La Semana Santa malagueña ha vivido uno de sus momentos más conmovedores lejos de las calles y los tronos procesionales. En el Hospital Regional de Málaga, un niño enfermo de cáncer ha protagonizado una emotiva levantá que ha calado profundamente entre el personal sanitario, familiares y voluntarios. El gesto, simbólico y cargado de fuerza, formó parte de una iniciativa impulsada por la Asociación de Voluntarios de Oncología Infantil de Málaga.
La escena tuvo lugar en una de las salas del centro hospitalario, donde se recreó el ambiente de una estación de penitencia. Con la colaboración de un grupo de escolares del Colegio Divino Pastor, la música cofrade y la presencia de un pequeño paso procesional completaron una experiencia única para los menores ingresados en oncología.
Un emotivo toque de campana
La levantá, realizada con la campana cofrade por el niño protagonista, simbolizó mucho más que un simple gesto: fue una llamada a la vida, a la lucha y a la esperanza. El momento fue recibido con una mezcla de aplausos, silencio contenido y emoción visible entre los presentes. Según la organización, se trató de unode los toques de campana más emocionantes vividos en estas fechas.
🇪🇸 #ATENCION | ¡Una campana que sonó con el alma! En el Hospital Regional de Málaga, un niño con cáncer fue quien dio inicio a la Semana Santa. Un gesto que nos recuerda el poder de la fe.#semanasanta25#viralpost#childcancer#videoviral#viralspic.twitter.com/AEt9ksnniK
— ElPirobo_TM (@ElPirobo_TM) April 17, 2025
Estas actividades forman parte del trabajo constante de los voluntarios, cuyo objetivo es mantener viva la ilusión de los menores en tratamiento durante una época especialmente significativa para la sociedad andaluza. Llevar la tradición cofrade al entorno hospitalario supone un respiro emocional tanto para los pacientes como para sus familias.
Este tipo de iniciativas muestran cómo la Semana Santa de Málaga trasciende los templos y las calles, adaptándose a contextos donde la fe, la cultura y el consuelo cobran una nueva dimensión. El niño, convertido en improvisado capataz por un día, personificó la resistencia frente a la enfermedad en un acto de profunda carga simbólica.