A las afueras de Vejer, donde el aire del Atlántico se mezcla con el aroma a romero, se esconde un refugio poco convencional para el desarrollo personal. En un enclave donde sentir la naturaleza, rodeados de un bosque de acebuches y cerca de la playa, Anais Beranger combina su formación en coaching con una herramienta singular: la sabiduría equina. "Los caballos son espejos sin filtro", explica esta francesa afincada en Andalucía.


Beranger aclara desde el principio: "No doy consejos ni opiniones. Mi trabajo consiste en hacer preguntas poderosas que ayuden a la persona a encontrar sus propias respuestas". Con formación en coaching ontológico y una larga trayectoria en recursos humanos en Barcelona y Zúrich, esta profesional descubrió el potencial terapéutico de los equinos casi por casualidad. "Los caballos perciben nuestras incongruencias antes incluso de que nosotros las identifiquemos", asegura.
En las sesiones, que pueden ser individuales o grupales, los animales nunca son montados. "Trabajamos con ellos en libertad, en una pista circular", describe Beranger. El proceso comienza con una pregunta clave: ¿Qué quieres trabajar hoy? Mientras la persona reflexiona, los caballos reaccionan a su lenguaje corporal y estado emocional. "Si alguien dice tener problemas para poner límites y el caballo se aleja, inmediatamente surge la conexión: '¡Es justo lo que me pasa con la gente!'".
De los despachos al campo
La trayectoria de Beranger es tan singular como su método. Tras 15 años en departamentos de recursos humanos de multinacionales, dio un giro radical. "La pandemia me pilló aquí, cuidando caballos. Mientras muchos sufrían el confinamiento, yo redescubría mi conexión con la naturaleza". Hoy compagina su consultoría empresarial a distancia con estas sesiones vivenciales donde ejecutivos aprenden sobre liderazgo y particulares trabajan su autoestima.
Uno de los formatos más demandados es el "mindfulness equino". "Los caballos son maestros de presencia plena", explica Beranger. Las sesiones incluyen ejercicios sensoriales -tacto, olfato, sonidos- y meditaciones guiadas. "No es lo mismo practicar mindfulness en una sala que hacerlo acompañado por estos animales que viven permanentemente en el aquí y ahora".

Resultados que sorprenden
Los clientes suelen coincidir en dos aspectos: la precisión con que los caballos reflejan sus conflictos internos y la profunda paz que experimentan tras las sesiones. "Personas que llegaron con miedo terminan abrazando a estos gigantes sensibles", comenta Beranger mientras observa cómo una ejecutiva recién llegada de Madrid pierde gradualmente la rigidez en sus hombros al interactuar con las yeguas.
Arión representa esa rara conjunción donde lo corporativo y lo espiritual encuentran un lenguaje común. "No somos un centro de equitación ni una terapia alternativa", aclara Beranger.