Acostumbrada a salir en prensa por noticias sobre drogas, tiroteos o reyertas, los vecinos de este barrio de El Puerto afirman que solo una pequeña parte de sus habitantes crean problemas.
Reyertas, tiroteos, droga… Escribir en el buscador Google “Barriada de los Milagros y El Puerto de Santa María” es sinónimo de noticias decadentes sobre la que dicen es una de las barriadas más peligrosas de la provincia de Cádiz. Tristemente acostumbrada a salir en las páginas de sucesos de los periódicos, lavozdelsur.es quiere conocer si realmente esta barriada se merece ese calificativo o se debe más a la mala fama.
Son las once de la mañana en la calle Virgen de Las Nieves. Un grupo de jóvenes escucha música proveniente del potente equipo de un coche. A unos metros, el encargado de un kiosko de chucherías baldea los alrededores con una manguera para quitar el olor a “meado”. Entre esta calle y la de Nuestra Señora del Rosario, doce bloques, la mayoría con muy mal aspecto, al menos desde el exterior. El blanco radiante que debieron lucir cuando se levantaron ha desaparecido, dejando manchas negras de humedad, grietas y pintadas en sus bajos. Las aceras están bastante sucias. Se ven además multitud de manchas en el suelo y más ropa colgada de tendederos que papeleras y árboles que den algo de alegría al entorno.
La primera impresión, visto lo visto, es que Los Milagros está bastante abandonado por el Ayuntamiento portuense. Luego está el problema del paro. Si en la provincia es un denominador común, en barriadas dejadas de la mano de Dios por las administraciones, mucho más, como es el caso. Aquí la gente en edad de trabajar se busca la vida de lo que puede o le deja. Luego están los que han ido creando mala fama a este enclave, que viven del trapicheo de droga. Pero son una minoría, nos cuenta Rosana Cavero, boliviana afincada en el barrio desde hace nueve años y que actualmente ostenta la presidencia de la asociación de vecinos. Reconoce que Los Milagros es humilde, pero “rica en personas”. Aquí, apunta, hay una gran interculturalidad —ecuatorianos, colombianos, marroquíes...— y explica que la mayoría de sus vecinos son ya jubilados, personas mayores que apenas salen a la calle, muchos de ellos porque no disfrutan de un ascensor que les alivie la pesada carga que suponen las escaleras de sus bloques. Y luego están los “otros”.Los “otros” son ese crepúsculo que han ido dándole mala fama a Los Milagros, personas que no se ha sabido adaptar o, más bien, no han querido adaptarse. Familias de fuera de El Puerto y de la provincia, desahuciados que han ocupado las viviendas que se han quedado vacías, familiares de reclusos de las prisiones portuenses, camellos de tres al cuarto... “El 90 por ciento de Los Milagros son gente buena, pero hay falta de orgullo y desunión. Los políticos tampoco se han preocupado por mantener el barrio”, señala Antonio Puerto, vecino de 58 años que lleva desde los 16 asentado aquí. Cantaor, extorero y hombre para todo, añade que la barriada también “pide respeto” por parte de “la policía y la prensa”. La primera, porque considera que convierte en “espectáculo” cada operación que realiza en la barriada “dando a entender que esto es lo peor de lo peor”. La segunda, porque considera que busca el morbo y “hojas enteras informando mal y de cosas que no son ciertas”. Y concluye. “Nuestro barrio está enclavado en un sitio privilegiado, cerca del centro. Y queremos que sea digno. No vamos a consentir que lo destruyan como el barrio de José Antonio” —barrio situado a escasos 200 metros que hoy día espera su demolición tras ser pasto del narcotráfico—.
Los Milagros nació hace más de 50 años y en ella se asentaban desde trabajadores de las bodegas a funcionarios de las prisiones ubicadas en la carretera de Rota y en el antiguo penal. “Era una barriada estupenda. Había verbenas, alegría en la calle, concursos de sevillanas…”, rememora Ana María Vallecillo, de 64 años. No fue hasta hace una década cuando, afirma, empezó a degenerarse el barrio merced a los nuevos inquilinos que comenzaron a ocupar las viviendas vacías, aunque Regla Bernal, de 69, apunta también a Suvipuerto, la empresa municipal de la vivienda de El Puerto, como causante de que algunos “indeseables” se asentaran aquí. “Suvipuerto debería haber controlado mejor a quién metía aquí”.Lo realmente cierto es que actualmente hay un problema de convivencia entre “payos” y “gitanos”, señala Rosana. Desde la asociación de vecinos han intentado realizar actividades conjuntas, pero ninguna ha fructificado. Solo los niños de ambas etnias no muestran ningún tipo de problema a la hora de relacionarse entre ellos, apunta. Por lo demás, la asociación bastante hace con los medios que tiene. “Nos mantenemos gracias a los voluntarios. Ya hemos pedido al Ayuntamiento que haya aquí una integradora social permanentemente, porque el día a día es difícil, teniendo en cuenta que los voluntarios trabajamos y tenemos que buscarnos la vida”. Meriendas, tertulias, talleres de risoterapia o manualidades son algunas de las actividades que se desarrollan en la asociación.
La última vez que Los Milagros salió en la prensa, y de nuevo para algo negativo, fue a mediados del pasado mes de julio. Una pelea entre familias acabó en una reyerta que desplazó a numerosos dispositivos policiales no solo de El Puerto, también de Jerez. Sin embargo, aquí señalan que hechos así son puntuales. “Mira, yo llevo aquí 56 años y jamás me han sacado una navaja. En cambio a mi hijo, en el centro de El Puerto, sí que se la han sacado”, señala María, una vecina de la barriada que dice haber criado en Los Milagros “a tres hijos sin haber tenido ni un problema”. Igual opina Poli, otro vecino que regenta un pequeño ultramarinos en el barrio. “Aquí se vive muy tranquilo, lo que pasa es que en otras barriadas pasan cosas, pero eso no vende, solo lo que ocurre aquí”. Eso sí, reconoce que “llevamos cuatro o cinco años algo peor” y apunta a la poca implicación de los vecinos a la hora de pelear por su barrio. “Cuando llegó la primera a vender droga en un bloque nadie se metió, se callaron y miraron a otro lado”.
Nos vamos de Los Milagros con la sensación de que solo necesita más implicación de las administraciones, mayor sentimiento de barrio por parte de sus habitantes y sobre todo el esfuerzo de todos por intentar echar de allí a las cuatro ovejas negras que le dan mala fama.
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