Para la burguesía local, que experimentó un avance económico sideral al calor del negocio del vino de Jerez en el último tercio del s. XIX hasta la crisis de la filoxera (1894) y después, debió ser una vergüenza muy grande que fueran tan visibles los platos rotos de su trepidante negocio… una masa de trabajadores (toneleros, viticultores, arrumbadores, peones, empleados eventuales, etc.) viviendo a la mínima, aunque es cierto que se ha empleado el término “aristocracia obrera” (A. Cabral) para distinguir las algo mejores condiciones laborales de estos trabajadores de la industria vitivinícola respecto de las peores condiciones de trabajo de la masa de jornaleros, viviendo siempre al borde del hambre, que faenaba en los cultivos de secano y que trató de asaltar Jerez alguna vez en el s. XIX, o de las condiciones laborales inexistentes de aquellos muchos centenares, o miles, que sufrían el desempleo.
Viene esta reflexión a cuento de que la Biblioteca Municipal fue creada en buena medida, lo que se ha comentado bastante poco en mi opinión, para que estas masas de trabajadores pudieran tener acceso a la Cultura y, con ello, elevar el nivel educativo de una mano de obra hasta el momento sin otra cualificación que el aprendizaje y la propia práctica tradicional del oficio. Efectivamente, en la época, muy conscientes de esto, se escribió: “¡Cuántos modestos obreros, dotados por la Providencia de gran talento natural, pueden adquirir por medio del estudio gratuito en estas bibliotecas, el desarrollo intelectual y los conocimientos necesarios para hacerse ellos mismos una posición y ser al propio tiempo útiles a sus compatriotas y a la Nación de que forman parte!... Es también evidente que las ventajas de la instrucción no son solamente de un orden moral, sino también de un orden material; el obrero que adquiere instrucción, que se perfecciona en su arte o en su industria, por el estudio, por los conocimientos que adquiere, está en aptitud de ganar más, de producir mejor, y elevándose él, eleva también la potencia productiva del país donde vive, haciéndolo más rico, más humano y más poderoso… hemos notado también con gran complacencia el numerosos concurso de obreros que asiste por la noche” (Javier Piñero: “La Biblioteca Municipal”, El Guadalete, 28 de marzo de 1906)
Una burguesía local nadando en la riqueza pero rodeada de una masa de trabajadores que vivía al mínimo, habitando hacinadamente en casas deficientes, en estado sanitario precario y sin cultura alguna… sería un espectáculo antipublicitario sin duda nada conveniente para el negocio, un baldón moral y político que, por sí mismo, y después de los hechos de la Mano Negra y huelgas posteriores, no podía dejar en buen lugar a la clase pudiente. La Biblioteca Municipal, como la acción benéfica de la mano de la iglesia católica, vendría a ser entonces una prueba de la preocupación humanitaria de la burguesía local por sus siervos de la gleba.
La preocupación por que los obreros usaran la Biblioteca Municipal, cosa que hacían, era muy tenida en cuenta en la prensa local de esta forma: “Habiendo obedecido principalmente la erección de este utilísimo establecimiento al deseo de proporcionar medios de ilustración a las clases obreras de nuestra ciudad, las cuales por lo general sólo pueden disponer de algunas horas para su recreo o enseñanza durante las de la noche, creemos sería muy conveniente que en vez de ser el nuevo horario de siete a nueve, lo fuera de siete a diez, cuya reforma sería acogida con general aplauso por los numerosos obreros que de noche concurren a la Biblioteca…” (El Guadalete, 30 de octubre de 1909)
En este año 2021 la espléndida Biblioteca Municipal de Jerez celebra sus 148 años de existencia. Por nuestra parte, hemos pensado celebrarlo, en la conmemoración del Día del Libro, en 23 de abril, citando esas notas hemerográficas ya transcritas y comentando sucintamente un expediente que se encuentra en la sección de Inventarios de Bienes Municipales del Archivo Municipal de Jerez, en el año 1918. Entre 1885 y 1918, sin remuneración alguna, fueron bibliotecarios-conservadores primero el abogado José Luis de la Herrán y Lacoste (fallecido en 1908) y luego de su hijo José Luis de la Herrán (autor del inventario de enseres de la Bca. Mpal. en 1918 ya mencionado). El gobierno municipal invertía poco o nada en la Biblioteca, pero algunos miembros de la burguesía local, de profesión abogados, es decir, media burguesía, sí cuidaba personalmente, con cierto enfoque también asistencial y benéfico, ese establecimiento público.
Al comienzo del inventario leemos: “El Director de este centro al presentar al Excmo. Ayuntamiento este Inventario, cuya obligación no le ha sido exigida desde el año 1906 en que fue presentado el último por el Ilmo. Sr. D. José de la Herrán [y Lacoste], su amadísimo padre, se ajusta en absoluto ahora al sistema seguido por sus antecesores, enumerando con la mayor exactitud…”. Entonces, en 1918, fecha de dicho inventario, el director de la Biblioteca Municipal era José L. de la Herrán hijo:
En la descripción del despacho de dirección encontramos un sin fin de enseres y utensilios diversos, algunos muy curiosos: atril, azucarero, blusa para el director, cerillera, cuadro lienzo "Término de Jerez", escupidor de barro, fechador, higrómetro, espejo para leer impresiones microscópicas, "libro de actas de fundación de esta Biblioteca", manta escocesa, medalla de bronce premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, moneda pequeña de plata romana, moneda pequeña de plata árabe, pesa-cartas, pirámide de cristal pisa papeles, termómetro, ventilador, cabeza de estudio de Rodríguez Losada... En la descripción del piso del conserje y habitación baja encontramos, entre otras cosas, las siguientes: cántaros lebrijanos, ratera de alambre, trozos de molduras divisionarias de la estantería nueva...
En la descripción del pórtico y zaguán del edificio del Cabildo viejo, donde estaba la biblioteca publica municipal, los siguientes enseres: balas de piedra romanas, columna miliaria, escudos de Jerez en piedra, estatuas togadas, lápida sepulcral del s. I, púlpito de planta hexagonal, torso de Hércules, etc. En la descripción del salón 1º de lectura: alzapies, archivadores de cartas, barómetro inglés de cubeta de mercurio, busto de santa del s. XVI, cuadro sinóptico de los reyes y jefes de estado españoles, diagrama astronómico por Reynolds, escupidores de hierro, grabado sobre lienzo con moldura negra y dorada "filoxera vastatrix", hacha de piedra resto arqueológico, máquina de escribir sistema Remington, monetario sin clasificar, monedas de cobre árabes, palmatorias, paragüeros, perchero, plano parcelario de Jerez, prensa de hierro, reloj grande circular, tijeras, tintero, esportón almaciguero...
En la descripción del salón 2º o interior encontramos: atril de caoba giratorio, blusas para director y conserje, esfera de cartón piedra y pie de madera (deteriorada), estante portátil para libros sometidos a limpieza, gradilla con cuatro escalones con pasamanos, plumeros, ratonera de alambre, tinteros de cristal, etc. El autor del inventario, el resignado director de la biblioteca en 1918, dice: "Desde el fallecimiento del Ilmo. Sr. D. José de la Herrán y Lacoste (q.s.g.h.) ocurrida en febrero de 1908, en cuya fecha tomó posesión de su cargo el que suscribe, no ha variado absolutamente nada, ni aún la colocación del mobiliario que venía utilizando su amadísimo antecesor".
Los recortes de prensa que pueden espigarse en El Guadalete arrojan alguna luz sobre la cruda intrahistoria de la Biblioteca Municipal de Jerez, la que en aquella época recibía, a pesar de su enorme valía, una muy escasísima atención del ayuntamiento, propietario titular de la misma. Tan poca que ni los bibliotecarios cobraban. Padre e hijo de la Herrán bien merecen, por ello, un homenaje de reconocimiento, dado que resistieron contra viento y marea aquel descuidado proceder municipal; incuria que no surtió efecto gracias a ellos, a quienes, en buena medida, debemos pues que en el s. XXI disfrutemos de una biblioteca pública municipal muy rica, muy interesante, una brillante joya de Jerez.
Recordemos hoy ciertas, e importantes aún, palabras dichas cuando se inauguró la Biblioteca Municipal de Jerez en 1873: “Hubo un tiempo en que rancias preocupaciones pudieron impedir el desarrollo de la instrucción, hasta el extremo de considerar como cosa peligrosa se estendiese á todas las clases sociales, por suponer que había de influir perniciosamente en ellas; y en que hasta parecía temerse que la razón traspasara el límite de la moral y al derecho. Ah! temor fanático que no comprendía que el verdadero misterio se engrandece y gana en altura y magestad, cuanto mas á él nos aproximan nuestros conocimientos; porque la ciencia no es más que el telescopio con que la mente humana…” (Gumersindo Fernández de la Rosa en el acto de inauguración, en aquel republicano 23 de abril de 1873, de la Biblioteca Mpal. de Jerez)
Y es que, como leemos en el libro La biblioteca municipal de Jerez, 112 años de historia, la instrucción obrera estaba grabada en el ADN de esta espléndida biblioteca abierta por las autoridades locales de la I República en 23 de abril de 1873: “Pero no seria hasta 1857, lunes 21 de Diciembre, cuando los señores Ortega, Ortiz, S. Martín y Fernández y González en su “expuesto” sobre la necesidad “literaria y moral” de dar al pueblo de Jerez una Historia de la ciudad, recogen a su vez otra petición: "…y si resultare alguna suma sobrante, sirva con los elementos de la sociedad que con aquel objeto deberá formarse, para sostener un verdadero Ateneo donde se de instrucción gratis a los artesanos y agricultores del pueblo; o si no es bastante, se aplique al establecimiento de una Biblioteca Pública u otra obra digna”.