El equipo de Restauraciones Cantomar trabaja desde primera hora de la mañana sobre la portada del Palacio Riquelme. El sol, que da hasta mediodía de plano sobre la fachada renacentista de este histórico inmueble, ayuda a contemplar el detalle del refinado trabajo de cantería realizado por el maestro de origen portugués Fernando Álvarez en 1542.
"Estamos investigando quién estuvo con él", comenta a lavozdelsur.es durante la visita Blanca García, jefa y coordinadora de unos trabajos de restauración que se prevén que terminen en septiembre. La restauradora gaditana, encargada de devolver el esplendor a la portada del Palacio Riquelme, explica al detalle la limpieza que se ha llevado a cabo de la piedra, afectadas por costras negras a causa de la contaminación, la humedad y de un hongo característico del vino procedente de alguna de las bodegas anexas. "Se escapa y se incrustra en la fachada, es una especie de tanino", dice.
A causa de la orientación y del viento y la lluvia, la mitad izquierda de la fachada de Riquelme estaba algo más deteriorada y ennegrecida que la derecha. Para devolver la piedra a su color natural, se tienen que hacer diferentes pruebas, ensayando tanto la limpieza como la consolidación y la hidrofugación en zonas menos visibles. Luego, se sella las alveolizaciones —esas cavidades en la superficie de la piedra— con objeto de "no dejar debilidades" y que no se vuelva a filtrar el agua y se siga arenizando. "Esto es una piedra fuerte, pero una vez que se altera parece arena, por eso es necesario consolidarla", explica sobre la martelilla, un tipo de piedra de cantera local muy usada en el Jerez de la época.
La restauración se lleva a cabo con piedra de arenisca de la misma composición, buscando que se diferencie lo nuevo de lo viejo y, al mismo tiempo, que se integre. "Todo lo que estamos realizando tiene que estar recogido en el protocolo y en el proyecto de ejecución", explica la restauradora.
Todos los huecos de la fachada se están sellando con objeto de que no vuelva a haber capilaridad, filtración o condensación si bien, como es obvio, no se reconstruyen las figuras que estén deformadas o golpeadas con objeto de preservar al máximo el original. No es lo que sucedió en la última restauración de algunos de los elementos de la fachada, llevada a cabo seguramente en 1825, según una marca que se ha encontrado en el friso principal.
En aquel entonces, sin criterio de restauración artística, se restauró de forma tosca una de las figuras perdidas al cortarse con el agua. "Hay que entender que cada época de la historia es diferente, alguien que no tendría demasiada artisticidad hizo esto, que parece una máscara africana... lo hemos bautizado como el Ecce Homo del XIX", explica con algo de sorna la restauradora, que insiste que hay que ser "muy respetuoso con los materiales y el original".
No obstante, hasta estos elementos tienen que mantenerse, ya que forman parte de la historia material del edificio. "Si, por ejemplo, ponemos yesos estos al final con las sales se pierden y no cumplen su función", añade sobre el uso de morteros con cal de Morón, imprescindible en estos trabajos, permitiendo respirar a la piedra y sellarla al mismo tiempo.
La demostración de poder de los Riquelme
La lectura de la fachada, que se hace de abajo hacia arriba, esconde además de numerosas referencias de la mitología clásica, una explicación de la sociedad jerezana de tránsito entre época bajomedieval y moderna. El Palacio Riquelme es fruto de la rivalidad entre las familias nobiliarias y los "nuevos ricos" de la ciudad. Con objeto de que les reconociese como una estirpe más y demostrárselo a los Ponce de León o a los Villavicencio, los Riquelme, que hicieron fortuna a través de la ganadería, mandaron a edificar esta residencia a los mejores profesionales del momento en una época de prosperidad de Jerez.
Según comenta la restauradora y en base a los trabajos de Antonio Aguayo, en la parte izquierda hay una simbología masculina y en la derecha una femenina. Es el motivo por el que se encuentra a un carnero y a una pantera, símbolos de la feminidad, y al león y al lobo, de la masculinidad, al otro lado. "Hernán Riquelme es quien encarga la fachada para mandar un mensaje al pueblo de que son nobles; es una obra de arte que le ha regalado a Jerez para la posteridad", explica. El busto de Hernán Riquel, como también es conocido, se contrapone al otro lado con el de su mujer, Inés, situada entre los carneros. De la misma forma, a la izquierda se puede encontrar al dios Marte, y a la derecha a Venus, acompañada de Vulcano.
"Tiene un detalle impresionante, no se ve igual desde abajo, es lo que llamamos —en historia del arte— Dios lo ve y nosotros no", explica señalando la redecilla que lleva Vulcano en la cabeza. El objeto final de los Riquelme era demostrar que ellos eran cultos y poderosos "a pesar de no tener los cinco apellidos que tenían que tener de la nobleza".
"Querían eliminar las habladurías que había sobre ellos", aclara sobre los motivos que le llevaron a no escatimar en recursos en la proyección de esta fachada, realizada, cabe recalcar, siete años más tarde de la construcción del edificio, fechado en 1535. El regalo, al pueblo de Jerez en el corazón de su centro histórico —la plaza del Mercado era el epicentro de la ciudad medieval y lugar fundacional del actual núcleo urbano—, era un dardo envenenado contra todos los sectores de la urbe.
El escudo de los Riquelme preside el centro de la fachada, acompañado por dos Hércules a los lados, que representan sus diferentes trabajos y el poder del hombre. Por un lado, luchando contra el león de Nemea, y por el otro contra el centauro Neso. Ambas figuras, las más visibles e icónicas para el barrio de San Mateo al ser visibles desde la plaza, lucen totalmente blancas tras su limpieza.
Lamentablemente, no todos los elementos de la fachada se han podido recuperar, como la cabeza de Constantino, perdida al filtrarse el agua a modo de cascada desde arriba, algo que ya no va a suceder por la construcción de unas pequeños rebajes que hace que se canalice hacia los laterales. "La fachada de Riquelme es única, no hay nada similar de época renacentista, por su detalle y por su estado de conservación", explica la restauradora.
Sobre la documentación señala que es "muy importante", tanto antes, en los estudios previos, como durante la obra, "ya que tenemos muchas fotos y planos". "Es necesario dejar esa información para quien venga luego a intervenir sepa lo que se ha hecho. El edificio al principio está mudo y luego te va contando cosas", explica señalando un trozo de piedra erosionada. Estos datos son claves en el proceso de restauración, como se puede ver con la cabeza de carnero anexa a Inés Riquelme, custiodada en el Museo Arqueólogico desde hace varios años y ya repuesta en su emplazamiento original.
La fachada, notablemente inclinada, ya está consolidada
A diferencia de su fachada, el palacio nunca fue completado a causa de la ruina en la que se vio envuelta la familia, endeudada a traves de préstamos y una mala época para la agricultura y la ganadería. Hasta el siglo pasado estuvo habitado por descendientes de los Riquelme, para finalmente ser una casa de vecinos y propiedad de la duquesa de Montemar, también arruinada. Su abandono progresivo hizo que se expropiara una vez llegada la democracia. Si bien su posible restauración ha ilustrado numerosos titulares de periódico a lo largo de estas décadas, no ha habido forma de que se lleven a cabo actuaciones tan importantes como la que se ha desarrollado al fin este año.
Así, además de los trabajos sobre los elementos de la fachada, se está dejando todo listo para su consolidación definitiva, notablemente desplazada y salvada en los años 90 a través de unas estructuras que a modo de contrafuertes la han mantenido en pie. Para ello, Cantomar la ha consolidado estructuralmente a través de un cosido con varillas y fibra de vidrio que a diferencia del metal no oxida ni daña la piedra.
"Hay bastante desplazamiento, pero no se podía hacer otra cosa que esto", explica Blanca García sobre la notable inclinación del inmueble. El siguiente paso, que ya no es objeto de esta subcontrata, será la reconstrucción de la primera planta del inmueble, donde se ejecutarán unos contrafuertes para que el palacio no vuelva a tener problemas en el futuro.
"Lo que se está haciendo en Riquelme es cumplir el sueño del barrio", comenta orgullosa la restauradora, a quien vecinos preguntan habitualmente por el desarrollo de los trabajos en la fachada, ya cercanos al 80% de su ejecución y que prevén finalizarse durante el próximo mes de septiembre.
Por su parte y a la espera de conocer el uso definitivo del palacio, el Ayuntamiento ya ha insistido en que "peleará" para que se declare Bien de Interés Cultural (BIC) y reclamar el 2% cultural, una ayuda del Gobierno central que podría financiar el proyecto de rehabilitación de todo el inmueble. Una buena noticia que vendría acompañada de la renovada plaza del Mercado, cuya obra también está ya en ejecución.
Desde el balcón de los Riquelme, tapado desde hace años y ya abierto con objeto de que sea restaurado para disfrute de vecinos y visitantes, Hernán e Inés Riquelme divisaban ciudad y campiña. Pronto se espera que sean los propios jerezanos los que tengan el gusto de reencontrarse con su pasado a través de una vista que también será para siempre patrimonio del pueblo de Jerez.
El equipo de Restauraciones Cantomar, empresa de El Puerto de Santa María, subcontratada por Ejoc, con el que trabaja Blanca García Vegara, jefa y coordinadora de restauración, está formado por el jefe de seguimiento Miguel de los Reyes, el encargado de restauración José Luis Dávila de los Reyes, los compañeros Cristóbal Rámirez Mena, José Luis Dávila, José María González y Moisés Moreno.
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