Jesus Rubiales lleva toda su vida dedicado al sector vinícola. Empezó como tonelero a los 16 años, junto a su padre y maestro, Manuel Rubiales. Dos años más tarde, se estrenó como venenciador en una boda y, desde entonces, no ha parado de expandir este "noble arte" típico de Jerez, su ciudad natal, por todo el mundo. “En mi casa siempre ha estado muy presente todo lo relacionado con el mundo del vino”, afirma rotundo. “Entonces, yo, a los 16 años, decidí dejar de estudiar y comencé como aprendiz de tonelero en las Bodegas Sánchez Romate”, relata.
Precisamente, fue en esa bodega donde comenzó todo. Allí trabajaba Agustín Coro, el venenciador de Sánchez Romate. “Un día lo vi trabajando y me cautivó”, asegura Jesús. “Desde aquel instante, en cuanto adelantaba la faena, me ponía a practicar la venencia en una tina de agua. Me costó aprender, porque no es fácil, pero fuí muy constante. Aquello no solo se convirtió en mi vocación, sino también en mi pasión”, señala.
"Durante la época de mayor auge bodeguero en Jerez, cada bodega de la ciudad tenía un venenciador"
La venencia es un oficio y un “arte” típico de Jerez. El término deriva de la palabra ‘avenencia’, porque, antiguamente, cuando las bodegas de Jerez cerraban un trato importante –llegaban a un acuerdo o a una ‘avenencia’– lo celebraban brindando con una copa de Jerez. “Esta copa siempre era servida del mismo modo por un hombre dedicado en exclusiva a este tipo de servicios. Así nació la figura del venenciador. Durante la época de mayor auge bodeguero en Jerez, cada bodega de la ciudad tenía uno. El venenciador representaba la imagen de la casa, era como el embajador de la marca”, explica Rubiales.
"Cuando una empresa de cualquier parte del mundo contrata nuestros servicios, nosotros vamos en categoría de artistas"
Con el tiempo, la figura del venenciador se fue perdiendo. Hoy en día, ninguna bodega conserva este oficio. Por eso, para Jesús Rubiales es tan importante la labor que desempeña su empresa, Venenciadores S.L. “Nosotros hemos tratado de recuperar esta figura y este arte para que no se pierda. Yo siempre hablo de arte, no de oficio, porque esto es puro arte. Cuando una empresa de cualquier parte del mundo contrata nuestros servicios, nosotros vamos en categoría de artistas: es nuestro modo de dar a la venencia el lugar que le corresponde”, subraya este apasionado del Marco de Jerez.
Su pasión es tal que, desde que hizo su primera venencia oficial con 18 años, no ha parado de recorrer el mundo para llevar a “cada rincón que lo solicite” una copita de Jerez. “Mi primera venencia fue en una boda y me temblaba todo el cuerpo. Estaba muy nervioso, pero también muy ilusionado. Allí me dí cuenta de que yo tenía que lograr vivir de esto y, paso a paso, traté de montar mi propia empresa”, confiesa.
La empresa llegó a comienzos de los años 90 bajo el nombre Venenciadores SL. Sin trabajar para ninguna bodega en concreto, esta marca acepta contrataciones de entidades, ayuntamientos o particulares, entre otros, para realizar venencias con vino de Jerez en cualquier parte del mundo. “Nuestro personal varía en función de la época del año y de los eventos contratados, pero, en temporada alta, nuestro personal puede ser de hasta 25 o 30 profesionales”, calcula.
"Yo me considero un embajador de los vinos del Marco. Asumo mi profesión con una gran responsabilidad"
Para que el oficio no se pierda, Rubiales organiza en la sede de su empresa encuentros de formación para venenciadores. “A mí me gusta formar a gente de Jerez en este oficio. Cuando soy contratado por cualquier entidad o compañía, ya sea en Monterrey o en Misisipi, me gusta que se escuche el acento jerezano, que se sepa que este arte viene de mi tierra. Yo me considero un embajador de los vinos del Marco. Por eso, asumo mi profesión con una gran responsabilidad. Eso hace que cuide hasta el último detalle, desde la vestimenta hasta la expresión de la cara o la posición de las manos”, reconoce Jesús.
En 2005, su empresa obtuvo el Récord Guinness de Venenciadores de Jerez, que contó con el apadrinamiento de Chiquito de la Calzada. “Aquel año tuvimos muchísimo trabajo. Entonces, se me ocurrió decirle a un cliente que podía potenciar una feria inmobiliaria en el Palacio de Congresos de Sevilla haciendo un récord Guinness bajo mi marca. El cliente aceptó y yo compré 1.000 litros de vino y contraté a 61 venenciadores. El éxito fue rotundo”, recuerda emocionado.
Sin embargo, la pandemia frenó en seco la carrera imparable que había mantenido esta empresa a lo largo de tres décadas. “Durante los meses de restricciones más duras, tuvimos que tirar de los ahorros. Con todas las ferias, bodas y eventos cancelados, no teníamos nada que hacer”, se lamenta. “Pero también es cierto que, en cuanto la cosa mejoró un poquito, empezamos a recibir muchas ofertas: las empresas y los ayuntamientos estaban deseando poder brindar de nuevo con una copita de Jerez. Entonces, con todas las medidas de seguridad pertinentes, comenzamos a rodar de nuevo”, explica Rubiales con una sonrisa inmensa.
El sueño de este venenciador pasa ahora por volver a inaugurar la Feria del Caballo, ofreciendo vino en todas las puertas de acceso. “Es que no puedo imaginar una mejor bienvenida que esa. Además, también me gustaría batir mi propio récord Guinness, pero esta vez, no en Sevilla, sino en mi querido Jerez. Creo que se lo debo”, concluye.
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