Lola Flores nació en la calle Sol un 21 de enero de 1923. San Miguel, barrio flamenco y gitano por antonomasia en el que se criaron también otros artistas consagrados, como La Paquera, Manuel Torre o Antonio Chacón, fue el lugar que acogió los primeros años de vida de una mujer polifacética e inclasificable que derrochó talento y gracia allá por donde pasó. En vida fue admirada y reconocida, pero casi 30 años después de su muerte, sigue despertando afectos y aplausos. Hay que ser genia para dejar un legado tan vivo y contemporáneo, para ser referente en las nuevas generaciones que ven en ella un símbolo de fuerza, coraje y carisma y para seguir brillando en la memoria de los mayores.
Más allá de ser icono de círculos feministas, protagonista de documentales recientes o reclamo de anuncios comerciales, sus antiguas vecinas la siguen recordando con entusiasmo y cariño como compañera de calle y patios que fue. Algunas eran aún muy niñas cuando coincidieron en el barrio, pero aún así mantienen vivo su recuerdo; otras no la conocieron en persona pero la rememoran a través del relato de sus ancestras. Esto supone un pequeño tesoro intangible para ellas: la tarde de primavera en la que la madre de Rosa puso un cafelito a Lola Flores en la casapuerta o la mañana que Pepa la vio en la capilla de la Yedra pasando un ratito con la Virgen.
Lola Flores, la del "brillo en los ojos", nació en la calle Sol
La Plazuela, a pocos metros de donde nació Lola Flores, conserva una animada rutina y un devenir constante de vecinos que vienen y van de sus recados diarios. Pepa, una de las vecinas más veteranas de San Miguel, se muestra efusiva en cuanto escucha el nombre de Lola Flores. "La número 1", afirma tajante. Su madre Amalia era "buenísima amiga de Lola" y de ella le gustaban hasta los andares. "No te puedo decir una cosa, porque es todo". Al mismo tiempo, un vecino pasa con catavino en mano y jerezanas maneras, pero él sin embargo dice que "de flamenco no tiene nada que contar". Hay de todo en el barrio del compás.
En el bar La Plazuela, punto de encuentro para buena parte del barrio, está Francisco 'El Manteca', que recuerda especialmente las actuaciones míticas de Lola en el Volapié de la Asunción. "Lola ha sido muy querida en Jerez, aunque ella no se ha portado con Jerez como Jerez se ha portado con Lola", explica en alusión a la respuesta que la artista dio en una ocasión, cuando afirmó en un programa de radio ser de Sevilla. Esta respuesta parece que muchos la llevaran clavada dentro como una espinita. "Yo también he escuchado ese dicho de que renegó ser jerezana", añade Fernando, otro parroquiano. "La verdad es que fue una artista muy grande, tenía un nervio que era increíble cómo se movía esa mujer", continúa. Ambos recuerdan la relación temperamental con Manolo Caracol y también la famosa anécdota de cuando paró una actuación tras haber perdido un "pendiente de los buenos".
Estefanía y su hermana tienen el recuerdo de una Lola ya muy mediática cuando se dejaba ver por La Plazuela para algunos reportajes que le hacían. "Cuando venía al barrio había mucho revuelo, pasaba con su séquito pero no dejaban ni acercarse", cuenta Estefanía, que se declara sobre todo fan de Rosario y Antonio Flores. A Rosa, otra vecina, la recuerda en su patio cuando ella era pequeña: "Mi madre le puso una sillita para que se sentara y a mí me dio dinero para que fuera por algún recado. También recuerdo una vez que vino "con un traje amarillo, guapísima, y se puso a bailar en plena calle", cuenta Rosa con admiración y cierta nostalgia.
'El pollo soleado', el asador que preside la calle Sol, durante mucho tiempo ha sido punto de información improvisado sobre la ubicación de la casa de Lola Flores. "De siempre han parado muchos turistas preguntando, incluso estuvo una vez Carmen Sevilla", explica Paco, el dueño del negocio. "Aunque la gente ahora con internet sabe que no tiene nada y cada vez paran menos", añade su compañero Juanma.
Lola en Santiago: "Aquí no es que seamos listos, es que somos lolistas"
Hay que acercarse a Santiago para completar la historia de Lola Flores en Jerez. Allí, en plena calle Cantarería, nos encontramos con Sebastiana Romero, una de las últimas guardianas de la vida gitana que transcurre entre pucheros, flamenco y patios de vecinos en el barrio de Santiago.
La Bastiana, cantaora, bailaora, madre de ocho hijos —entre ellos Tomasito— y abuela de 14 nietos, era una de las mejores amigas de Lola Flores. Juntas estuvieron en Madrid, en el programa 'El tablao de Lola', que empezó a emitirse en 1992. La memoria de La Bastiana halla el primer recuerdo junto a Lola en la capital, entre los platós de Telecinco y la casa que la artista tenía en La Moraleja, donde cocinó una berza con manteca colorá y pimentón molido. "Tuve que darle arte a la berza con una cabeza de ajo tostaíta y unos clavitos". La Bastiana se recrea recordando esta receta que tanto gustó a los invitados, asegura.
Ángel, hijo de la Bastiana y hermano de Tomasito (que define su casa como un santuario de Lola), recuerda con especial cariño el día del bautizo de un hijo de Diego Vargas, palmero de Lola Flores, del que la artista fue madrina. "Cuando terminó el bautizo nos fuimos a la churrería del Arco de Santiago, a eso de las 6 de la mañana de un domingo. Pasaban los coches y los autobuses y la gente se bajaba. Era Lola Flores la que estaba bailando. Paró la circulación y cada vez llegaba más gente. También le encantaba venir a la fiesta que se hacía cuando se recogía el Prendimiento el Miércoles Santo. Lola no tenía jartura".
A la Bastiana le encanta decir que Lola Flores era mu larga (para referirse a su carácter generoso). "Ella cuando veía a alguien con fatiga se acercaba a ayudar", cuenta esta longeva vecina de Santiago. "Le encantaba ir con su gente, ir bien acompañada a los escenarios aunque ella ganara menos dinero", prosigue su hijo.
Ángel también recuerda como un antes y un después una actuación que vio de La Faraona desde el gallinero del Villamarta: "No se me olvidará cuando se abrió el telón. Salió esa mujer con los brazos abiertos, una bata de cola y un mantón de manila blanco, abrió los brazos y en 10 segundos hizo el teatro ¡pum!. Desde aquel día me declaré fan absoluto e incondicional de Lola Flores. 10 segundos bastaron para levantar al teatro entero".
—Bastiana, ¿qué le diría a Lola para felicitarla por su 100 cumpleaños?
—Le haría una fiesta, una berza y tripas asás de cochino negro, no de los blancos, ríe Bastiana recordando a Lola mientras le brillan los ojos, como a su eterna amiga.
El museo que transmitirá "el magnetismo y potencia de un personaje único"
En enero de 2023, 100 años después del nacimiento de Lola, el barrio cuenta con un monumento en la Cruz Vieja, a los pies de Villapanés, y con una placa conmemorativa en la casa en la que vino al mundo. Lola quería que su casa se convirtiera en museo, y este sueño se hará realidad, al fin, esta primavera. No donde ella quería, pero quizás mucho mejor de lo que imaginó.
La Nave del Aceite de la Plaza Belén acogerá un centro de interpretación con arquitectura y museografía de Juan Pablo Rodríguez Frade y Laura Ferrato, estudio que ha trabajado en proyectos museográficos como el Arqueológico Nacional y el Museo de la Alhambra de Granada. "Este es un proyecto atípico porque es transmitir el magnetismo de Lola Flores, la potencia del personaje. Un espacio pensado para ser un lugar vivo con mucha programación y referente en eventos culturales", explica Juan Pablo Rodríguez Frade.
"Este museo pretende transmitir el legado de una mujer avanzada a su época y el anecdotario tremendo que nos dejó. Lo más importante, más que lo que hizo, es cómo era ella, el carisma y la personalidad que tenía", declaran desde el estudio Frade Arquitectos.
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