Vendió sus primeros zapatos en la tintorería de su madre en la Barca de la Florida. Un cliente se interesó por ellos y lo que más le sorprendió fue que quería dos pares. Eso le llamó mucho la atención, ¿cómo alguien podía comprarse dos pares a la vez? En su familia no era costumbre hacerlo y tampoco ver a alguien tan desprendido cuando se trata de un calzado artesanal, con diseño y materiales de primera, con el elevado coste que todo esto implica.
Esta anécdota nos la cuenta Abraham Zambrana, fabricante y diseñador de zapatos que ha alcanzado con sus creaciones el mercado de lo exclusivo, ese al que es muy difícil llegar pero una vez en él, la historia se escribe de otra manera. Este jerezano de La Barca de la Florida lleva dos años y medio con su nueva tienda y taller en pleno centro de la ciudad, en la calle Cuatro Juanes.
Esta ubicación, algo escondida de la vista del gran público, es lo que estaba buscando. Abraham no vende zapatos al uso, los fabrica artesanalmente bajo unos diseños que han merecido la atención de grandes firmas de la moda a escalas nacional e internacional.
El local es más bien un escaparate de lo que es capaz de salir de sus manos y su creatividad. Detrás de ese ‘salón’ está el taller. Son hechos a medida. Cada cliente que entra a hacer un encargo necesita media hora de atención para tomar medidas, elegir las pieles, modelo, colores… En definitiva lo que es un negocio de un producto exclusivo y de lujo.
Abraham Zambrana empezó haciendo guarnicionaría y sillas de montar, aprendiendo el oficio con 14 años en la Real Escuela, haciendo posible una inquietud que tenía desde pequeño por el trabajo con la piel. Allí estuvo hasta 2012, que se marchó a Francia para completar sus estudios, pero comprobó que el nivel de enseñanza en la institución ecuestre jerezana superaba con creces lo que se ofrecía en el país galo.
Antes de volver a Jerez, su vida profesional cambió cuando conoció a un zapatero francés: “Le dije a este hombre que si podía trabajar allí y me lo permitió por las tardes. Estuve allí un tiempo, unos dos dos años trabajando como aprendiz”.
Lo cierto es que descubrió cuál era su vocación, el norte que le daría a su vida profesional: “Cuando entré el primer día en la zapatería, me dije que esto es lo que realmente quiero hacer. La verdad es que me enamoré del oficio y desde entonces no he parado”. En 2015, el Ayuntamiento de Jerez le dio el Premio al Emprendimiento Ciudad de Jerez, un año en el que Abraham ya había participado en certámenes tan prestigiosos de la moda como la Fashion Week de Madrid, en Milán…
"Soy de pueblo. Aquí se vive muy bien. Ya pasé cuatro años fuera de mi casa y ahora valoro la cercanía, el vivir aquí"
En todo este recorrido, Zambrana tiene claro que la calidad y el diseño son fundamentales para triunfar en el mercado de lo exclusivo: "Es fundamental que para crear una firma de calzado no solamente el diseñador tiene que tener conocimiento de calzado, hay que tener dotes y talento para el diseño, saber que lo que tú creas le gusta a la gente y también tener un poco de suerte ya que he participado con los diseñadores con mis zapatos en las pasarelas”.
Cuenta que el reconocimiento internacional no llega solo por tu trabajo, "tienes que buscarte una colaboración con un diseñador de moda, algo complicado porque a este tipo de personas se les ofrecen todas las marcas del mundo”. Calcula que el 70% de sus productos se venden fuera de España. “Actualmente llevamos casi tres años en los que solo trabajamos zapatos exclusivos. No tenemos zapatos ya hecho para la venta”, subraya.
Reconoce que está en el sector del lujo pero matiza “es un lujo accesible porque hay muchas personas que se pueden gastar 300 euros en un zapato ahorrando un poco. Pongo este ejemplo porque cualquiera lleva un móvil en el bolsillo que vale 800 euros”. Su perfil de cliente es el de un aficionado a los zapatos, muchos de ellos coleccionistas, “gente que ama este trabajo o simplemente gente que tiene un poder adquisitivo suficiente para tener lo que no hay en el mercado normal”.
"Tengo un cliente que tiene 40 o 50 pares míos; muchos de ellos no los ha estrenado"
De esta forma justifica su traslado a Cuatro Juanes, un establecimiento al que hay que llamar al timbre para acceder ya que no es un lugar para elegir de la exposición un modelo y llevárselo puesto. “Tengo un cliente que tiene 40 o 50 pares de zapatos míos. Muchos de ellos nunca se los ha puesto; los tiene simplemente por tenerlos en su casa”.
“Yo soy de pueblo. Aquí se vive muy bien, cómodo. Ya pasé como cuatro años fuera de mi casa y bueno, valoro la cercanía, el vivir aquí. Es cierto que me quieren llevar a Madrid pero no; no estoy en esa prioridad”, se autodefine como un empresario que no quiere alejarse de sus raíces aún sabiendo que en una gran capital las oportunidades son infinitas, aunque en un futuro no descarta montar otra tienda “pero ahora mismo no es mi prioridad, aquí esto marcha bien”.
Como muestra de que el cliente que le busca sabe dónde encontrarle, nos comenta a modo de anécdota que hace unos 15 días un taxista de Jerez fue a comprarle unos zapatos. Le comentó que la causa de decidirse era por “el montón de gente de todas partes del mundo que he traído desde el aeropuerto solamente aquí a la tienda, que no la conocía”. Para el zapatero “fue sencillamente grandioso lo que me contó y me llamó tanto la atención que hay gente que gasta muchísimo más dinero en venir aquí a hacerse un zapato mío que lo realmente lo que vale el producto”.
Es un estudioso del zapato antiguo, que es la base de su inspiración a la hora de crear. Todos los años va a un certamen que hay en Londres dedicado a este tipo de calzado, “lo que hago es interpretar ese zapato antiguo con toques modernos, con diferentes tipos de color pero nunca me salgo de lo tradicional”.
"Hay clientes que se gastan más en el viaje hasta aquí que lo que cuestan los zapatos que encargan"
Durante este rato de charla, Abraham ha tenido que atender teléfono en varias ocasiones. Una llamada era de Estados Unidos, un cliente interesado en un modelo. Por la puerta llegan unos monegascos para hacerle un encargo después de haber elegido, días atrás, el modelo que querían. Más sorprendente es una llamada de Arabia Saudí de un joven para confirmar que estaba en contacto con el artesano del que le han hablado tan bien.
Este es el día a día de Abraham Zambrana, que no alardea de su notoriedad, que prefiere estar y vivir en Jerez con los suyos a lanzarse a aventuras que le alejen de ese entorno de bienestar, pese a que seguramente la reportaría más fama y beneficios económicos situarse en la Gran Vía o en el barrio de Salamanca de Madrid. En Cuatro Juanes, en plena antigua judería de Jerez, tiene abierto el negocio un emprendedor que puede vivir de su pasión, siempre con la marca de la excelencia, la calidad y la exclusividad que han hecho posible que sus zapatos sean tan deseados.