellos comparten que en Jerez siempre han recibido este trato durante las décadas que llevan viniendo. “Y que los niños puedan ir al colegio es muy importante”, dicen.
Los ramos ya están apilados a un lado, mientras otra familia continúa deshojando tallos en otra zona. Todos miman los claveles con los que llenan la Feria de color. Una tradición que da un empujón económico a estas familias procedentes de distintos puntos de España que, tras las primeras ferias de la temporada, regresan a sus hogares para continuar con sus ocupaciones.
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