Alta, elegantísima, afable en extremo y frágil en apariencia. Regala halagos a su paso, que no cumplidos porque ante todo es sincera. Sincera y perseverante. Cuentan sus allegados que a pesar de que las cosas se tuerzan, ella, en silencio, es capaz de ser constante hasta lograr lo que persigue. Pilar Plá llega al Tabanco El Pasaje del brazo de la persona en la que más ha confiado y confía en el mundo: su hija, la historiadora Carmen Borrego Plá, junto a la que dirige la bodega familiar El Maestro Sierra. “¿En quién si no voy a confiar más? Es sangre de mi sangre”, alardea.
Si algo le queda aún por hacer es dar a conocer la calidad del vino de Jerez. De Jerez. No del suyo. "El vino de Jerez une, en lugar de desunir, no es peleón. Si los dirigentes de dos naciones en guerra se sentasen en una mesa con una copa de vino de Jerez, llegaban a un acuerdo. El jerez es un vehículo social, no una bebida de borrachera y siempre ha contribuido al diálogo". Plá cree que la historia de los vinos de esta tierra se está perdiendo y destaca el papel de éste a lo largo de los siglos y en diferentes puntos del planeta: “Hay presidentes de Estados Unidos que tomaban una copa de vino tras su elección”.
"Si los dirigentes de dos naciones en guerra se sentasen en una mesa con una copa de vino de Jerez, llegaban a un acuerdo"
Podrá ser por causa, o bien consecuencia de bregar en un mundo generalmente masculino, pero Plá confiesa que “en parte” es feminista. “La mujer le da la vida al hombre, la educación y los principios que tiene que tener en la vida. Si una madre encarrila bien a su hijo desde pequeño, la vida le irá bien”, afirma. Ella, dice, se ha dedicado por igual a su familia y a la bodega familiar. “Nunca he abandonado una cosa por otra, he llevado las dos a rajatabla”. A su edad le inquieta que la juventud no se preocupe de que el mundo vaya bien, de que todo el mundo tenga un trozo de pan, una carrera o un oficio. “No al tuntún [sic] sino una cosa fija y estable que aporte una seguridad económica. Muchas veces si no hay seguridad económica se hacen cosas indebidas, como vender su cuerpo”, lamenta.
A su juicio, "la mujer aporta al vino encanto, feminidad y dulzura, cualidades que el hombre no le da”, y además le otorga su puesto a éste. Es decir, aunque estén bajo su mando, trabajando en la empresa le da a cada uno su sitio, “se le escucha y se le respeta, aunque esté o no de acuerdo con él, siempre trabajamos en equipo; no se le obvia, sería un feminismo excesivamente radical”.
Al igual que el vino, con el tiempo aumenta su valía. Continúa trabajando en la retaguardia. Cada día va a la bodega, donde en teoría, como dice su hija, “no hace nada puesto que está jubilada”, pero constituye en sí misma el órgano consultivo de la empresa, esencial, porque la veteranía es un grado.
Pilar Plá representa aún el pasado y el presente de la bodega. Hoy por hoy, el futuro de El Maestro Sierra está por vislumbrar. Lo cierto y seguro es que tendrá continuidad. Su hija y sustituta no tiene descendencia, sin embargo ya barajan posibles nombres y a la hora de escoger a la persona tendrán en cuenta sus conocimientos porque como le gusta resaltar, "a igual cerebro, igual trato”. Pero afirma: “Probablemente sea mujer”.