Una plaga, producida por una cochinilla, se ceba con las chumberas de la provincia. En los puestos ambulantes cercanos a la Plaza de Abastos temen que el año que viene apenas puedan venderlos.
Isabel Prieto, vecina de la calle Sol, tiene 58 años y ya casi ni recuerda los que lleva en su puesto de Doña Blanca. Empezó de niña, ayudando a su madre, y “haga frío, calor o diluvie” planta sus mesas y su género a eso de las ocho de la mañana, que desmantela sobre las dos de la tarde cuando la calle se despuebla. Antiguamente, incluso, se veía corriendo delante de la Policía. Afortunadamente hace años que ni ella ni el resto de vendedores tienen problemas, aunque no tengan ningún tipo de licencia. “Esta es la vida de los pobres. Si nos quitan esto no tenemos nada”. A la sombra de un naranjo vende algarrobas, ajos, limones, laurel, pero ahora en verano, sobre todo, higos chumbos. “Veremos si hay el año que viene”, advierte.
Isabel sabe bien lo que dice. Los lleva vendiendo toda la vida, pero este año centenares de chumberas se están viendo afectadas en la provincia por culpa de una plaga que empezó en Murcia en 2007 y que ha ido extendiéndose por toda la zona de Levante y el Oriente andaluz hasta llegar a su parte más occidental. El causante de la misma es una cochinilla, que se utiliza para extraer carmín natural, que provoca una sustancia de color blanco y apariencia algodonosa que pudre las palas. La plaga es bien visible incluso desde las carreteras. Tradicionalmente las chumberas han servido de muro natural en numerosas fincas para delimitar sus terrenos. Ahora, sus propietarios se ven en la obligación de vallarlas si no quieren que cualquiera pueda acceder a las mismas o para evitar que su ganado escape. Sin embargo el problema es mucho mayor para aquellos que durante un par de meses se sirven de los higos chumbos para ganar algo de dinero que llevar a casa.
Isabel, que sólo los vende, da fe. “Yo tengo la barriga llena de puyas y estoy en el puesto...”. A ellas se los trae su yerno, desde Rota. Puerto Real, Conil o Alcalá de los Gazules son otros lugares tradicionales de recogida. “Ahora hay un montón de gente cogiéndolos, y cada vez quedan menos higos”, dice. “Y menos que van a quedar”, le contesta Pepe.
Manuel tiene siete hijos. Ninguno de ellos tiene un trabajo estable. Uno de ellos, junto a un yerno, le ha traído los higos que hoy vende a la puerta de la Plaza. Llegó a las 8 y no se irá hasta la hora del cierre del mercado. “Empecé gracias a un chaval de Medina. Él me ponía el puesto y yo le vendía el género”. Ahora reconoce que hay menos vendedores en Doña Blanca, pero eso no significa que se venda más. “Antes hacía a diario 120 ó 130 euros, pero también porque vendía laurel, orégano… Es difícil vender sólo higos chumbos”.
Manuel no es ajeno a la plaga que asola a las chumberas. "Sería duro que se acabaran los higos chumbos, porque nos afectaría a los que vivimos de esto", reconoce, aunque él, como otros tantos, tendrán más oportunidades de salir adelante en unos meses gracias a las tagarninas y los espárragos.