En la Carretera de La Barrosa, a escasos dos kilómetros de la playa que lleva el mismo nombre, en Chiclana, se esconde un oasis donde se respira paz, tranquilidad, relajación y naturaleza: lo que era una salina abandonada, ahora es una propuesta gastronómica y de experiencias puesta en marcha y echada a rodar por dos jóvenes hermanas chiclaneras, Isabel y Ángeles Chozas, de 31 y 29 años respectivamente, a partir de la idea de su padre.
El estero y la tajería dan la bienvenida al visitante, junto a sus habitantes: aves locales que han vuelto a su hogar, ahora que está recuperado.
Spa salino, masajes, visitas guiadas, fauna local, despesques, un centro de interpretación (en la antigua casa salinera) y un espacio gastronómico: todo eso es la Salina Santa Teresa, que lleva poco más de un año en funcionamiento, desde el 6 de junio de 2023, día de su inauguración.
Como muchas aventuras vitales, este espacio nació después del covid. "Este proyecto surge al final de la motivación de mi padre, de crear algo gastronómico para que lo gestionase mi hermana, pero quería emplazarlo aquí, porque a él le gusta mucho y conoce todo lo que rodea a las salinas. Solía venir aquí con sus abuelos", explica Ángeles.
En un principio, Isabel iba a dirigir el proyecto en solitario, ya que estudió Gastronomía y Artes Culinarias en el Basque Culinary Center, en San Sebastián. Finalmente, se ha convertido en una propuesta conjunta de las dos hermanas: Isabel como gerente y directora de la cocina del espacio gastronómico El Estero, y Ángeles al frente de la comunicación, la parte comercial, el personal y las reservas. "Yo me encargo de que venga la gente", expresa, entre risas. Actualmente, tienen un equipo de unas 20 personas, entre el personal del spa salino, la oficina, los camareros y cocineros, y un acuicultor.
La nueva vida de la Salina Santa Teresa fue tomando forma progresivamente. "Cuando vi esto, me llevé las manos a la cabeza. Estaba abandonadísimo, con la mitad de la casa antigua en el fango", recuerda, "pero mi padre lo veía claro".
La salina era entonces "una escombrera", según rememora Ángeles: "Aquí hemos venido con novios, con primos, a sacar palos de los esteros. Estaban llenos de palos, porque aquí lo que había antes eran furtivos. Esto era tierra de nadie. Hemos sacado carros de bebé, un bidé, ruedas de coche...".
Prácticamente todo lo hicieron entre cinco personas durante un año, según explica. Lo primero fue arreglar las compuertas: "No había flujo de agua por eso. Los muros estaban comidos por las mareas; no podíamos andar ni cinco minutos sin encontrar un agujero. Sacamos con maquinaria todo ese fango y con eso rellenamos los agujeros. Con eso creamos un camino y una compuerta gracias a la cual ya entraba agua sana. En el momento en que entró agua 'buena' y peces, las plantas de alrededor empezaron a florecer y llegaron las aves que se alimentan de limo, de plantas y de los pescados. Ahí, ya lo teníamos todo. En el momento que terminamos la obra, llegaron espátulas, chorlitejos, charrancitos..."..
Una labor casi titánica para recuperar un espacio que llevaba 30 años abandonado, y cuyas 21 hectáreas han vuelto a ser hábitat para estas especies.
El spa salino, el gran atractivo de Santa Teresa
Desde que el padre de Ángeles e Isabel vislumbró las posibilidades de la Salina Santa Teresa, hasta lo que hoy es, las hermanas han vivido un largo camino. "De creer que esto iba a ser un espacio gastronómico, nos encontramos con que estábamos en un complejo. El primer verano lo vivimos con mucha incertidumbre, y de pronto, empezó a venir mucha gente y casi no sabíamos cómo gestionarlo. Por ejemplo, una mujer me llamó al poco de abrir para preguntar si teníamos bonos regalos, y le dije que no. A la tercera que me preguntó si los teníamos, le dije que sí. Fui a la imprenta a imprimir los bonos, abrí un Excel para llevar la cuenta, y hasta ahora", explica.
Esta anécdota que relata Ángeles es un ejemplo del aprendizaje progresivo que han vivido las jóvenes. Lo mismo sucedió con los masajes relajantes que ofrecen, que también surgió de forma orgánica, a raíz de preguntas y peticiones de los propios clientes. Hoy en día, es uno de los servicios de más éxito, junto con la talasoterapia que ofrecen, con los baños de fango y, por supuesto, el spa salino, que es una de sus grandes atracciones, con opción de tomar un baño de media hora a 11 euros o de una hora a 21 euros.
La propia Ángeles lo ha probado poco, porque el último año ha sido una locura para ellas; pero cuando lo ha hecho, habla de la experiencia como si fuera una clienta más. Tanto ella como Isabel viven jornadas maratonianas para que su proyecto se convierta en un referente, ya no solo en Chiclana, sino en toda la provincia de Cádiz. Pero a veces tienen hueco para tomarse un respiro: "Contarlo es una cosa, y vivirlo es otra. Porque entre el agua caliente, el olor peculiar, que estás metido, te tocas la espalda y tienes una costra de sal en la piel con la que te vas exfoliando... Y al fango, muchos clientes lo llaman 'risoterapia', porque es que te partes de risa. Y, por supuesto, el entorno, el respirar, ver las gaviotas, las espátulas...". Los rostros de dos de los clientes que toman el baño de fango en el momento en que lavozdelsur.es visita el espacio dan fe de ello.
La Salina Santa Teresa ofrece así una experiencia completa en un entorno incomparable: el o la visitante puede tomar el baño de sal, probar la talasoterapia, bañarse en la playa de marisma (que durante este verano es gratuita), darse un masaje relajante y terminar la velada con una cena, a veces, amenizada por los conciertos que también organizan.
Otra de las actividades que proponen son las visitas guiadas, a cargo de la propia Ángeles y de una compañera del equipo. En ellas, explican el origen de la salina, cómo nació el proyecto, y las características del entorno: los pescados, las aves, las antiguas artes de pesca... Así lo explica la menor de las hermanas: "Las visitas guiadas son un punto muy importante, porque quien las hace, es otro cliente por completo: se sienta a cenar o se da el baño de sal jugando en otra liga, conociendo el proyecto en profundidad". La programación se complementa con talleres de yoga, meditación, pintura... que organizan de forma periódica.
El Estero: un espacio gastronómico tradicional con una pizca de vanguardia
La recuperación de las salinas (buena parte de ellas abandonadas) de la Bahía de Cádiz ha sido una tendencia creciente en los últimos años. El auge de los proyectos sostenibles y del consumo local han contribuido a este fenómeno.
En el caso de la Salina Santa Teresa, el espacio gastronómico, denominado El Estero, se concibió como el centro del proyecto, debido al amplio bagaje gastronómico de Isabel. Los pescados, como no podía ser de otra manera, son una parte central en su carta. En su mayoría, proceden de su propio estero, y cuando eso no es posible, lo compran a proveedores que crían el pescado igual que ellos, "con las mismas artes de pesca y misma crianza natural".
Vinculados al espacio gastronómico están también los despesques, que realizan de forma periódica, acompañado de una visita guiada explicativa previa y de un cóctel posterior en el que se hace un pescado a la sapina. El próximo será a mediados de octubre.
En la carta de El Estero, que en verano (dependiendo del día) puede ofrecer comidas y cenas a entre 50 y 130 comensales aproximadamente, destacan los pescados de estero y los arroces, y tienen un plato 'estrella': la ensaladilla de gambas y bogavante. "La expresión 'espacio gastronómico' puede asustar, pero aquí la cocina es tradicional, con un 'toquecito' de vanguardia", explica Ángeles. Además de la amplia oferta de pescados y productos del mar, también ofrecen carne e incluso cuentan con una carta vegana.
A pesar de ofrecer todas estas actividades y experiencias, el acceso, al ser un espacio público, es libre y gratuito. Relata Ángeles que tuvieron que poner un cartel a la entrada indicándolo expresamente. "Es un espacio público, porque es una concesión administrativa. Aquí puede entrar quien quiera y pasear. Es cierto que, si se meten por un carril determinado, podríamos vetarles la entrada, porque es un camino interno que ya no le corresponde. Pero no lo hago, al revés. Nos gusta que pasen y lo conozcan", señala. Sí hay algunas zonas cerradas: las que son ZEPA (Zonas de Especial Protección para las Aves).
El proyecto de estas dos hermanas aúna sostenibilidad, historia y artes de pesca locales, naturaleza, relajación, gastronomía y una experiencia completa para todos los sentidos.