En décadas pasadas, los patios de vecinos eran el corazón de la vida comunitaria en Andalucía. El patio central, adornados en la gran mayoría de casos con floridas macetas, era el escenario de una convivencia entre vecinos que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. En la actualidad, en muchos lugares casi ni se conoce a la gente con la que compartimos edificio o urbanización.
En aquellos patios de vecinos de antes, las puertas solían estar abiertas, las niñas y niños entraban y salían, correteaban y jugaban, y los vecinos salían por la tarde a tomar el fresquito y compartir anécdotas del día a día.
Cuando llegaba alguna fecha puntual, como un bautizo, una Primera Comunión o las Navidades, el patio reunía a esos vecinos que eran casi una familia. Con una decoración especial para cada ocasión, compartiendo recetas y platos, y sin faltar el ambiente festivo, los lazos que se estrechaban en aquellos partidos de vecinos eran únicos. En algunos incluso aparecían las guitarras, algunos cantes flamencos y la esencia de esas costumbres que forman parte de la idiosincrasia andaluza.
Muchos de esos patios, también llamados corrales, se han ido deteriorando al igual que las relaciones vecinales. Las generaciones anteriores se fueron yendo y las nuevas tienen otro estilo de vida. En algunos casos, como el que traemos a continuación, se ha apostado por la recuperación de esos patios de vecinos con un resultado final extraordinario.
El estudio de arquitectura Iniesta Nowell Arquitectura ha compartido en sus redes una imagen de cómo se ha transformado un corral de vecinos en la calle Sol, en el histórico barrio de San Miguel. Lo que era un espacio en deplorables condiciones ha pasado a ser un blanco y reluciente lugar al que únicamente le falta esas convivencias vecinales de antaño.