La crisis del sector primario, en particular de la agricultura, es una crisis ya longeva. Antes, los agricultores miraban al cielo, y esperaba que las deidades no se acordaran de ellos. Ahora, miran en su móvil, y calculan si les saldrá a cuenta el año. Antes de la crisis sanitaria, la agricultura se echó a las carreteras para cortarlas, para reclamar. Aquel ciclo de protestas se paralizó, aunque el sector es uno de esos que saldrá probablemente perjudicado por la crisis económica y sanitaria. Pero ante la continua y lógica derrota de que cueste coger el kilo de fruta o verdura más de lo que el mercado quiere pagar, hay algunos que han tenido la posibilidad de cambiar el juego. En concreto, muchos productores de cítricos al Norte del Campo de Gibraltar, en tierras que colindan con Los Alcornocales, entre San Pablo de Buceite, pedanía de Jimena, y San Martín del Tesorillo.
Uno de esos antiguos productores es Pepe Díaz. Llegó al sector hace unos 35 años, por la familia de su mujer, aunque él era delineante y estaba de joven en el sector de la construcción. Comenzó con pequeñas fincas en San Pablo. "La familia de mi mujer venía de Almuñecar. A muchos de allí les habían dado fincas de cinco o seis hectáreas". Fueron campos sobre todo de cítricos. Los herederos de aquellos agricultores migrados fueron abandonado el campo. Mientras ellos vendían en los últimos años, Díaz acondicionaba, mejoraba. Aún tiene una parte de su parcela con limones, naranjas y mandarinas. Pero ahora el rey es el aguacate.
Asaja calcula que hay unas 800 hectáreas dedicadas a este cultivo en la provincia. De ellas, 21 pertenecen a Díaz, con la salvedad de una porción que aún dedica a las naranjas. Enfilados con la belleza de las simetrías. "En la carretera que va de aquí a San Martín del Tesorillo, se ven muchos campos de naranjas que no se han recogido. El aguacate tiene mejores precios, más interesantes, es más rentable. Si la naranja te cuesta 7 cogerla y te la pagan a 5, pues estás perdiendo dinero. El kilo de aguacate se paga a 2 o 3 euros sobre camión. El rugoso, porque el liso, que para mi gusto tiene el mismo sabor, el mismo comer, aunque a la gente le gusta menos, se paga menos".
Aguacates en la finca de Díaz. FOTO: MANU GARCÍA
Hay quien llama al aguacate el oro verde. El maná. Como una especie de El Dorado escondido entre carreteras secundarias de poblaciones poco transitadas en una provincia de amplios núcleos de población y de llegada de turistas. Es interior, el Campo de Gibraltar más desconocido. Despoblado, en parte, porque "la gente se suele ir a la Costa a trabajar en la construcción, sobre todo la gente joven, y no hay mucha mano de obra", cuenta Díaz .
Curro, un perro juguetón de ojos azules, juega con un palo durante la entrevista y moja a todos con la cola. Lo agarra mientras caminamos por los campos. El oro verde, a lo más, tiene una presencia bonita como árbol, pero a la vista apenas se intuye el fruto de lejos. La clave del aterrizaje del aguacate a la provincia es la tecnología, que es capaz de convertir terrenos adaptando las condiciones del clima. Procedente de México, el aguacate lleva mal, sobre todo, el frio intenso y húmedo. “Necesita mucha inversión. Hay quien no la tiene y está arrendando sus campos por 25 años o 30. Necesitas liquidez o hipotecar la finca”.
FOTO: MANU GARCÍA
Además del riego a goteo, cada árbol necesita el sistema antiheladas. Cuando detecta que la temperatura está rondando los cero grado, se activa y genera una fina capa de agua sobre el árbol. El sistema antiheladas, paradójicamente, consiste en producirla, con agua suficiente para que se forme hielo. “El hielo tiene un efecto, y es que genera frío hacia fuera, pero en la transformación del agua en hielo el árbol mantiene el calor hacia dentro. Y el deshielo, al contrario, genera calor hacia fuera, y se enfría el propio árbol. Pero el sistema consiste en echarle agua para evitarlo”. Física, agricultura, tecnología.”El aguacate, cuando detecta la helada, se defiende expulsando el fruto. Con este sistema, mantiene ese calor”. Y para temperaturas extremas de 35, 38, 40 grados, también tiene respuesta. “Cuidado, que va a saltar”, dice mientras estamos junto a la arboleda al mediodía. “A mí me pone en el móvil 36 grados”.
El aguacate, así, llegó cuando tenía que llegar. Antes habría sido más difícil. Es industria. Los campos de Díaz cuentan con mallas sobre la tierra para ahorrar agua, para mantener de forma parcelada la humedad en el interior de la tierra. Para mantenerla más viva. Y, lo mejor que tiene, es que no es una moda. Si antes el aguacate era solo para hacer guacamole y consumirlo sobre todo en hostelería, desde hace unos años no es así. De hecho, se ha seguido comprando durante el confinamiento. “Esto no es una moda. Le gusta mucho a los jóvenes. Mis nietos lo toman para desayunar. A mí para la tostada no me gusta tanto, pero a ellos sí”. Ha llegado para quedarse. “Todos los días salen artículos de que el aguacate es bueno, para el colesterol, por ejemplo. Tiene muchas propiedades cualitativas”.
Díaz explica que está jubilado, aunque lleva tiempo bregando con aguacates. “Hace 15 años entré en el ecológico, que aunque era fundador de una cooperativa aquí, me di de baja y me asocié con una cooperativa de Almería que sí lo tiene. Yo ya puse aguacates de cortaviento de la finca cuando esto no lo conocía nadie. La gente pensaba que era una fruta, un postre, pero no lo es, es una verdura”. La modernización del campo podría permitir que se ampliara el número de hectáreas. “Están intentando plantarlo en Sevilla, pero sobre todo en Almería, Motril, Almuñecar, La Axarquía y los campos de cítricos en Huelva. El problema es la inversión”. El oro verde quizás no sea oro porque no se guarda en Suiza. Pero, no lo olvidemos, llega al consumidor a casi un euro la pieza. Y aunque muchas de las grandes superficies aún lo importan, ha llegado para quedarse. Ni el frío ni el calor podrán con el aguacate andaluz. La tecnología lo ha permitido.
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