La propuesta de la Comisión Europea de prohibir la pesca de la sardina, junto con las restricciones sobre las capturas de boquerones y jureles, ponen en jaque a una localidad que tiene en la pesca su mayor activo económico.
Las mañanas son frías en el puerto de La Albufera. La temperaturas no llegan a los grados negativos, pero la humedad de la mar cala los huesos, a pesar de la ropa que se lleve puesta. Un café hirviendo hace entrar en calor a Rafael en la Taberna del Chechu. Con sabor a añejo, el líquido se va incrustado en el estómago de alguien que no se embarca, se dedica a mantener a punto las artes que emplean los marineros que ejercen en la Bahía barbateña, el Golfo de Cádiz o Marruecos. Rafael Miranda es remendador. A él no le afecta directamente la restricción de la cuota de la sardina, los jureles o los boquerones, pero sí de forma indirecta. Él, al igual que otros tantos que en estos días merodean por el puerto, no sabe de biología, ni de factores económicos. Él se fía de los marineros que sobre el terreno, o mejor dicho, sobre la mar, faenan. Le cuentan que eso de que no haya sardinas o estén en extinción es incierto, que basta con que las aguas se remuevan con los temporales para que nuevamente los cerqueros decidan calar la red.
Frente a él, como un lobo de mar que se resiste a abandonar su barco, Francisco Reyes, un jubilado que con sus agrietadas manos desgrana una vida en la mar. “Los biólogos dicen que no hay sardinas”, expresa mientras apura su vaso de café, “pero yo te llevo al sitio y cojo más de 500 cajas”. Lejos de la fanfarronería que se le presupone siempre a las gentes de la mar, en los ojos del anciano se percibe que sí, que es verdad lo que dice. No obstante, lo argumenta esgrimiendo que “cogen muestras en días concretos, pero la mar cambia de una día para otro”. Es lo mismo que sostiene Miranda, que según escucha de los que se embarcan, “las sardinas tienen cola, llegan, nadan y también se van”.
Y he aquí como sin quererlo, sobre una mesa de madera con arañazos de fichas de dominó y con el barniz roído por la humedad, trazan una estrategia geopolítica, donde el territorio juega un papel importante. “Nosotros tenemos una línea recta que va del Cabo Trafalgar a la Punta Camarinal, pero hay una ensenada donde no se puede pescar, porque la línea no es paralela a la costa sino de punta a punta”, narra Juan, trabajador en el puerto, mientras señala con sus manos la forma del trazado. Acompaña la conversación Francisco Reyes, antiguo patrón que cuenta que “hay barcos en Mazagón que calan a menos de 30 brazas de la costa, sin embargo aquí hay que alejarse a tres millas para poder pescar”. “Hay sardinas muy hermosas, de las grandes, en la Bahía no la dejan pescar, pero pasando el Estrecho sí ¿cómo se explica eso?”, se pregunta Rafael.
Por el otro lado, por la costa malagueña tampoco hay restricción alguna y comenta con cierta ironía “es que a ellos no se les puede quitar los espetos”. Reyes se queja porque en el Mediterráneo “les dan 5.000 kilos diarios, porque están allí los chiringuitos y a Málaga no le ponen tope, no tiene sentido que aquí sí”. Se trata de otra especie de sardinas, siendo las de la zona de Barbate las conocidas como las sardinas ibéricas. Miranda entiende que las sardinas pequeñas, las parruchitas, no se puedan vender, “pero las buenas que son de paso no entiendo cómo no se pueden vender” y se pregunta “¿qué hacemos cuando llegue febrero?”
Y entre líneas, manos e ironía, llega la parte más crítica sobre otra de los sectores principales de la localidad, la almadraba. “¿Por qué la almadraba sí puede pescar en esa ensenada y los barcos no?”, comenta Reyes, “es una ley que se sacan del bolsillo a nivel político y no hay más que hablar”, le responde irónicamente Miranda. Históricamente la almadraba (conocida además como Almadraba Ensenada de Barbate) pesca dentro de la línea citada, pero, según cuentan los marineros “de toda la vida los barcos han pescado también, pero ahora está prohibido”. Al parecer, según cuentan, de alguna forma se hacía la vista gorda para poder pescar en este lugar, pero desde un tiempo la Junta de Andalucía ha colocado una radio baliza para dar la voz de alarma en caso de cruzar la línea imaginaria. “Los biólogos son gente preparadas y que han estudiado, hay que creerlos, pero en zona, que esto no es el Golfo de Cádiz”, comentan refiriéndose al posible error que cometen “este es otro mundo distinto, de plancton, de mareas de todo…”. Concluyendo la animada conversación con una afirmación rotunda de uno de los marineros que desde la barra escucha: “la Bahía de Barbate es otro mundo”.
Se acercan más marineros a la taberna, pero no son muchos los que quieren hablar del tema, ante la presencia de alguien no habitual en la zona, como es el caso de un periodista. No tienen mucho conocimiento de una manifestación que se ha organizado desde la Mesa Local de Pesca y algunos, incluso, se atreven a decir que “eso es para nada”. Coincidencia o no, de los allí presentes, estaban más candentes otras noticias que no tenían nada que ver con la pesca, que el problema que les atañe a día de hoy.
Lejos de la taberna, en su despacho, el actual patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Barbate, Alfonso Reyes, comenta con otras palabras el problema, pero que viene a tener el mismo significado que las conversaciones citadas anteriormente. “Estamos a la espera de las negociones que se van a cerrar el día 4, para que tengamos un futuro mejor en las pesquería”, comenta mientras enumera las restricciones en las cuotas que la propuesta de la Comisión Europea sostiene: 43% cuotas del boquerón, 41% de jurel y 0% para la sardina ibérica. “Esto es inviable, esto significa cargarse la flota, así no hay quien salga a la mar”, se lamenta Reyes, “además no solo afecta al sector pesquero, sino también a todos los que viven indirectamente de esto”. “Nos están matando a pellizcos, hoy nos quitan las sardinas y mañana será el jurel”, mostrando su más absoluto rechazo a la política que se está siguiendo con este asunto. Por otro lado, también lamenta el patrón de los marineros la cantidad de inspecciones a las que se ven sometidos los barcos, “tenemos en Cádiz el mayor número de inspecciones de toda España”.
Las restricciones afectan a la flota de toda la provincia que faene en el Golfo de Cádiz, pero la peculiaridad con Barbate es que los barcos “están más preparados y son más costosos”. Actualmente, en Barbate hay 21 barcos de cerco y jareta, 22 de pesca artesanal (artes menores), dos de arrastre y cuatro que se dedican al palangre. En total, la Cofradía de Pescadores tiene censados medio centenar de barcos, muy lejos de los más de 400 que en había en los años 60. Por ello, lamenta Reyes que este asunto no es nuevo, llueve sobre mojado, “se ve venir la muerte del sector”.
“En los años 70 llegamos a ser el esplendor y ahora, tras las políticas que se han ido llevando a cabo estamos ya casi en extinción”, ya que no se trata solo de un tema puramente medioambiental, sino también político. “Los científicos dicen que las pesquerías se están agotando, pero los informes no son reales, se hacen cuando no hay pescado”, aportando su puesto de vista como conocedor de la zona sostiene que “el pescado tiene cola –una expresión muy empleada- y hoy está aquí y mañana en Portugal”. La propuesta es que se hagan hasta cuatro análisis al año o más periódica para saber realmente el volumen de la biomasa, “si haces un informe al año te encuentras que no hay pescado porque se han ido a la costa a desovar”.
Barbate no se ha quedado paralizado tras el recorte anunciado, de hecho tanto Alfonso Reyes, como el alcalde de Barbate, así como otros representantes del sector, estuvieron presentes en una reunión con el secretario general de Pesca para tratar el asunto. La petición fue la de la revisión de esas reducciones pero, según cuenta a lavozdelsur.es el delegado de la Presidencia, Javier Rodríguez, el propio secretario mostró su malestar por una manifestación que se había anunciado para este domingo 3 de diciembre por “estar todavía negociando”.
De este modo, el martes se celebraba una Junta Local de Pesca donde cambiaron la manifestación por concentración en la plaza del Ayuntamiento. En este sentido se leerá un comunicado ante la incertidumbre que ha generado en el sector el posible cierre de la pesquería de la sardina por un periodo de más de diez años, así como la reducción propuesta a las capturas. La decisión de la Junta Local de Pesca ha sido consensuada con el sector pesquero, marineros y armadores, así como con todos los grupos políticos con representación en el hemiciclo municipal. Aunque bien es cierto que no todos han visto con bueno ojos esta marcha atrás en la protesta, entendiéndose como un modo de "mostrar debilidad del sector y perder músculo negociador".
La prohibición de la pesca de la sardina no es algo nuevo. Con una flota mermada, hartos de batallar y faenar, ahora se encuentran los barcos con una nueva restricción de la cuota, en pleno paro biológico. Si bien cada día se enfrentan a una lucha a merced del tiempo, capeando temporales, cada equis años, deben hacerlo también con los temporales que vienen de Marruecos y, como en este caso, desde Bruselas.