“Cuando nos portábamos mal en casa, mi padre nos ponía a quitar con cúter los vales de descuentos de las lejías”. Es uno de los tantísimos recuerdos que Paloma Morales recuerda de José Roque Morales Vega, su progenitor, en este 19 de marzo, Día del padre. Era el dueño de la histórica droguería Roque, ubicada entre en las calles Ganado y Nevería de El Puerto. Ella es la tercera generación que mantiene vivo este negocio al que los portuenses profesan un cariño especial. No por ser la única que queda en su especie sino por el trato que siempre ha ofrecido la familia a su clientela fiel.
Desgraciadamente, Paloma está un miércoles cualquiera en el mostrador de este comercio histórico por culpa del covid. A comienzos de 2021, vio como su abuelo, José Roque Morales, de 92 años, que cogió el traspaso de la droguería en los 50, y su padre, con 57, ingresaron en el hospital.
“Yo estaba estudiando la carrera de Terapia Ocupacional en Cáceres, era el último año, y me eché la manta a la cabeza y decidí que tenía que seguir con el negocio. Yo era la mayor, mi hermana mediana estaba en Melilla y la otra era muy pequeña”, explica a lavozdelsur.es.

La joven estuvo durante un mes compaginando sus estudios con la gestión de la droguería mientras deseaba la pronta recuperación de su padre. “Sergio, el empleado, abría todos los días y yo me levantaba a las tres de la mañana, iba a Cáceres y volvía en el mismo día para dar las clases, las acumulaba, y al día siguiente iba a la droguería”, recuerda.
El 3 de febrero falleció su abuelo y, quince días más tarde, el 18, su padre. La familia sufrió un duro golpe inesperado que también conmocionó a todas esas personas que habían coincidido con ellos en este pequeño comercio de toda la vida.
Con fuerzas, Paloma siguió adelante. Finalizó su carrera y cogió las riendas del negocio. “Había que seguir la tradición familiar”, dice esta portuense, que sabe de lo que habla porque su familia materna también regenta uno, El Refino de los Muertos, en la calle Ricardo Alcón. La mercería que primero fundó su abuela, María del Carmen Fernández, y que continúa su madre, Carmen Carmona.

“A mí no era una cosa que me disgustara, porque la terapia ocupacional, al final, trata mucho con la gente y ayuda. Y en la droguería, igual, ayudamos mucho a la gente con los problemas de la vida diaria”, expresa Paloma.
Además, para ella, esta tienda no es nueva. Junto a sus hermanas ha crecido entre productos de limpieza y de lavado de ropa. Y son muchísimas las veces que ha ayudado a su padre cuando el empleado estaba de vacaciones o en plena pandemia, antes de que él se contagiara. “Era un negocio de primera necesidad y yo iba a echar una mano”, comenta.

Ya lleva cuatro años al frente de la droguería a la que la clientela sigue yendo con mucho gusto. “Los clientes, en cierto modo, te agradecen que sigamos allí. Es muy bonito. A mí la verdad que me gusta muchísimo. Me siento muy agradecida. Ellos te agradecen que sigamos allí al pie del cañón”, señala Paloma, que espera estar muchos años más vendiendo remedios para los problemas domésticos como lo hicieron su abuelo y su padre.
La última droguería de El Puerto
José Roque Morales estuvo más de 70 años en este negocio que lleva su nombre. Antes de fallecer, se sentaba en una silla de la esquina y observaba a su hijo Roque atendiendo desde el mostrador. Ambos fallecieron el mismo mes y por la misma causa, dejando un legado imborrable de la historia del comercio portuense.

La familia Morales empezó en esta droguería en 1951. Por entonces, se situaba en la mitad de la calle Ganado y se llamaba La Inglesa, “porque el anterior dueño, que ya llevaba 20 años, estaba casado con una llanita”. Así lo contaba Roque hijo a este medio. Cuando hizo el traspaso, Roque padre mantuvo el nombre original pero, con el tiempo, todos empezaron a llamarlo Roque y se le quedó.
Fue en los años 50 cuando se decantó por la droguería cuando finalizó el servicio militar y, en lugar de volver al banco donde había trabajado seis años, le llamó la atención el negocio que se traspasaba.

Al cabo del tiempo, en los ochenta, la droguería se instaló en la esquina de la calle Nevería, su ubicación actual, y Roque hijo, con 18 años, se introdujo en el negocio. Pero antes de comenzar como empleado ya ayudaba a su padre con las fórmulas de ámbito doméstico que ideaba. Al igual que lo haría su hija años más tarde.
El negocio ha calado en el centro portuense, de eso no cabe duda. El Centro Municipal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de El Puerto les concedió un diploma como establecimiento tradicional. Placa que también obtuvieron en 2008. Larga vida a este lugar que soluciona la humedad, las manchas y hasta las hormigas.