Pone en duda, con modestia, que sepa más de periodismo que el que suscribe. Desde luego, en sus casi 70 años de vida ha leído muchísimos más periódicos. A diario nadie le quita de leer hasta seis, tanto de información general como deportiva, lo que además le ha servido para convencerse de que ni ahora ni antes ha existido una prensa independiente.
Paco Castro del Castillo, Paco el del quiosco (Jerez, 1946) se ha llevado medio siglo manchándose las manos de tinta. Comenzó con 12 años, cuando su padre lo sacó del colegio Mundo Nuevo para ponerlo a repartir periódicos por todo Jerez. Hace una década decidió dar un paso al lado y alquilar su local de Porvera, que ha seguido vendiendo prensa y revistas hasta el pasado 15 de julio. Nunca más volverá a hacerlo. El local albergará antes o después un nuevo comercio, pero Paco no quiere que siga relacionado con la prensa. “Es un trabajo muy sacrificado. Ni se vende como antes ni se sabe llevar el negocio como se requiere”.
En ese rincón de la Porvera, en el único punto donde todavía se divisa la antigua muralla, se han estado vendiendo periódicos de manera ininterrumpida desde hace un siglo. A finales de los años 50 los padres de Paco se hacen con un antiguo quiosco de madera, que luego sería de cristal y posteriormente de ladrillo. En la familia ya había relación con el mundillo periodístico. Su abuelo era director gerente de El Guadalete y su padre trabajaba en El Ayer haciendo los repartos del desaparecido rotativo enclavado en la calle Bizcocheros. En 1958, como ya está contado, su padre le dice que tiene que echar una mano en el negocio familiar. Deja los estudios sin haber siquiera finalizado la educación básica y empieza a repartir prensa por hoteles, bares y casas particulares. A las cuatro de la mañana ya estaba montado en su bicicleta, cargado de periódicos que llevaba a su vez en una cesta de esparto. Recuerda especialmente dos de esos lectores a los que cada mañana les entregaba la prensa del día. El alcalde Tomás García Figueras y José Manuel Caballero Bonald. “Era muy raro. Ni me abría la puerta. Me pagaba por una mirilla”, recuerda del escritor. Cumplida la veintena, hecha la mili y ya casado se pone al frente del quiosco. Su rutina, sin embargo, cambia poco. De lunes a domingo se levanta a las tres y media de la mañana para abrir a las cuatro. A pesar de lo intempestivo de la hora, afirma que ya tenía clientes, sobre todo aquellos que tenían que tomar un autobús bien temprano para hacer un viaje y querían ir informados y entretenidos por el camino.Dice no haber tenido vacaciones, salvo su viaje de novios y cuando pudo tomarse un fin de semana libre para viajar a la ciudad checa de Brno a disfrutar del Gran Premio de Motociclismo, invitado por unos amigos; vivió en primera persona la expropiación de Rumasa, cuyas oficinas centrales en Jerez estaban a pocos metros de su quiosco; sufrió incontables riadas cada vez que llovía más de la cuenta y ha visto fundar y desaparecer decenas de periódicos: España de Tánger, El Alcázar, El Arriba, Pueblo, Madrid, Informaciones, Diario Femenino, El Caso, Diario 16… “Yo lo vendía todo”. Se jacta de haber vendido prensa de todos los colores. Desde la publicación ultraderechista de Fuerza Nueva hasta el Mundo Obrero o La Voz del Pueblo, que tenía que vender a escondidas durante la Dictadura y por cuyo motivo tuvo que dormir más de una noche en el cuartel de la Guardia Civil de San Agustín. Y de contrabando también trajo las primeras revistas Play Boy, llegadas desde la vecina base de Rota, toda una revolución en la recatada España del franquismo.
Todo jerezano sabía que lo que no encontrara en su quiosco habitual, lo tendría a la venta Paco. De hecho, él también fue el primero, junto a Mario, el otro conocido vendedor del Villamarta, en vender prensa extranjera. “Los hoteles me comentaban si podía traerla para sus clientes y yo los decía que claro”. Y ahí que a diario cualquier guiri podía encontrar el Bild, el Times, el Corriere della Sera… “Recuerdo a un suizo, que estaba viviendo en Jerez, que me dio un abrazo, llorando, al ver que vendía el periódico que leía en su país”. También fue de los primeros en sellar primitivas y quinielas. Recuerda un cliente, habitual, que un día le selló una quiniela de cuatro millones de pesetas. “Me llamaron hasta de Loterías y Apuestas del Estado para preguntarme si sabía lo que estaba haciendo. Y tanto que lo sabía. Lo peor de todo es que no le tocó nada, por increíble que parezca”. Eso sí, afirma que el mismo cliente se resarció tiempo después con una de 14, por la que se llevó 30 millones de pesetas, y luego con una primitiva de 300 millones. “Me quiso regalar un Mercedes que tenía, pero no lo quise”.
Paco, que durante la entrevista echa mano a una libreta, donde tiene apuntados algunos datos que no quiere olvidar, luce en su niqui de color azul un escudo del Xerez CD. “Mi pasión”, se sincera. “Respeto a los que son del nuevo equipo, pero el mío será, hasta que me muera, el Club Deportivo”. Precisamente han sido los ascensos del club azulino, sobre todo el de Primera División, los que han hecho que Paco se quedara sin prensa local. Pero desgraciadamente las buenas noticias no suelen ser las que agoten los periódicos. La muerte de Lola Flores o Paquirri, los atentados de ETA más sangrientos y el de las Torres Gemelas de Nueva York, el trágico accidente ferroviario de El Cuervo, el golpe de estado de Tejero o la expropiación de Rumasa fueron las noticias que, según el veterano vendedor, más interés despertaron, junto al del asesinato de Carrero Blanco o la muerte de Franco.
Entre los periodistas que escribíamos o siguen escribiendo en prensa escrita, siempre se decía que, mejor que las empresas de medición de audiencias, los que de verdad conocían cómo estaba el negocio eran los quiosqueros. “Sí, sí, completamente. Yo a diario tenía la cuenta de cuánto vendía al día, y eso no fallaba”, afirma, y reconoce que desde el comienzo del nuevo siglo notó un bajón espectacular en las ventas. “Los lectores de siempre se van haciendo viejos y mueren y los jóvenes ya no leen periódicos. Además ya todo se lee en el ordenador y los móviles”.
Antes de despedirnos, Paco pide que se refleje en el reportaje "mi cariño y mi agradecimiento a todos mis clientes". Nosotros, por nuesta parte, le hacemos una última pregunta. ¿Ha habido alguna publicación que se haya negado a vender? “Ninguna, aunque para qué te lo voy a negar. Me daba coraje vender el Diario de Cádiz. Es que yo soy muy de Jerez…”.
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