Vendedores ambulantes, las 'otras procesiones' de Jerez: "Sacamos el carro por necesidad"

Los encargados de estos negocios se quejan de las trabas impuestas por parte de la administración local para vender sus productos y piden que se tomen decisiones que faciliten su labor

José Benítez, uno de los vendedores ambulantes de la Semana Santa de Jerez.

La venta ambulante es uno de los clásicos de la Semana Santa en Jerez. Desde hace años allá donde hubiera una hermandad realizando su estación de penitencia podía encontrarse un carrito que vendía chucherías, agua o los típicos tambores y trompetas de plástico que enloquecían a los más pequeños.

Hoy en día este negocio sigue activo pero cada vez se encuentra con más trabas, una de las más importantes la imposibilidad de contar con un espacio fijo para colocar su tienda con ruedas. "Ahora nos toca ir dando vueltas por donde nos dejan", lamenta José Benítez, que explica a lavozdelsur.es que la nueva normativa les obliga a itinerar como si de una cofradía más se tratase.

Él pertenece a una de las tres familias que trabaja en la venta ambulante en todos los eventos que se celebran en Jerez a lo largo del año —San Antón, Semana Santa, espectáculos taurinos y de otra índole a los que puedan acudir y las cabalgatas navideñas— y durante años ha disfrutado de su sitio en plena calle Larga, donde se ubicaba la sucursal de Bankia. Sin embargo ahora ha tenido que buscarse la forma de poder seguir vendiendo en otros lugares. "La Policía nos ha echado. En la calle Larga, en Tornería, veremos a ver si el año que viene en la cuesta de Las Cruces... hay muchos sitios donde ya no te dejan estar y hacemos lo que podemos donde podemos", cuenta.

José Benítez prepara su carrito frente a la Iglesia de La Granja.  MANU GARCÍA

José lo tiene claro: "Yo soy cofrade y costalero pero las decisiones que han tomado la Unión de Hermandades y el Ayuntamiento nos ponen en una situación muy difícil. Esto no es Sevilla y tienen que entenderlo". De hecho, espeta que "nosotros no hacemos mal a nadie, al contrario, formamos parte de la tradición de la Semana Santa de Jerez".

Este año se han reducido a 52 las licencias municipales que se han concedido para la venta ambulante durante esta semana manteniendo el precio de 152 euros en que quedó fijada hace varios años. Es cierto que ya hace tiempo que no experimenta ninguna subida, pero para José es un precio alto a pagar, más aún teniendo en cuenta que a este gasto se le apareja el del seguro obligatorio, un gasto conjunto que todos los vendedores deben afrontar para poder ejercer su trabajo.

Sin embargo y a pesar de los controles exhaustivos que se realizan todos los años hay quienes consiguen evitar este papeleo y salen a la calle con su carro sin cumplir las medidas estipuladas que puedan cubrirlo en caso de ocurrir un accidente o que verifique la calidad de los productos que comercializa. "Por una cosa o por otra siempre hay quienes se escapan, pero a los más veteranos no nos dejan pasar una", se queja el vendedor jerezano.

El encarecimiento generalizado se ha notado en los productos que venden.  MANU GARCÍA

Por si fuera poco este año se suma una nueva problemática, la subida de los precios. "Todo está carísimo, es criminal", relata José que muestra cómo el coste de los productos que vende ha llegado a duplicarse. Lógicamente esto tiene cierta trampa porque la mayoría de lo que vende no superaba los dos o tres euros pero es cierto que el hecho de que el paquete de gusanitos, por ejemplo, haya subido de 50 céntimos a un euro resulta chocante.

"Quien venga a comprar va a notar esta subida y es algo que no depende de nosotros", lamenta José, que concluye con contundencia recordando que "nosotros no sacamos el carro por devoción, sino por necesidad. Este trabajo temporal nos ayuda a pagar el agua, la luz y nuestra casa y a sacar adelante a nuestras familias. Quienes se dan golpes en el pecho diciendo que todos somos hermanos deberían pensar más en nosotros porque para pagar sí que somos los primeros".

Empujando el negocio contra viento y marea

Mientras este vendedor expresa su descontento una compañera, Jessica, se acerca a saludarle a él y sus acompañantes. Ella trabaja como cajera y todos los años pide la semana libre para llevar el carrito que antes pertenecía a su suegra. "Tenemos esto para ganar un dinerito en estas fechas, aunque no es un trabajo sencillo", dice.

Y es que, como rememora, años atrás podían llevar a cabo su trabajo sin problema por el centro pero las nuevas normativas les han obligado a buscar su sitio también en las afueras. Así, este miércoles han estado junto a la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia, en La Granja, para atender a quienes se han acercado a ver la salida de la Hermandad del Soberano Poder y tras pasar la cofradía ha emprendido junto a Manuel, su padre, el largo camino hasta la plaza Aladro, donde continuarán su jornada laboral.

Jessica lleva 15 años sacando su carrito todos los años.  MANU GARCÍA

Sin duda un camino muy duro teniendo en cuenta que el carro lo trasladan a mano, pero que poco tiene que ver con la odisea que vivió el domingo cuando ella sola estuvo en Guadalcacín durante el periplo de la Hermandad de La Entrega. "El esfuerzo que tenemos que hacer es titánico y no solo tenemos que preocuparnos por esto sino por otros factores como el clima porque si hace mal tiempo el negocio se resiente", señala.

Afortunadamente este año el sol y hasta el calor están siendo los protagonistas. Esto sumado al final definitivo de la pandemia se ha traducido en un aluvión de personas en la calle que, en mayor o menor medida, han ido acudiendo a los servicios de esta vendedora ambulante. "La caja que estamos haciendo es buena, no difiere mucho de las de años pasados", cuenta. 

Eso sí, le cuesta entender por qué si pagan una licencia para la venta en la calle sigue sin permitírseles ofrecer refrescos. "La única bebida que podemos vender es agua. Me parece lógico que no nos dejen vender cerveza pero ¿por qué no refrescos?" se pregunta. Al igual que José, Jessica también está sufriendo las consecuencias de la subida generalizada de los precios pero agradece que, aun así, las personas sigan comprando. "Yo trabajo en un supermercado así que tendo muy presente lo que está ocurriendo con los precios. Sé lo que es verlo todo tan caro así que valoro que la gente esté respondiendo positivamente", indica.

Aunque generan beneficios el trabajo es muy sacrificado.  MANU GARCÍA

A pesar de todo, la vendedora aclara que "económicamente esto sale rentable". Es cierto que tienen que hacer frente al pago de licencias y seguros, valorando positivamente que el precio se mantenga otro año más, y los gastos derivados de la compra de productos, adecentación del carro etc, pero aun con esto al final de la semana echan cuentas y obtienen suficientes beneficios como para volver al año siguiente. Eso sí, tanto Jessica como Manuel quieren dejar claro que "este dinero no cae del cielo, nos lo ganamos con sudor, esfuerzo, sacrificio y muchas horas de trabajo".

Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, el aumento de las hermandades que recorren la Carrera Oficial y la ampliación de las estaciones de penitencia al Sábado Santo benefician a los vendedores ambulantes. La situación de estos negocios que germinan cuando ya huele a incienso por las calles no es la idónea y aunque consideran que desde las administraciones locales no se les está dando el trato que merecen auguran una larga vida a este clásico de la Semana Santa de Jerez.

Archivado en: