Cuentan los que dicen saber que la televisión ya no se ve. O no como antes. Ahora compite de forma simultánea, en riguroso directo, con otras pantallas que le han brotado de la palma de la mano al ser humano.
Afirman los expertos de estas cuestiones y de otras, una legión, que el consumo audiovisual ha cambiado y ya para siempre. Sobre todo en los más jóvenes pero, progresivamente, en todos, poco a poco, cuando los de menos años acumulen edad.
Ahora se ve la televisión en los huecos en los que no se mira el teléfono móvil, o viceversa, pero casi nunca por separado. Cabe pensar, entonces, que la televisión ha perdido fuerza, influjo, poder.
Ya no es aquel aparato hipnótico que aislaba y atontaba, que mataba conversaciones y fraccionaba familias por habitaciones. Ahora hay otro cacharro que realiza esas mismas funciones, idénticas. Luego vendrá otro. A ver si va a ser que a la humanidad le gusta aislarse, atontarse y fraccionarse por cualquier vía.
Como será el cambio, a velocidad cósmica, que los nostálgicos (casi tan numerosos como los empantallados tengan o no edad para echar de menos) incluso añoran "ver la televisión en familia", compartir esos ratos de expectación máxima ante cualquier juego elevado a la categoría de evento por la caprichosa curiosidad de millones de personas a la vez.
Los recientes acontecimientos deportivos (Eurocopa y Juegos Olímpicos) han vuelto a recordar la capacidad de la televisión en directo para provocar emociones y reunir multitudes. La música fue expulsada de ese medio y se buscó otras vías. El cine siempre las tuvo.
Ya no son protagonistas las series, seriales o culebrones. Las plataformas de internet se quedaron con ese formato. Prometían maravillosas ventajas: poder verlas cuando el usuario quiera y librarle de la molesta publicidad.
Una vez captada y capturada la clientela, las series más esperadas se ofrecen por goteo, un capítulo a la semana, y han vuelto las interrupciones de "los anuncios". Eso sí, ahora todos pasan por taquilla (HBO es el acrónimo en Inglés de taquilla en casa, no había engaño) y antes era gratis.
Los concursos, como el deporte, parecen resistir en la televisión de formato convencional. Aún mantienen capacidad de convocatoria, aún son patrimonio de la emisión convencional aunque los reality ya están en disputa con el streaming (difusión a través de plataformas informáticas).
El reciente caso de Grand Prix (La 1 de Televisión Española) y Olvera, uno de los municipios más bellos de la Sierra de Cádiz y España, capital del turismo rural español en 2021, es el ejemplo de que la televisión conserva algo de poder mágico sobre las cabezas del personal.
"No te digo que esto sea como cuando el Un, dos, tres o aquello de Ismael, el chaval de Cádiz en Gran Hermano que paralizó a media España, con casi toda la provincia pendiente, no es tanto, ni mucho menos pero sí se reúne mucha gente en las pantallas gigantes, hay alegría".
"Claro, los tiempos han cambiado a la carrera y la juventud está en otras cosas pero sí que tiene tirón, algunos bares y las plazas donde se queda para verlo son una fiesta" asegura José Manuel Velasco, vecino con años suficientes para recordar precedentes televisivos en la coqueta terraza de una cafetería olvereña.
"Cada vez hay más cosas que te llaman la atención y es difícil pero sí que hay bastante expectación, es bonito. Los días que echan el programa, también cuando sabíamos que viajaban para grabar, cuando vinieron para hacer el vídeo de anuncio.. Sí que la gente lo comenta", afirma Remedios Estévez, su pareja.
"Hombre, algo de ilusión hace, es un juego bastante inocente, como los de las ferias antiguamente, algo que puedes ver con los niños. Siempre gusta escuchar hablar de tu pueblo cuando sabes que lo ve tanta gente", añade.
Al elemento promocional se añade algo parecido a la competición deportiva. Los programas miden a unos pueblos con otros en pruebas de habilidad o resistencia.
"Nosotros no hemos ido pero su primo, Jesús, sí que ha estado. Al final, los que concursan son los más preparados, y preparadas porque hay bastantes mujeres. Al final es como si fuera deporte. No puede ir cualquiera", aclara la mitad femenina de una pareja de veinteañeros preguntada en la inmensa cuesta central que baja desde el precioso casco antiguo hasta la zona más urbana y habitada.
Todos los que hablan dicen haber visto "en su casa" los programas emitidos pero saben de grandes reuniones en algunas plazas. "Sobre todo en el primer programa, había mucha ilusión y así seguimos", relata Ramón Moreno.
Dan por seguro que se reproducirán en la próxima, o próximas, citas. Sonríen al ver las fotos de otros pueblos con plazas llenas de niños y concursantes ataviados con las camisetas del Grand Prix mientras veían algunos de los programas emitidos.
Tanta expectación hubo que el pueblo se mosqueó y mucho cuando la emisión de un programa fue aplazada para retransmitir en directo la llegada de la selección española de fútbol a Madrid tras el triunfo en Berlín, el pasado 14 de julio. "Es que no hay derecho", insiste una vecina desde su despacho de pan aunque haya pasado mes y medio de aquel agravio.
"Todo se grabó hace seis o siete semanas, no es cuestión de fastidiar ahora el misterio por diez días que faltan"
Hay expectación, y mucha, pero no hay que confundirla con un escándalo local con cada emisión. Cuando se le pregunta a una vecina, Rosario, por los banderines de colores que cuelgan por las calles, enfría las ilusiones del forastero.
"No, no, eso no es por el Grand Prix. Los pusieron por el Día del Orgullo y ya lo dejaron porque después venía la feria y ahora hay algo de música y cocina, creo, pero no es por lo de la tele".
Ya no habrá más aplazamientos ni chascos y puede que la decoración urbana no tenga que ver con el programa pero expectativas hay. Este lunes, 2 de septiembre, Olvera se mide a Tauste (Zaragoza) por un puesto en la gran final.
Los gaditanos llevan dos puntos de ventaja y estarán apadrinados por el cantante Blas Cantó. Los aragoneses, por La Terremoto de Alcorcón. Desde este viernes, ya se conoce al otro finalista. Es el municipio mallorquín de Binissalem que le ganó por cinco puntos (24-19) a San Adrián (Navarra).
En el bar que preside la plaza del Ayuntamiento, dos parroquianos toman su vino del aperitivo y se ríen sin parar de las preguntas de los visitantes curiosos: "Pues claro que sabemos quién gana el lunes, si lo grabaron hace no sé cuántas semanas".
"No nos dejan decir nada, no puedo decir si gana Olvera pero yo que tú le veía", se carcajea Antonio. A su lado, en la barra, solos y con la terraza llena de turistas, hacen gala del orgullo local que cantara Radio Futura.
"No podemos decir nada, estaría feo pero Olvera es mucho Olvera. Ni catalanes, ni vascos", añade Manuel sin saber que no hay concursantes de esas procedencias entre los cuatro pueblos en la liza final.
La alcaldesa, Remedios Palma (PSOE), ha participado en la ilusión y el proceso del concurso desde el principio, cuando acompañó al equipo a Madrid para grabar la primera participación el 24 de mayo.
Más por cortesía y formalidad que por secretismo, elude hablar de la evolución de Olvera en el juego. Ni siquiera entra en las insinuaciones sobre si hay que estar más o menos atentos a la televisión este lunes.
Por pura seriedad no quiere romper la magia dando a entender cualquier resultado, aunque todo el pueblo lo conoce. Remite con cierto apuro a Marina Toledo, concejala de Comercio y Cultura que también guarda silencio.
Nadie quiere meter la pata ni ser aguafiestas. Menos aún, tan cerca de la final que, con o sin Olvera, se celebra el próximo viernes, 6 de septiembre, en cuestión de unas horas.
Si todo el pueblo ha guardado el secreto del resultado final (con bastantes fugas y fisuras, sin mucho éxito) durante seis semanas, cuando se realizó la última grabación, "no es cuestión de fastidiarlo ahora por diez días que faltan", resume Antonio con una risa constante que le delata.
Como en todo juego, en toda fiesta, hay discrepantes, personas que prefieren no participar, que no están interesadas o tienen otros asuntos que atender. "Menos concursos de televisión y más terminar la obra de la plaza del Ayuntamiento, que iba a ser de seis meses y ya lleva 16", se queja Juan, el dueño del único bar del estratégico enclave.
"Nos han dejado sin aparcamiento alrededor. Primero con la obra de Calzada y, luego, con la de la plaza. Mira, mira, todavía le queda. Esto es una ruina" dice desde la barra del bar La Plaza señalando al acceso por la calle Calzada, en plena reforma para mejorar el acceso de la parte histórica (iglesia de la Encarnación y cementerio histórico en la zona más elevada) con la más habitada.
"A mí me da igual cómo hayan quedado, tenemos que estar pendientes de otras cosas en este pueblo", remata el hostelero enfadado.
"Bueno, bueno, sí, la obra se ha atrasado pero estos muchachos preguntan por lo de la televisión. Que nadie se lo pierda que van a pasar cosas", insisten los dos parroquianos muertos de risa, dándose brazo con brazo, como aquellos dos ocupantes del palco de Los Teleñecos.
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