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“El tiempo va sobre el sueño, hundido hasta los cabellos”. La leyenda del tiempo de Camarón de la Isla suena en una nueva escuela de baile flamenco en El Puerto. Varias mujeres elevan sus brazos al cielo y mueven sus manos con gracia frente a un espejo. Entre ellas, Diana Andrades García dirige el calentamiento, “importantísimo” antes de arrancarse por bulerías. El taconeo hace vibrar este pequeño espacio que la bailaora portuense, de 31 años, inauguró con ilusión el 29 de agosto en la calle Diego Niño. La jerezana Angelita Gómez fue su madrina en ese día especial que, por supuesto, David Calleja, el concejal de Fiestas, no quiso perderse. Ni tampoco sus seres queridos, que la apoyan incondicionalmente en su emprendimiento.
“Esto es un sueño del que siempre he hablado con mis padres y con mi marido. Un sueño cumplido”, dice la portuense, que lleva con la idea en mente desde hace muchos años. El flamenco se le metió en el cuerpo desde que era una niña y, desde entonces, su vida se ha desarrollado encima de tablaos. Con 5 años empezó a apuntar maneras. “Mi familia me ponía la radio y yo cogía las faldas. Me veían bailando en casa y me inscribieron en la Academia de Araceli Arias, donde me he llevado muchísimos años aprendiendo”, cuenta Diana a lavozdelsur.es.
Cuando finalizó el bachillerato de Artes Escénicas en el IES Juan Lara de su tierra natal, decidió formarse en el conservatorio profesional de danza Maribel Gallardo en Cádiz. Paralelamente, comenzó una FP de Estética Integral y Bienestar. “Mis padres no paraban de decirme que me preparara otra cosa, que nunca se sabe, que si tenía un accidente no me podía dedicar a esto y me metí ahí, que estaba justo detrás del conservatorio. Por la mañana estudiaba, y por la tarde, bailaba”, recuerda.
Estuvo seis años, disfrutando, empapándose de los palos flamencos y de los pasos hasta que en 2018, antes de que acabase los seis años de formación, recibió una llamada que dio un vuelco a su rutina. Le propusieron realizar una gira por Estados Unidos con la compañía del coreógrafo gaditano Eduardo Guerrero. Una oferta que aceptó encantada. “Ha sido la mayor experiencia que yo he tenido hasta ahora en mi vida”, expresa Diana, que estuvo todo un verano preparándose antes de cruzar el charco.
En el continente, aprendió del maestro y de sus compañeros y se dio cuenta de que el flamenco allí “tira mucho más que en España, incluso nos pedían autógrafos y fotos”. “ Aquí estamos tan acostumbrados a nuestra cultura y al flamenco que tampoco lo valoramos tanto”, añade colocándose los tacones.
A su vuelta, estuvo dos años dando clases de flamenco en la academia de baile Bailates incluso durante la pandemia, a través de Facebook. Previamente, ya había asomado la cabeza en el mundo de la enseñanza de baile en el club de Las Redes. Cuando todo volvió a la nueva normalidad, llevó sus coreografías al colegio Sagrado Corazón Carmelitas durante tres años, después de haber estudiado otro FP de Educación Infantil. Un tiempo en el que se ha dado a conocer y en el que enganchó al que ahora es su grupo de alumnas.
“Es muy bonito poder compaginar la educación con el flamenco, que es lo que más me apasiona del mundo”, dice antes de ponerse la falda. Poco a poco, la demanda creció y no había más huecos en el día para poner clases, así que se planteó poner en marcha su propia academia. Aunque encontrar un local no ha sido fácil, ella tenía claro que quería continuar y poder vivir de su pasión.
"El flamenco es matemáticas"
“Mi marido y yo hemos estado casi dos años buscando, todo era muy caro y no me podía ir lejos del casco histórico porque el 90% de mis alumnas viven aquí y podía quedarme sin ellas”, comparte la portuense, que también fue madre hace dos años. Finalmente localizaron este espacio, esquina con la calle Chanca que llevan reformando desde mayo.
El fruto de su esfuerzo es esta escuela por la que apostó gracias a contar con un grupo de alumnas que ya habían empezado con ella en otros sitios. “No me arriesgaba a abrir sin nadie. Cuando vi que había gente contenta conmigo y que me seguía, me lancé”, explica.
En la escuela bailan flamenco niñas desde los tres años y mujeres de todas las edades, la más veterana tiene 84. Sobre este suelo aprenden distintos palos, sin embargo, las bulerías son las más demandadas. Según cuenta Diana, “se ha puesto de moda, cuando es el palo más difícil que hay en el flamenco”. Para ella, “hay que entender el compás, hay que entender al cantaor, tú no puedes bailar una bulería si no te hartas de escuchar una bulería. Requiere muchísimo tiempo”.
Aun así, niñas y mujeres se atreven con este palo que, cuando suena en la feria, saca a bailar a aquellas que ya lo conocen. La portuense también enseña tangos o alegrías de Cádiz y soleá por bulerías. “Son los palos que más me caracterizan, el primero porque somos alegres y el segundo porque tiene mucho temperamento”, explica Diana, que ya está pensando en actuaciones para el Día del Flamenco, villancicos para la Navidad o tanguillos para el Carnaval. A lo largo del año, va cambiando para mantener activas a sus alumnas.
Ella puede montar todos los palos que le pidan, y si no lo conoce, lo estudia. Durante la entrevista habla de marcajes, palmas y compás. De concentrarse y de saber escucharse a una misma. “El flamenco es matemáticas, tengo que saber cuándo tengo que meter los pasos y cuándo salir”, dice volviendo a elevar sus brazos. Sus alumnas repiten sus movimientos mientras sigue sonando Camarón. “Nadie puede abrir semillas en el corazón del sueño”.
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