Una escultura de un samurai chino con más de 400 años que pesa 800 kilos da la bienvenida a toda persona que no puede evitar asomar la cabeza en esta nave de Chiclana. Un simple vistazo es suficiente para notar que en este espacio reposan objetos de lo más curioso. Un machete alemán de la Segunda Guerra Mundial, candelabros que iluminaban un palacio italiano en otra época, una fotografía de cuando Paquirri hizo la mili... o una caja registradora de National de 1910 con un peso de 200 kilos, su modelo más grande.
La idea de reunir todas estas reliquias es de Francisco Javier Jiménez Gil, jerezano de 62 años, afincado en Chiclana desde hace 40, que abrió en 2020 Cazatesoros. Cada mañana le encanta acercarse a esta nave de 250 metros cuadrados que alberga más de 7.000 artículos de toda clase. “Me motiva entrar aquí y ver todo esto”, dice junto a una bicicleta de los años 60, de esas en las que los carteros de Correos repartían la correspondencia antaño. “No le falta ni un detalle, con sus forjas y todo”, dice admirándola.
A unos metros, se encuentra una figura china de bronce, la más antigua de todas y más al fondo, cámaras, radios y proyectores con solera. Francisco Javier, al que llaman Paco, es comercial de toda la vida en el sector del congelado y trabaja con mayoristas y grandes cadenas, pero su pasión nada tiene que ver con la comida. “Este es mi hobby desde hace 40 años”, confiesa rodeado de objetos con muchas historias que contar.
El jerezano se adentró en este mundo a raíz de los viajes dentro y fuera de España que realizaba. En cada sitio que visitaba, buscaba anticuarios y mercadillos donde rebuscar. “Las antigüedades siempre me han gustado”, comenta a lavozdelsur.es. Por eso, en pleno confinamiento, hace tres años, cuando todo el mundo estaba paralizado, decidió montar su propio negocio.
Alquiló esta nave y se puso manos a la obra. “En mi casa tenía muchas cosas, tengo una bodeguita tipo tasca y había muchas cosas que traje”, recuerda Paco, que también llevo varios coches antiguos. Cuando los vehículos se vendieron, llenó todo el espacio de cientos de objetos que son el sueño para los nostálgicos.
A la iniciativa la bautizó como Cazatesoros en homenaje a un programa de la televisión americana con el mismo nombre al que está enganchado. Le encanta ver cómo los protagonistas buscan reliquias por todos los rincones y hallan cosas de otros tiempos.
“Te vas metiendo en el mundo y al final esto es un vicio, no es un mal vicio, pero si te gusta, pica mucho”, comenta mientras recorre los pasillos. Paco tiene todos los artículos perfectamente ordenados por secciones para facilitar la visita a los potenciales clientes. Así, la nave está repleta de rincones temáticos formados por objetos “muy exclusivos” y algunos “muy antiguos”.
Al rincón náutico se suma el rincón del bronce, el de la cerámica, el de la costura, el de Franco, el religioso, el de las máquinas de escribir, el africano, el equino, el taurino, el maya o el bodeguero. A Paco se le nota el ramalazo de su tierra, Jerez, cuando muestra artículos de bodegas, botas, una figura de bronce de la Real Escuela Ecuestre hecha por Soriano o un cuadro de Lola Flores firmado por la misma Faraona y su hermana Carmen.
Otros de los rincones en los que se detiene son el del cenicero, con más de cien modelos, o el del peluquero, con máquinas de afeitar. “Aquí hay más de 200 cuadros y también tengo el rincón del Quijote, soy un enamorado”, explica Paco, que aclara que “esto no es una tienda de antigüedades al uso” porque “aquí hay de todo”.
Cada antigüedad que le llama la atención, si puede, la compra y la añade a este enorme anticuario en el que perderse una mañana cualquiera. Muchas personas entran buscando regalos u objetos para decorar sus casas, mientras que otras, son coleccionistas o curas que ojean el arte sacro del rincón religioso. “Al final esto es una tienda de caprichos, aquí no hay nada necesario. Hace años, la gente tiraba las cosas antiguas, pero desde hace unos 30 para acá, las recuperan”, sostiene.
Paco se detiene frente al rincón de las planchas, donde muchas personas sienten nostalgia al ver estos artículos tan comunes en las casas de las abuelas. Después, enseña algunas gorras y cascos militares ubicados junto a un espacio dedicado a Franco. “Del tito Paco hay muchas cosas, hay gente a la que le gusta”, añade.
Más cerca de la entrada se divisa una bastonera con bastones. Al jerezano le gustan especialmente estos accesorios que colecciona gracias a su padre. “Mi padre tenía uno y antes de morir me lo dio a mí. Tengo cuatro bastoneras en mi casa”, cuenta señalando una zona con más modelos. “Aquí tengo los más curiosos, los más bonitos y señoriales, y allí unos 100 más normales”, dice.
El jerezano continúa desentrañando las tripas de la nave desde donde busca darle una segunda vida a las piezas. Hay un jarrón chino de bronce y piedra jade donde se guardaban los bienes más preciados, discos de Country o figuras y cuadros de Elvis Presley auténticos que trajo de Estados Unidos.
Todos los objetos proceden de casas antiguas o de los lugares a los que este cazatesoros viaja, como Túnez, Ecuador o Marruecos. “También traigo artículos de Portugal, tengo un listado de mercadillos a los que ir y allí hay muchas antigüedades. Cada vez que voy, alguna cosa me traigo”, dice al mismo tiempo que se acerca a las estanterías.
Una bomba de aceite que se utilizaba cuando este actual bien de lujo se vendía a granel, un salero de madera con más de 200 años “sin tornillos”, un magnetofón de los años 50 o una pieza de imprenta de Chicago. Si todos hablaran, tendrían más de mil historias que contar. Siete mil, en realidad. Por eso, como él dice, “esto es para venir a mirarlo con tranquilidad”.
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