El bar La Parra Vieja, que fue uno de los establecimientos más emblemáticos de Jerez, fundado en 1886, sigue siendo objetivo de ladrones y vándalos que han desmontado y sustraído cerrajería, maderas e incluso parte de los valiosos azulejos que decoran el interior, cuyo valor en el mercado puede llegar a 35 euros la pieza. En absoluto estado de abandono, hace algunos días, como informó lavozdelsur.es, las puertas de acceso fueron violentadas, dejando el paso libre a los amigos de lo ajeno e incluso para algunos que lo usaban como ‘dormitorio’. El pasado fin de semana fueron detenidas dos personas que, a través del bar, accedieron a la casa colindante para presuntamente robar, pero fueron sorprendidos por la Policía.
Este hecho colmó la paciencia de algunos vecinos de la calle San Miguel que en varias ocasiones habían denunciado el estado del antiguo bar sin que las reclamaciones fueran efectivas ya que el Ayuntamiento no podía hacerse cargo del cerramiento y tampoco acceder al interior al ser una propiedad privada. Así las cosas, los mismos vecinos se ocuparon de cerrar y asegurar los accesos con maderas de tal forma que quedara clausurado. La Parra Vieja ha pasado por hasta tres propietarios hasta que finalmente una entidad bancaria ejecutó una hipoteca que pesaba sobre la casa.
Especialmente se llama la atención sobre que este inmueble y el denostado bar están catalogados como protegidos en el área de Patrimonio municipal. Pero, según ha explicado a este medio el delegado de Urbanismo, José Antonio Díaz, eso no significa que el Consistorio pueda actuar en el edificio al ser propiedad privada; lo que sí parece que, ante la preocupación vecinal que ha despertado, se va a indagar sobre su catalogación y qué bienes están protegidos.
Sin embargo, advierte Díaz, el procedimiento es largo ya que hay que comprobar y declarar el estado de abandono, la posible sustracción de elementos proteginos, y requerir al propietario que actúe; de no ser así, con todas las garantías jurídicas, el Ayuntamiento podrá tomar las medidas necesarias. Con detalle, en la ficha de catalogación referida al antiguo establecimiento, se prescribe que en cualquier intervención "deberán mantenerse siempre visibles la estructuras y elementos decorativos internos y externos originales, que revistan interés arquitectónico o histórico".
La azulejería, víctima de la invisibilidad
Pero lo que se ha perdido es ya irrecuperable. En especial se pone el foco en la azulejería que decoraba el interior: un zócalo de metro y medio de altura aproximadamente con piezas de gran valor artístico dada su antigüedad (principios del siglo XX) y el origen de su fabricación, posiblemente azulejos de la fábrica de Onda (Castellón), La Campana (una de las más importantes fábricas valencianas), que fue la primera que comienza aplicar este modelo en azulejería en el último cuarto del siglo XIX.
Esto lo cuenta el ex concejal del ayuntamiento y viceconsejero de la Junta de Andalucía, Antonio Reyes, experto en el arte del azulejo. De hecho, Reyes promovió una exposición itinerante por Marruecos, patrocinada por la Fundación Cervantes, dedicada a la azulejaría española que se usó en numerosas edificaciones del aquel país y en Ceuta en la época del protectorado español. También ha catalogado algunos de los azulejos decorativos que se pueden encontrar en algunas casas y rincones de Jerez.
En un análisis de estas piezas, Antonio Reyes afirma que “además de su ‘invisibilidad cotidiana’, la azulejería ha sido, y sigue siendo, un elemento patrimonial desprotegido, sin importar ciudad o continente”. Llama la atención que durante el proceso de investigación que ha llevado a cabo “en cuestión de horas, una piqueta, un cincel o una máquina excavadora terminaron con la memoria y la identidad histórica de esas edificaciones”.
Reyes lanza “un dardo punzante en las conciencias de propietarios, inquilinos, promotores inmobiliarios y, sobre todo, de los responsables municipales para preservar estas piezas minúsculas, de 15, 20 o 28 cms, no ya del olvido cotidiano o el silencio, sino de su desaparición”. En la segunda mitad del siglo pasado, el azulejo se entendió como un arte menor y entró en desuso “y mala consideración” para ser sustituido por otros materiales en consonancia con los nuevos tiempos y tendencias estéticas. "Cuando se destruye un patio, un zaguán, un arrimadero o se remodela una fachada, una parte de nuestra historia, de nuestra cultura y de nuestra identidad colectiva también se pierde entre la polvareda y el estruendo del derribo", lamenta Antonio Reyes
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