Los educadores e integradores sociales son profesionales con una formación específica enfocada a cuidar la convivencia en las aulas, pues sus tareas van más allá del día a día de un alumno que sufre algún tipo de problema escolar, y acuden al entorno para buscar fórmulas que mejoren la situación.
Por un lado, los PTIS son los integradores sociales que cuentan con una figura en el aula, pero que han vestido a menudo recortada su presencia. De la misma forma, actúan los educadores sociales a medio camino con otras tareas que van más allá del centro educativo.
Lola Serrano es integradora social y educadora social, al contar con ambas titulaciones, y trabaja en un IES con talleres y dinámicas contra el acoso escolar. Preguntada por el suceso que azotó ayer a Jerez, con un apuñalamiento por parte de un alumno de 3º de la ESO a tres docentes y dos compañeros, Serrano indicaba que en muchas ocasiones, los perfiles que de una forma u otra necesitan atención no reciben la atención necesaria. "Quedan aislados", lamenta, "porque no hay recursos suficientes".
En muchas ocasiones, las actuaciones en los centros son "globales", como serían los talleres, pero siguen siendo necesarias las actuaciones individualizadas.
Y va más allá. "Al final, muchas veces se trabaja en institutos que se pueden considerar conflictivos, pero es así por prejuicios, porque hay que actuar en todo tipo de centros". La figura de la educadora social como ella no está dentro del esquema del día a día del instituto, y de hecho, ella trabaja en los IES a través de una empresa subcontratada.
"En un instituto donde no hay que estar continuamente apagando fuegos, como puede ser un centro donde hay más conflicto, sí existen más posibilidades reales para llevar a cabo atención individualizada". El trabajo que se realiza puede evitar, en muchos casos, "que se exprese la rabia de una forma brutal", como es una situación tan dolorosa como el suceso de este jueves.
Javier Olmedo también es educador social con máster en criminalidad entre menores. Además, trabaja en un centro de menores infractores. El comportamiento de S., el joven detenido, le hace pensar en alguna manifestación de "un trastorno social disruptivo, que se vea que de alguna forma no encaja".
"A veces, cuando un menor delinque, se pone en duda el Código Penal", reflexiona, "y se pide bajar la edad penal del menor. Con ciertas edades, no se llega a ser consciente del daño que se puede llegar a hacer a otras personas". El hecho de que, presuntamente, hubiese avisado a un compañero 24 horas antes, reconoce, le hace dudar de si será el caso, pero igualmente insiste en una reflexión: "Hay que esperar al estudio psicológico".
Y ello, posteriormente, en este tipo de casos, "hay que tratar sobre todo el autocontrol y la percepción de la realidad, acompañándolo de una mayor madurez psicológica".
"Como educador social", remacha, "creo en la reinserción de todos, pero especialmente de los más pequeños, porque hay más posibilidades de moldear una conducta. Tenemos que afrontar este tipo de problemáticas de otra forma. Esta manifestación de la violencia es la punta del iceberg. Hay muchas cosas que no se ven".
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