Mónica Íñigo dejará de ser en escasos días la gerente de Pronovias en Jerez, una firma emblemática a escala nacional en la confección de trajes de boda femeninos. Echa el cerrojo al establecimiento de la calle Honda después de 60 años que cumple el negocio. “Empezaron mis padres. Yo soy la segunda generación, pero no tenemos una tercera”, explica como principal argumento del porqué cesa la actividad. En pocas palabras, no hay relevo para coger las riendas, “cerramos Pronovias en Jerez, muy a mi pesar. Me da muchísima pena”.
Sin embargo, la gerente mira al futuro con otros proyectos. Arquitecta técnica de profesión, tiene claro que a lo que se dedicará no será precisamente a lo mismo, “será otra etapa totalmente distinta”. Cuenta a lavozdelsur.es que empezó hace alrededor de 30 años planchando los trajes y como dependienta. De ahí pasó a la gerencia, donde ha estado durante casi dos décadas.
Reconoce que para dedicarse a este mundo “te tiene que gustar mucho, que pese a la especialidad, que no es difícil porque todo se aprende”. Confiesa que “de costura no tenía ni idea cuando entré”. Dedicarse a crear el traje con el que una mujer se vea a casar, algo que casi todas tienen bosquejado en su mente, es algo “muy especial y de mucha responsabilidad. La novia lo quiere todo perfecto y así lo intentamos todos nosotros”.
El trabajo es arduo, pero “es muy bonito porque vienen con gran ilusión a comprarse el vestido de su vida”. “Ese traje no se te olvida nunca. Toda mujer recuerda como fue su traje al detalle aunque pasen los años que pasen”, explica Mónica, para concluir asegurando que “es una de las prendas más importante que nos compramos en nuestra vida”.
Asegura que a una clienta la llega a ver hasta cinco veces desde que entra en la tienda, hace el encargo y, tras las diferentes pruebas, le entrega el traje: “Muchas horas de trabajo, calculo que más de 100, y luego nosotros asumimos los arreglos junto a la central de la marca”.
“De aquí han salido miles de trajes y hemos vestido a miles de mujeres, imposible de calcular. Han sido 60 años”, asevera la gerente. La moda en el traje de novia tiene sus etapas, conforme los diseñadores van avanzando en la misma medida que las costumbres. Dice que ahora “hay novias que quieren dos vestidos, el segundo mucho más cómodo, más funcional” para la parte más lúdica de la celebración.
Después de tan larga experiencia acumulada y por las características del establecimiento, las anécdotas se acumulan en su memoria y rememora cómo una señora que cumplía las bodas de oro, “vino con su nieta y nosotros le hablábamos a la joven, hasta que nos dice la anciana oiga señorita, que la novia soy yo”. Entonces caímos en que no era la joven. La protagonista era esta señora, “que se casó con ramo, velo, cola… vamos, iba de novia total”.
La historia es que esta abuela, cuando se casó hace mucho tiempo, “estaba de luto y se casó de negro, en las bodas de plata también le pasó algo y no se pudo casar. Su ilusión era vestirse de novia-novia y así lo hizo a los 50 años del matrimonio”. Cada novia es un mundo diferente, “cada una trae detrás una historia más o menos alegre, pero todas llegan con gran ilusión”.
Mónica Íñigo reconoce que en 30 años vinculada a Pronovias ganan por goleada los buenos momentos sobre los malos: “La novia está feliz con su vestido, se va feliz y agradecida. Eso es lo que más me conforta. Incluso ha habido algunas que nos ha invitado a la boda, nos dan regalitos, bombones”. Con estos momentos se queda al clausurar una etapa de su vida, el agradecimiento "por lo que le hemos podido ayudar a ser felices a tantas mujeres”.
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