Una visita a las galerías comerciales que sobreviven en el centro para conocer el ánimo de sus comerciantes tras el cierre de 'Jerez Plaza'. Lo que hace 30 años fue una novedad y un símbolo de modernidad se ha convertido en la mayoría de los casos en un signo de decadencia ante la falta de clientes o el mal enfoque de los negocios.
“Centros así son los que Jerez necesita para que su comercio se ponga en línea de actualidad con las nuevas tendencias y técnicas comerciales”. Con estas palabras, que recogía Diario de Jerez un 26 de octubre de 1985, se expresaban los asistentes al acto de inauguración del centro comercial El Quinqué, en calle Mesones, el primero de todos los que abrirían posteriormente en el centro entre finales de los 80 y primeros años de los 90.
Eran otros tiempos, y si bien la ciudad ya había conocido una nueva manera de hacer compras desde que en 1973 abrieran Eco Jerez y posteriormente Hipercor una década después, el centro, acostumbrado al comercio tradicional, no quería ser menos y también quería modernizarse. De ahí que la llegada de estas nuevas galerías comerciales supusieran todo un hito. Tras El Quinqué llegarían Multicentro Doña Blanca, Los Cisnes, Lancería 7 y por último Jerez Plaza, y aunque sus comienzos fueron prósperos, el paso de los años ha acabado por demostrar que quizás ese concepto de centro comercial cerrado en el casco histórico no es el más idóneo. El caso más sangrante es el de Jerez Plaza, junto al mercado de Abastos, que tras años de agonía ha cerrado definitivamente sus 5.000 metros cuadrados de locales comerciales.
Pero, ¿por qué nunca han llegado a cuajar estos centros comerciales? ¿Pudo ser la peatonalización de la calle Larga? ¿La crisis? ¿La falta de aparcamiento gratuito? ¿Los nuevos mega centros comerciales del extrarradio? ¿Los precios de los alquileres? Podría ser una mezcla de todo eso y más a tenor de lo que hemos escuchado de boca de los diferentes comerciantes consultados, pero quizás el problema tenga algo más de fondo.
“En las ciudades donde hay una población flotante muy alta y turismo sí funcionan, y sobre todo en Europa, pero Jerez es muy especial”, explica Francisco Escot, gerente de la inmobiliaria Mistercasa, que considera que las galerías comerciales “fueron inventos inmobiliarios más que comerciales”. Desde su punto de vista, el gran problema endémico que arrastran es la falta de aparcamiento más que la llegada de Área Sur o Luz Shopping ya que “antes de que existieran ya no funcionaban”.
Para Nela García, presidenta de la Asociación de Comerciantes del Centro de Jerez (Acoje), el fracaso generalizado de los centros comerciales en el centro tiene que ver más “con las costumbres que tenemos. En un país donde la climatología es buena y en donde el centro es atractivo, la gente prefiere comprar al aire libre que dentro de una galería comercial, que no es tan atractiva. Sólo hay que recordar que aun cuando estaban completamente ocupados a la gente le seguía costando entrar”.
Para la comerciante, “nunca hay una sola causa” a la hora de hablar del fracaso de estos centros. “Es verdad que una gran marca puede ser atractiva y puede servir de tirón, pero luego hay que acompañarla y surtirla de una oferta complementaria, de diversidad y combinándolo con cosas lúdicas, sobre todo para el sector de entre 14 y 20 años, que quizás están más faltos de eso en el centro”.
25 de octubre de 1985. Bien se acuerda de esa fecha Yolanda Alcántara, una de las comerciantes primigenias de la veterana galería El Quinqué. “El día de la inauguración había un ambiente muy bonito. Esto estaba lleno de gente entrando, saliendo y comprando todos los días. Era la gran novedad”. Con 17 años ya trabajaba junto a su padre en el que fue el primer laboratorio fotográfico de Jerez, Flash, y casi 30 años después, allí sigue en la calle Mesones, ahora regentando Casa de Muñecas, una pequeña tienda de 30 metros cuadrados especializada, como su propio nombre indica, en muñecas.
De todas las galerías comerciales del centro, quizás son las más antiguas, El Quinqué y Multicentro Doña Blanca, las que mejor sobreviven. La primera la levantan tres mujeres: la propia Yolanda; Lola, que regenta Lola R Perfumes, y Julia, de la administración de loterías número 12. “Sólo somos tres, pero metemos gente por un tubo”, afirma Yolanda, que cree que el hecho de estar en una calle estrecha y peatonal como Mesones hace que “la gente nos vea por fuerza”.
La comerciante asegura que en 30 años ha visto pasar por El Quinqué "a toda clase de gente" porque "no se reinventa, empieza a perder la ilusión muy pronto y cierra. Parece como si todo el mundo quisiera hacerse rico en dos meses y yo llevo 30 años y todavía puedo decir que no le he ganado dinero, pero me mantengo y con eso tengo suficiente”.
Apenas 300 metros separan El Quinqué de Multicentro Doña Blanca. De camino notamos el ajetreo de gente entrando y saliendo de un mercado a rebosar de clientela. Fuera, ambulantes vendiendo higos chumbos, inciensos y verduras intentan atraer al público, voz en grito, para demostrar lo bueno que es su género.
Una agencia de viajes, una tienda de productos de peluquería, un salón de belleza, una tienda de regalos, una tienda de ropa, un bar… A pesar de presentar un buen aspecto, la galería comercial tiene hasta cuatro locales cerrados. Conchi Solís, de 55 años, lleva 15 regentando allí su peluquería, y reconoce que “antes había mucho más movimiento”. “La falta de aparcamiento, Área Sur y la crisis nos han hecho daño, pero a la gente le sigue gustando venir al centro”, afirma optimista. De hecho, reconoce que el no estar a pie de calle no le afecta ya que “tengo mi clientela hecha”, aunque tampoco va sobrada. Hace unos meses, su socia abandonó el negocio, lo que le obliga a afrontar sola los 600 euros de alquiler. “Fíjate si tengo que peinar para sacar esto adelante”.
En otro local, Antonio Gaona revisa la caja antes de marcharse a casa a comer. Junto a su mujer regenta una tienda de moda que da a la calle Doña Blanca, esquina con Évora. A pesar de su privilegiada posición –“por aquí pasan a diario miles de personas”-, la mañana no ha cundido mucho, sólo 60 euros. Aún así todavía reconoce que no ha sido del todo mala. “¿Te puedes creer que estando en pleno centro hay veces que nos vamos con 15 o 20 euros? Menos mal que nos está salvando el turismo. Esta semana sólo me han comprado turistas. Con razón hay tantos locales cerrados en el centro”, lamenta Gaona. “Área Sur nos ha matado. Cómo vas a competir con Primark, si ahí venden hasta por cuatro euros. Y luego están las que vienen queriendo regatear. Si tenía ropa a 30 euros y la he bajado a 20. ¿Qué le gano? Dígale usted a un chino que le rebaje, a ver qué le dice…”.
Desandamos los pasos hasta Lancería 7, a punto también de cumplir los 30 años de existencia en este privilegiado enclave. Sin embargo, el aspecto del centro comercial es bastante triste, con carteles de “se alquila” y “se vende” por doquier. Más del 60 por ciento de los locales y oficinas se encuentran vacíos, a pesar de que los precios han bajado al máximo. “Por 250 o 300 euros tienes un local con la comunidad incluida. ¿Qué más se puede pedir? Esto ahora mismo es un chollo”, dice Francisco Díaz, presidente de los comerciantes de Lancería 7 y propietario del bar Don Tapa desde hace diez años.
Díaz considera que el hecho de que muchos negocios no hayan triunfado en este espacio comercial se debe a que no estaban bien enfocados. “Estos locales tienen sus propios ‘novios’, su propia clientela, y se han ido cerrando precisamente porque no era la adecuada. Hay que buscarle su propio ideal a los centros comerciales. La persona que monte aquí algo tiene que estar muy bien enfocado a sus clientes”.
Es lo que le pasa a Mercedes Garoz, que a punto de cumplir los cinco años en la planta baja de Lancería 7 regentando ‘El jardín del bienestar’, un centro terapéutico, explica que no necesita estar de cara al público ya que tiene su clientela hecha. “Aquí el que venga tiene que montar algo muy específico para diferenciarse”, y da pistas de lo que podría triunfar. “Estoy segura de que aquí funcionaría un espacio de ocio infantil. Con todos los bares que han abierto por el centro seguro que muchos padres dejarían aquí a sus niños”.
Vecino de Mercedes es Daniel Vergel, de 33 años. Se hizo cargo de la peluquería que regentaba su antiguo jefe cuando éste decidió dejar el negocio hace casi un año. “De momento estoy pagando el local y el seguro social, pero aún no he podido hacer frente al traspaso. La cosa está muy regular, pero en el sofá sentado duele más la espalda”.
Daniel nos atiende mientras le corta el pelo a Carlos García, vallisoletano pero vecino de Jerez desde hace 30 años. “Este centro comercial nunca ha funcionado. Te lo digo yo que soy el cliente más antiguo de esta peluquería. Pero no funciona ni en Jerez ni en ningún lado. En Valladolid pasa lo mismo, y en Madrid. Los centros no están hechos para las galerías comerciales”, considera.
En lo que antaño era el hotel Los Cisnes, con una calle Larga aún abierta al tráfico rodado, el payaso Ronald McDonald daba la bienvenida a mayores y niños que apenas conocían de oídas lo que era el máximo exponente de la comida rápida a nivel mundial. A su lado también se instalaba un nuevo concepto de pizzería, Pizza Quenn, que vendía el popular plato italiano en porciones junto a 31 Baskin Robins, que introducía el helado americano a un público hasta entonces acostumbrado a La Ibense y a Soler. Dentro del flamante nuevo centro comercial, con ascensores y escaleras mecánicas –algo nunca visto por estos lares- C&A se erigía como máximo atractivo para redondear una magnífica oferta no sólo comercial, también lúdica. ¿Quién no recuerda las nevadas de porexpán en Navidad?
Era 1992 y la ciudad, ya sí que sí, parecía mirar al siglo XXI. Nada hacía presagiar por entonces que el primer McDonalds de España cerraría precisamente en Jerez, ni que C&A siguiera sus pasos. Los altos precios de los alquileres, la crisis del año 94, la obra de peatonalización de la calle Larga… Fueron muchos factores los que minaron la moral de unos negocios que empezaron a ver cómo caían sus ventas a medida que el público daba de lado a Los Cisnes.
Hoy la imagen del centro comercial ha dado un giro de 180 grados. De puertas para afuera, Vodafone y Multiópticas, que ocupan los dos locales estrellas que dan a calle Larga, aún dan algo de lustre al espacio, pero dentro la cosa cambia. Apenas 12 de sus 40 locales comerciales están abiertos. Desde Mister Casa, que alquila varios, Francisco Escot asegura que el problema es que cuesta más el pago de la comunidad que el propio alquiler de un local, algo que niega Antonio Cubillana, presidente de los comerciantes de Los Cisnes y propietario de la peluquería Aire, ubicada en sus bajos. “Las comunidades se han mantenido congeladas desde hace varios años. Ese no es el impedimento, porque por 275 euros hay locales que incluyen tanto comunidad como el alquiler”.
Cubillana, desde 1994 en Los Cisnes, considera que en los últimos años se le han puesto muchas zancadillas al centro -“obras en calle Larga, huelgas de autobuses, las crisis…”- que han perjudicado a los comerciantes, y aunque reconoce que el que se instalara una firma importante podría servir de motor para relanzar el centro comercial, “no todo pasa por ahí. Necesitamos una combinación de factores: aparcamientos más baratos, que el Ayuntamiento apostara por hacer más atractivo el centro y que los propios comerciantes se adaptaran a un horario comercial más amplio”.
El empresario tampoco piensa que montar un negocio diferenciado y único sea la clave para tener éxito. “¿Qué hay único? Lo único que puedes ofrecer es un trato más cercano y personal y tener un precio-calidad correcto. Lo que está claro es que si tuviéramos la clave para reflotar Los Cisnes ya lo habríamos hecho”.
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