El 10 de septiembre de 2002 el rey, ahora emérito, Juan Carlos I, daba por inaugurados los Juegos Ecuestres Mundiales Jerez 2002. 57 países participantes, 551 jinetes en 7 deportes ecuestres. Instalaciones nuevas y remodeladas hasta situarlas al primer nivel para la competición hípica; el estadio Chapín estrenó nueva configuración, lleno hasta la bandera en la jornada de apertura y una asistencia posterior excelente; la ciudad vivió una fiesta en sus calles: se notaba que algo extraordinario estaba ocurriendo en la ciudad.
Los hoteles llenos, la ciudad copada por turistas extranjeros. Además, dos jerezanos consiguieron subir al pódium en Doma. Fueron los mejores juegos ecuestres mundiales jamás organizados: ese sí es un dato objetivo.
Aquellos días Jerez sí fue la capital mundial del caballo con un éxito de participación y nivel deportivo sin precedentes en este evento. Nadie puso un pero a la brillantez con la que Jerez acogió el mundial, en organización y en las infraestructuras necesarias para que se desarrollaran con todas las garantías.
Otra cosa fue la repercusión en la sociedad jerezana del evento en sí pese a que las calles del centro urbano eran una fiesta. Han pasado 20 años de aquello, ¿qué es lo que queda? Esa es la gran cuestión, averiguar qué fue de esa herencia que dejaron escapar tanto las administraciones como la iniciativa privada. La realidad es que esa pretendida industria del caballo sigue siendo una quimera.
La realidad es que esa pretendida industria del caballo sigue siendo una quimera
Fácilmente se puede achacar a la administración local una absoluta desidia por seguir siendo la ‘locomotora’ que tirara de ese éxito para no dejar pasar los beneficios legados por el Mundial, pero ¿dónde estaba la iniciativa privada? A día de hoy las convocatorias de concursos o certámenes son las justas, excepto las que se convocan en la Feria del Caballo y en diferentes ciclos ecuestres en colaboración público-privada pero ninguna llega al primer nivel internacional como antaño. Las excelentes instalaciones hípicas de Chapín, en manos privadas, ya no son las “mejores del mundo”, como se calificaron entonces. El paso del tiempo y la falta de inversión en mantenimiento y mejoras han dejado una profunda huella en lo que fueron unas infraestructuras para la alta competición ecuestre y para los ‘Formula Uno’ de cuatro patas.
¿Se puede seguir alardeando de la cultura ecuestre jerezana y que la ciudad es ‘cuna del caballo’, como de otras más? Objetivamente nos cogen ventaja otras ciudades que se esmeran en ser prevalentes de lo hípico. En un programa de ámbito nacional, hace algunos días, se habló del caballo y la referencia fue Córdoba. Jerez ni se mencionó.
Esta es la triste realidad; otro tren que pasa de largo sin que los gestores públicos o privados hayan sido capaces de rentabilizar no sólo lo que fue Jerez 2002; tampoco se gestiona la marca heredada, la excelencia hípica histórica y la ancestral relación de Jerez con el caballo. Al menos, la Real Escuela y la Yeguada del Hierro del Bocado recuerdan a propios y extraños el maridaje de la ciudad con el ‘noble bruto’.
Al final de los Juegos, todo fueron felicitaciones y proyectos de futuro; cuando pasaron 15 años lavozdelsur.es publicó una información al llegar esa efemérides. Entonces, en 2018, el que fue director del comité organizador del Mundial, Antonio Ortiz Rufino, cuya actividad profesional sigue vinculada al caballo, lamentó que “se cargaron a cuenta de los Juegos unas inversiones que no eran propias de la actividad.
El Ayuntamiento utilizó dinero de Jerez 2002 para hacer inversiones municipales”. Y más contundente fue al afirmar que Jerez dejó pasar una oportunidad para crear una industria potente en torno al caballo: “En vez de punto de partida fue un punto y final, se llegó exhausto”. En definitiva, la iniciativa privada no quiso o no supo o no le interesó coger las riendas; el resultado es que esa estela de éxito y marca Jerez caducó.
Las cuentas son película aparte. Los proveedores que contribuyeron a hacer posible el evento tardaron años en cobrar. Jerez 2002 logró reunir unos 18 millones de euros para organizar las pruebas. Las cuentas del evento en sí fueron positivas: la recaudación en taquilla fue buena. Pero los números no cuadraron. Las cifras finales fueron un misterio y se fueron conociendo muy poco a poco. La mayor inversión se la llevó el complejo deportivo de Chapín con una inversión de unos 60 millones de euros de los que 21,6 millones fueron para el estadio.
Distintas administraciones pusieron dinero sobre la mesa: 10,1 millones de euros el Ayuntamiento de Jerez, 3,7 millones de euros el Consejo Superior de Deportes, otros 3,7 millones la Junta de Andalucía, 2,4 millones la organización de Jerez 2002 y 1,5 millones la Diputación de Cádiz. El estadio municipal no ha vuelto a albergar una prueba hípica de nivel mundial y en Garrapilos, donde se emplearon tres millones de euros en construir pistas de galope de kilómetros de césped y en adaptar las instalaciones a la llegada de grandes camiones y la instalación de los equipos ecuestres, ahora se dedica la cultivo. Como anécdota se hizo popular la frase expresión 'Juegos Ecuestres, cueste lo que cueste'.
No fue hasta enero de 2006 cuando el Ayuntamiento, con Pilar Sánchez en la Alcaldía, liquidó deudas de Jerez 2002: 3,2 millones de euros pendientes de pago a 240 acreedores, el 80% de los cuales eran pequeñas y medianas empresas. Al margen de lo económico, la realidad es la que se viene apuntando, un claro declive de Jerez en la actividad ecuestre, que se mantiene en gran medida desde el ámbito turístico en las instituciones que ofrecen espectáculos, hasta el terreno privado o particular del aficionado.
Desde el mundo ecuestre local se lamenta la práctica desaparición de la competición internacional de gran nivel en doma, salto o en el polo -con la referencia de la excelente pradera hípica-, eventos con un gran poder de atracción de visitantes de alto poder adquisitivo y de consolidar un distintivo de calidad. Es como si todo quedara de puertas adentro; pero eso no ‘vende’ ni crea marca ni riqueza ni esa anhelada industria del caballo.
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