Hubo un tiempo en que Jerez apuntaba alto. Y tanto. Hubo hasta dos rascacielos de los que se habló hace más de una década, en 2009, que irían a la par de los novedosos Área Sur y Luz Shopping, los centros comerciales del entorno. Entonces, el ladrillo era vida. Hoy, en la misma zona, quedó muerto el proyecto de Palacio de Congresos, el cual se suponía otro impulso para el entorno. La entonces alcaldesa, Pilar Sánchez, en una noticia recogida en Jerez Información, indicaba que existía “interés de inversores de carácter privado de construir dos rascacielos”. Proyectado para 18 plantas máximo, uno duplicaría el tamaño de Jerez 74, en principio, y “sería el punto de inflexión a la crisis del ladrillo que devolvería vida a la economía y empleo de la ciudad y una prueba del interés que el Plan está suscitando en todos los sectores”.
El proyecto del que se hablaba era una operación inmobiliaria donde los protagonistas serían los propietarios de Nueva Rumasa, José María Ruiz-Mateos y algunos de sus hijos, que acabarían sentados en el banquillo por irregularidades frente a Hacienda en la venta de terrenos en la zona, Los Villares I y el Pago de Raboatún. Lo que eran parras iba a ser hormigón, pero se quedó a medio camino.
De hecho, los Ruiz-Mateos llegaron a presumir de acuerdos con el Ayuntamiento. En manos de Hacienda, precisamente, acabarían terrenos valorados en más de cinco millones que en 2011 salieron a subasta pública, pero que quedó desierta. Uno de esos rascacielos, de hecho, estaba pensado ubicarse en una de las esquinas del complejo bodeguero de Garvey, el cual iba a urbanizar una parte para mantener la bodega como corazón de una especie de entorno de viviendas y comercios, un barrio nuevo con torretas, junto al Hospital y a las carreteras que dan acceso directo a la costa Noroeste, por un lado, y a Sevilla indirectamente por la Nacional. Un caramelo para los sueños del expansionismo, del ladrillo, que nunca culminaron.
Garvey, hoy en manos del Grupo Emperador, dueño también de Fundador, no tiene intención alguna, explican desde la empresa, de que deje de ser industrial. Nada de operaciones inmobiliarias ni a corto ni a largo plazo, manteniendo las marcas que adquirieron a Nueva Rumasa y la actividad puramente bodeguera. El Ayuntamiento lo ratifica. No hay peticiones, no hay más ensoñaciones. Se acabó apuntar tan alto.