Comienza en Cádiz la mayor exhumación de bebés supuestamente robados durante el franquismo y los años 80. El Ayuntamiento sufraga estos trabajos que se prolongarán durante un año y buscan los restos de 46 pequeños que sus padres nunca pudieron ver muertos.
En el Cementerio de Cádiz hoy se habla en presente. El presente más inmediato después de un pasado de soledad, dolor y de lucha. El de las madres, padres, hermanas, hermanos de los bebés robados, que grabarán en su mente este viernes 20 de octubre de 2017 como el primer día en el que la verdad sobre sus niños puede salir a la luz. Un presente histórico porque histórico es lo que ha ocurrido en el camposanto de San José.
Azada en mano, el arqueólogo Jorge Cepillo y otros técnicos, han empezado a escarbar la tierra bajo la que un día dijeron que estaban enterrados estos pequeños que no pudieron sobrevivir pero cuyos padres nunca pudieron ver muertos. Allí buscan los restos de 46 bebés en 44 féretros en la que es la mayor exhumación apoyada por una administración pública. El concejal de Memoria Democrática y presidente de Cemabasa, Martín Vila, quiso acompañar a las familias en este primer día de exhumaciones y explicar cómo el Ayuntamiento de Cádiz ha cumplido con su propósito de “dar una respuesta a las familias” y “recuperar la verdad, la justicia y la reparación”. Una intervención que se prolongará durante doce meses, con una subvención de 50.000 euros y que “supone una novedad en Andalucía y probablemente en el país”, teniendo en cuenta que se va a realizar en un cementerio que está cerrado, tal como apuntó Chary Herrera, la presidenta de SOS Bebés Robados, que reconocía el “nerviosismo” y casi “la incredulidad”. “Hasta que no veamos el hoyo abierto casi que no nos lo vamos a creer”.
La mayoría de los casos están prescritos y los familiares esperan que las exhumaciones permitan demostrar que no hay restos óseos de recién nacidos
Su lucha por demostrar que sus pequeños fueron arrancados a sus familias, se cuenta por años. Por eso, “estamos muy orgullosos de que podamos abrir camino”. Para la cabeza visible de este movimiento, las exhumaciones pueden ser la prueba definitiva para que se reabran los casos, en su mayoría archivados, por falta de indicios o por prescripción penal. Sólo hay dos, de los años 1983 y 1984, que ahora mismo están abiertos y que están a punto de correr la misma suerte. “Por eso es tan importante empezar ya”. “Los casos están prescritos porque aquí creen que no se han robado niños. Estamos deseando ver las cajas vacías porque sería una forma de demostrar que sí”.
Como en la que supuestamente descansa Isidro o Luisa, un bebé que Toñi Alcina, su hermana, busca. Él o ella tendría hoy 34 años y su familia tiene claro que está vivo o viva con otra familia. Toñi tenía nueve años cuando esperaba en su casa a que su madre llegara con una hermanita. “Luisa la íbamos a llamar porque el ginecólogo durante el embarazo le dijo que era niña”. Pero cuando nació, “le dijeron que era niño”. Poco más supieron de Isidro, el nombre que tenían elegido por si resultaba ser un varón.
“Les prohibieron ver al niño y le dijeron primero que había fallecido a las tres horas y media de nacer, cuando otro documento aseguraba que el niño estaba macerado (muerto en el vientre materno)”. A ella, con la ayuda de las vecinas, le tocó desmontar la cuna, el baño y guardar la ropa del bebé. “Lo recuerdo perfectamente y desde entonces tengo un trauma”. Así que no es de extrañar que “hoy esté feliz, esté triste y no sé lo que quiero”, confesaba. Ella y su hermano acudieron al Cementerio en representación de la familia porque “mis padres están destrozados. No hacía falta llegar hasta a esto pero bueno… ya estamos aquí ”.
Chari Castro busca a su hija, Ana Mari, que hoy tendría 41 años y Toñi Alcina a su hermano, Isidro, de 34 años
La intervención es harto complicada porque los restos que se buscan ni están en nichos ni en fosas comunes sino en sepulturas de 60 centímetros de ancho y tres o cuatro metros de profundidad. En esas arquetas iban inhumando los cadáveres unos encima de otros: catorce en el caso de los adultos o hasta treinta o cuarenta para los bebés, tal como explica el arqueólogo municipal José María Gener. El libro de enterramientos del Cementerio tiene registradas estas inhumaciones pero, además de excavar, el equipo técnico tiene que localizar a una persona entre los restos óseos de casi cuarenta. Por eso, aplican un estudio probabilístico para reducir el registro a cinco o tres restos sobre los que practicar las pruebas de ADN.
Las familias también contarán con Ana Arazo, psicóloga. Durante el año que se prolonguen los trabajos de exhumación, les acompañará. Allí, en el Cementerio para que aprendan a gestionar sus emociones y fuera, con grupos de ayuda mutua en el que irán compartiendo experiencias, y con entrevistas personales que permitirán a los familiares esa “ventilación emocional y esa descarga de tensión que necesitan”.
Como Chari que aún no se cree lo que está pasando. “Siempre tuve dudas pero pensé que estaba sola, que era la única a la que le había pasado esto hasta que conocí a Chary” y descubrió que como el suyo, había casos de bebés supuestamente robados repartidos por toda la provincia. Ayudada por Ana, después de haber sufrido un ataque de ansiedad al pisar el Cementerio, Chari recupera el aliento y emocionada aún recuerda. Pero recuerda en presente. Ana Mari, su hija, ha cumplido el pasado 16 de octubre, 41 años. “Estoy segura que está viva”. La tuvo en el año 1976, cuando contaba con 22 años. “Yo era primeriza y el embarazo fue bien. Cuando llegué me durmieron y al despertar vi a mi hija sobre una mesita, estaba bien, con buen color”. Ya luego, ocurrió como en muchas otras ocasiones. “Le dijeron a mi marido que la niña estaba muy mal y no le dejaron ni a él ni a mi madre entrar a verla. Sólo que volviera al día siguiente a las diez de la mañana. Cuando fue, ya no estaba”. Y nunca más. Su ingreso en el hospital, su parto, los informes de su hija…nada quedó. “Yo siempre tuve dudas y pedí mi historial. Salieron papeles de cuando tuve una diarrea a los 14 años, de un aborto, del parto de mis hijos pero de ella, como si no hubiera ocurrido”. Pero fue a pocos metros de ese cementerio, en el Hospital Puerta del Mar, que para ellas sigue siendo la Residencia de Zamacola, donde perdieron a sus bebés.