Las crónicas de Jerez refieren: “En este día, 1873, el alcalde D. Francisco Revueltas Montel, hace saber al público que en aquella mañana se había presentado, delante de la casa Ayuntamiento un crecido número de segadores guiados por revoltosos de aquí, exigiendo tumultuariamente cosas injustificadas, viéndose obligado a hacer uso de la fuerza armada, a cuyo solo amago se retiraron dispersos”. Pero, ¿qué fue lo que ocurrió?
Quizás nos faltan más datos diacrónicos para conocer bien lo que ocurrió, entonces, en los sucesos de la Mano Negra, solo una década más tarde. Quiero decir que las protestas campesinas y jornaleras, que yo sepa, no han sido estudiadas minuciosamente, para el s. XIX en Jerez (aunque es cierto que hay diversos estudios parciales del motín de 1869, de los sucesos de 1882-1883, etc.). Porque no olvidemos que un fuerte impulso de protesta jornalera, campesina, venía haciendo acto de presencia intermitente desde el último tercio del XVIII… Recordemos: “En sábado, entre nueve y diez de la mañana, fue el levantamiento de la gente de campo de resultas de un bando que se echó a instancias del gremio de vinatería, para que saliesen a su trabajo temprano. Fueron todos los levantados en número de más de cuatro mil, a la casa del Sr. Corregidor, pidiendo en altas voces se guardase uso y costumbre y habiendo salido el corregidor al balcón que da a la plaza, se le concedió lo que pedían, con lo cual se aquietaron y se fueron a sus casas“ (Diario de Trillo, Jerez, 21 de abril de 1792).
Este importante leitmotiv de la historia de Jerez se repite una y otra vez. En El Guadalete de 1873-06-27 leemos, en relación al motín de junio de 1873: “La alocución que al pie se inserta del sr. Alcalde, explica sumariamente el motivo de la la alarma que ayer reinó en nuestra ciudad. La inconcebible pretensión de algunos díscolos, a que el señor alcalde se refiere, y la invasión de un grupo de alborotadores que penetraron en la casilla y se apoderaron de unos detenidos que en ella estaban, dieron el carácter de motín a lo que aconteció, motín que terminó rápidamente, apenas se presentó en la calle del Consistorio alguna fuerza de caballería e infantería.
Los consejos y amonestaciones de varias personas también contribuyeron a que el conflicto concluyera pronto: así es que a las doce del día habían desaparecido los grupos y la tropa se retiró a sus cuarteles.
He aquí la referida alocución de nuestra autoridad local, que ayer se multiplicó ora exhortando al pueblo, ora resistiendo las indebidas peticiones que se le dirigían; logrando al fin que no fuese precisa ninguna colisión para que el tumulto concluyera.
“Jerezanos: Un motín inexplicable ha surgido esta mañana en nuestra culta ciudad: multitud de segadores, en su mayoría forasteros, guiados por revoltosos de aquí se han presentado tumultuariamente ante las Casas Consistoriales pidiéndome los autorizara con mi firma a salir al campo en comisiones para levantar de su trabajo a los que tranquilamente y en uso de su derecho están verificando las faenas de la recolección. Tan extraña exigencia fue por mí negada, porque ni era justa, ni en mis atribuciones estaba otorgarla, ni mucho menos, aún siendo de justicia, me hubiera prestado a ella con el carácter de imposición con que se pretendía.
Mi negativa, pues, fue la señal para que se prorrumpiese en gritos subversivos y se atropellara la Guardia municipal de la Casilla del Consistorio, poniendo en libertad a cuatro detenidos por orden de la autoridad judicial.
Repugna a mi carácter y principios las situaciones de fuerza, pero cuando esta se pone en práctica necesario es repelerla con ella misma, y ya me fue preciso si habían de evitarse mayores conflictos, usar de ella, haciendo salir alguna de infantería y caballería, cuya sola presencia ha bastado para disolver los grupos.
Creo que no será necesaria otra medida más enérgica para restablecer completamente el orden; pero si fuera imprescindible, sepan esos mal avenidos con sus mismos intereses, que tengo medios suficientes a mi disposición para destruir sus planes liberticidas: cuento con la Milicia y todos los buenos republicanos, los que comprenden es un crimen el tumulto, el atropello y el motín, cuando la libertad impera y están dentro de ella abiertos todos los caminos para alcanzar todos los fines racionales y justos; además con multitud de vecinos honrados que voluntariamente se han presentado a sostener la tranquilidad pública y salvar los principios del derecho, de la ley y de la justicia.
Jerezanos: estad tranquilos y seguros, que vela por el orden y la tranquilidad vuestro alcalde, Francisco Revueltas y Montel. Jerez, 26 de junio de 1873”
Este llamativo documento hay que interpretarlo con cuidado porque oculta gran parte de las reivindicaciones de los jornaleros y está escrito por el alcalde republicano del momento (el mismo que inauguró la Biblioteca Municipal en abril de ese mismo año), atosigado quizás por las fuerzas políticas más conservadoras de la ciudad. Además: ¿segadores forasteros jaleados por “gente de aquí”?, ¿seguro?, ¿solo pretendieron sacar de la casilla a 4 compañeros?, ¿qué pretenderían con eso de obtener autorización, para sus “planes liberticidas”, del alcalde para “salir al campo en comisiones para levantar de su trabajo a los que tranquilamente y en uso de su derecho están verificando las faenas de la recolección”?.
Por supuesto, los “aludidos” (propietarios y grandes labradores del momento), llamésmoslos así, respondieron de forma inmediata, al unísono y sin ambages: aplaudiendo al alcalde que, quizás con sorpresa para ellos, acababa de lograr frenar la protesta sacando al ejército a la calle. Veamos:
“En vista de la leal declaración del sr. Alcalde de esta ciudad, inserta en el nº 5177 del día 24, en que expresa que al contestar al Comercio de Cádiz y Época de Madrid por los ataques que le fueron dirigidos con motivo de las huelgas de esta ciudad, no ha podido de modo alguno al censurar la conducta de ciertos labradores referirse en general a tan respetable clase, ni mucho menos a aquellos que celosos siempre por su honra más que por sus intereses han procedido de muy distinta manera que la denunciada en los periódicos, cumple a nuestro deber manifestar agradecimiento al sr. Alcalde por sus sinceras y caballerosas explicaciones, que al aceptarlas como buenas sirven de rectificación a las apreciaciones de los periódicos referidos.
Quedan de V. reconocidos atentos servidores Q.B.S.M., duque de San Lorenzo, Francisco Gamboa, Manuel Romero, Guerrero hermanos, Fernando Concha, Juan N. Romero, Sebastián Carrasco, Fernando García Pérez, José María Romero, Gaspar Aranda, Nicolás Domínguez, , José Moreno, Francisco Romero Gil, Miguel Primo de Rivera, José Calero hermanos, Tomás Rivero, Rafael de Gálvez, Francisco García Pérez, Pedro Chacón, Juan Sixto Oronoz, Antonio Guerrero Vilches, Antonio Díaz Ruiz, Manuel Blanco, Miguel de Morales, Francisco Zuleta y Orbaneja, Jacinto del Corral, José Fantoni, Augusto Castañeda, Sras. De Celis, Juan López, José Gil y Guerrero, Francisco Zuleta y Zuleta. Jerez, 26 de junio de 1873”.
En este levantamiento jornalero de 26 de junio de 1873 viene a socorrernos, curiosamente, las mismas actas capitulares, conservadas en nuestro Archivo Mpal. de Jerez, dándonos informaciones más precisas sobre el “tumulto”:
“A las nueve de la mañana un numeroso grupo, compuesto en su mayor parte de trabajadores del campo forasteros, asaltaron la casilla del Consistorio, atropellaron a la escasa guardia que en ella había y pusieron en libertad a cuatro detenidos por orden judicial. Subieron hasta mi despacho algunos de los amotinados y me expusieron que los propietarios de campo no cumplían con el reglamento que la Asociación Internacional había formulado: que estaban decididos a no ceder en sus pretensiones: que la prisión de los cuatro compañeros había sido injusta y arbitraria, razón por que los habían puesto en libertad, y por último: que era necesario les firmase un documento autorizándolos para ir a toda la campiña y traerse a los trabajadores de los predios a fin de que hiciésemos causa común con ellos: no me esforzaré en demostrar lo absurdo de la pretensión hecha de una manera insolente e irrespetuosa y exigida en son de amenaza por aquellos que atropellando la ley acababan de invadir el local de la casilla y poner en libertad a los que judicialmente estaban detenidos.
Les hice presente su gravísima falta; les dije que cuando todas las vías legales estaban abiertas y expeditas para que cada ciudadano ejerciese ampliamente su derecho, era un crimen y crimen atentatorio a la República. Y por último, me negué rotunda y enérgicamente a su pretensión. Saliéronse a la calle creciendo entonces el tumulto y las voces; en vano traté de apaciguarlos dirigiéndoles la palabra desde el balcón de esta Casa; en vano les hice presente que lo que pretendían era tiránico y absurdo, que atentaban contra la libertad y contra el sagrado derecho que todo hombre tiene a trabajar de la manera y por el precio y tiempo que le convenga. Inútil fue que repetidas veces les intimase a que cesara el tumulto y se retirasen; sordos a la voz de la razón sin respeto alguno a mi autoridad y guiados únicamente por el punible deseo de que se alterase gravemente el orden público en la Población, invadieron algunos de ellos esta Casa Capitular y desde ese mismo balcón arengaron a los amotinados excitándolos al desorden.
“Abajo el ayuntamiento, viva la anarquía, muera el alcalde, no queremos república”, estos fueron los gritos que se dieron en la calle y en el Consistorio y creí llegado el momento de obrar con toda la energía necesaria pues no podría yo consentir ni por un momento más tan inaudito escándalo. Di las órdenes convenientes para que en el acto viniese a despejar la calle una compañía de infantería y cuarenta caballos, los que al poco tiempo llegaron y solo su presencia bastó; triste y doloroso me ha sido verme impelido por la necesidad a tomar tal determinación por más que no haya ocurrido desgracia alguna, pero creo sres. concejales que ustedes como yo entenderán que era ineludible el deber de mantener a toda costa el orden público… Y es aquí ocasión oportuna para manifestar a Vds.
Todos cuantos pasos he venido dando hace días encaminados a hacer desaparecer ese Centro Internacionalista establecido en la calle de Ponce cuyos socios son los autores del motín de esta mañana. Ese Centro está completamente fuera de la ley, no ha presentado estatutos ni reglamento, no ha pedido permiso para celebrar reuniones y han desobedecido la orden de suspensión de sus sesiones, y sus individuos son los que ejerciendo presiones más o menos fuertes van al campo y levantan a los trabajadores ocupados en las faenas agrícolas causando perjuicios gravísimos a los propietarios, haciendo que se pierda la cosecha. Son sin duda de ningún género los que causan y mantienen el malestar y tranquilidad que de hace un mes se viene sintiendo en Jerez. La comunicación que voy a leer a Vds. Y que dirigí al sr. Juez de primera instancia les probará que he hecho cuanto buenamente ha sido posible para evitar los acontecimientos que han tenido lugar en el día de hoy. Creo haber obrado con la prudencia y energía…
Fue aprobada la conducta del sr. Alcalde Presidente…
Dióse lectura de la siguiente proposición suscrita por los sres. Concejales Angulo, López de Carrizosa, Busto, Fe y Guzmán: Los que suscriben en vista de los acontecimientos que han tenido lugar en el día de hoy asaltando los Internacionalistas la Prevención, dando libertad a varios detenidos por orden judicial y colocándose así fuera de la ley, proponen se suspendan gubernativamente las sesiones del Centro Internacional de la calle Ponce y ExConvento de Santo Domingo.
Abierta discusión la apoyó como uno de sus autores el Sr. Carrizosa haciendo presente que era llegado el momento en que la Corporación celosa de su honra y dignidad debía obrar con toda la energía necesaria y que por su parte estaba dispuesto a no ceder en nada y arrastrar las consecuencias que esta línea de conducta produjera, en el mismo sentido se expresaron los señores Angulo y González Hontoria.
Después de una amplia discusión… púsose a votación resultando aprobada la proposición…”
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