Una vieja aserradora en lo que hoy es el edificio Los Ramos, entre Medina y Diego Fernández Herrera, fue el comienzo de un emporio maderero que duró casi dos siglos. La historia empezó con Luis Ramos-Catalina Urpía, fundador de una empresa familiar que ha sido de las más longevas de Jerez, y que se fue a pique en 2015, apenas unos años después del crack del ladrillo. Actualmente, a nivel mercantil se encuentra en liquidación, aunque lo más desolador es comprobar lo que va quedando de las naves en las que trabajaron cercanas al parque González Hontoria y a Chapín, casi en el arranque de la avenida de Europa.
Alimentada en sus comienzos por el calor de la industria bodeguera, ya en las últimas décadas era el boom de la construcción la que propulsaba el negocio familiar centenario. Sin embargo, la caída colosal del mercado inmobiliario dio al traste con la historia y los sueños de una familia siempre volcada en el negocio maderero. Hoy las naves que ocupaba Ramos-Catalina presentan un aspecto desolador, saqueadas, revueltas por el expolio de los amigos de lo ajeno, y un foco enorme de combustión que ya ha provocado varios sustos en forma de incendio —dos en este año—, para alarma de los vecinos de los residenciales cercanos.
El usuario de Facebook Juan Romero Barea publicaba estos días en la red social un amplio reportaje fotográfico sobre el estado actual de los antiguos almacenes, oficina y aserradora de Ramos-Catalina. Imágenes que hablan por sí sola de otro gigante industrial de Jerez cuyo rastro es hoy un mal recuerdo de otra época de esplendor.




