El mundo de la ‘gente de abajo’, como se conoce en la jerga cofrade a los que ponen la fuerza y el arte costalero desde la oscuridad de la parihuela, es inabarcable para los que desconocen ese espacio en el que conviven 30 hombres en los palios, y más en los misterios. En esos pocos metros cuadrados se viven muchas cosas; es una dimensión diferente y ajena a lo que sucede de los faldones hacia fuera.
Compañerismo, comprensión, disfrutar, llorar, reír y aguantar los buenos y malos momentos cuando los kilos llegan. No hay distinciones sociales, pero sí propicia situaciones que se quedan solo para los que habitan en la penumbra de abajo, unas vivencias que forman parte de lo más preciado para quienes viven y disfrutan de esta afición-devoción.

Nos detenemos en el caso de David, 50 años, y su hijo Hugo. Ambos van a experimentar por primera vez ir en la misma cuadrilla que llevará a La Soledad el día 12 de octubre. Pese a que igualaron juntos para la pasada Semana Santa, la lluvia no les permitió compartir ese momento.
Son de Cádiz, del barrio de la Viña, por lo que llevan su tierra y su gente muy adentro. Sin embargo, David y Hugo tienen en Jerez una segunda casa cofrade, donde dan rienda suelta también a su vocación costalera. Superando estúpidos localismos, ejemplo que confirma una vez más que lo cofrade no tiene fronteras. Solo estilos y tradiciones diferentes, pero en lo esencial es lo mismo.
“Soy de Cádiz, del barrio de la Viña. Pertenecemos a la Hermandad de La Palma, tanto mi hijo como yo y mi familia. El debut de Hugo como cargador, no como costalero porque en Cádiz vamos de otra manera, fue debajo del Cristo nuestro y conmigo”, relata a lavozdelsur.es David Iglesias, mientras esperaba junto a su hijo en La Victoria la llamada del listero para formar por trabajaderas en el único ensayo que ha llevado a cabo este paso.

David no oculta que siente algo muy especial, al ser la primera ve que compartirá el trabajo costalero con su hijo, que lleva sacándola 10 años. “Compartimos cuadrilla en el Cristo de la Misericordia en Cádiz” y confiesa que “somos muy devotos del Prendimiento, hermandad de la que soy hermano y al que he sacado un año”. Años más tarde recibe la llamada de Martín Gómez tanteándolo para ir a La Soledad. Le impactó la Dolorosa del Viernes Santo. Y ya no se pudo separar de Ella: “hemos creado amigos, hay un vínculo muy bonito con la Virgen” algo que quiere transmitir a su hijo.
El 12 de octubre “será un momento muy bonito. Hugo igualó en un zanco; imagínate cuando yo estoy debajo del paso y al que llaman es a mi hijo para levantarlo. En ese momento para mí ser costalero es una pasión”. A sus 50 años ya tenía rondando la retirada. En Cádiz ya lo ha hecho, pero “el vínculo que hemos creado en Jerez de amistades y sobre todo el amor que nos aporta la Virgen… es algo que ya es imposible dejar”. “Miras a la trasera del paso y ves ahí al discípulo, al que se va a quedar dentro… lógicamente es un orgullo”, dice David.

Hugo Sánchez: "A mi padre le debo todo lo que sé y sobre todo en la devoción del costalero”
Hugo Sánchez, 18 años, tiene a su padre como referente costalero. No oculta la emoción y los nervios que tiene metidos en el cuerpo cuando se acerca la fecha meterse en La Soledad. Lo intentó la pasada Semana Santa, pero el mal tiempo lo impidió. Además, se suma la excepción de estar junto a su progenitor: “Llevo viendo a mi padre desde pequeño al que le debo mucho de lo que sé y sobre todo en la devoción del costalero”, comenta Hugo.
“A mí me gusta ser costalero, soy un picado de esto”, reconoce Sánchez junior, al que, cuando esté compartiendo cuadrilla con su padre, vaticina que la dará “un poquito de vergüenza, pero sobre todo un orgullo tremendo y pienso que lo recordaré para toda la vida”. Oirá al capataz llamarlo en alguna chicotá y es consciente de que su progenitor sentirá algo especial. Reconoce que trabajar abajo con su padre tiene los años contados, ya que a Antonio le ronda la idea de ir retirándose. “Serán tres o cuatro años más que nos dejarán superarán vivencias compartidas: será una satisfacción y a disfrutar muchísimo los momentos que estamos juntos”.
La Semana Santa “es una de mis pasiones”. ¿Qué que lleva a un cargador gaditano del barrio de la Viña a venir a Jerez a la Soledad?, “un orgullo muy grande y también muchas ganas de aprender de la gente de Jerez”. Cuenta que en las cuadrillas a las que llega a pedir sitio, “la gente se sorprende cuando decimos mira, venimos de Cádiz”. Pero cuando se exponen argumentos como la devoción y el amor por el oficio, “todo se entiende”. Y es que, en lo cofrade, las fronteras no existen, sí los estilos y la idiosincrasia propia de cada ciudad: “Aquí venimos a trabajar y a rezar; a practicar nuestra fe debajo del paso, esto la gente puede no entenderlo, pero nosotros practicamos nuestra fe”.