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Los Peluza, tres generaciones de artesanos del cuero que miman a los caballos de todo el mundo

Pedro Jiménez continúa el negocio de guarnicionería que fundó su abuelo José en Alcalá de los Gazules, pueblo al que se dirigen jinetes de distintos países para vestir a sus equinos

El guarnicionero Pedro Jiménez en el taller del negocio que fundó su abuelo José en Alcalá de los Gazules.
El guarnicionero Pedro Jiménez en el taller del negocio que fundó su abuelo José en Alcalá de los Gazules. MANU GARCÍA
13 de marzo de 2023 a las 19:03h

Ya está acostumbrado a ese fuerte olor que golpea las fosas nasales de toda persona que entra en su local. Pedro Jiménez, de 33 años, pertenece a una saga familiar inmune al aroma del cuero. Su abuelo, su padre y ahora él llevan por bandera el oficio de la guarnicionería, artesanía con larga tradición en Alcalá de los Gazules, su pueblo natal.

“Mucha gente no sabe lo que es, me preguntan si hago guarniciones para la carne”, bromea la tercera generación de esta familia que extendió este trabajo. “Empezó mi abuelo, y después salieron las demás, ahora mismo hay seis o siete guarnicionerías y somos unos 5.000 habitantes, eso es una concentración bastante alta”, comenta el alcalíno que asegura que su labor quizás se desconozca en otros rincones, pero no en su municipio.

Pedro continúa con el legado de la talabartería, el arte de fabricar artículos de cuero para abastecer al mundo de la equitación y otros como cinturones, zapatos o bolsos. En un principio dedicado más a los burros y mulos y, actualmente, a la montería de los caballos. La guarnicionería de los Jiménez es la más antigua de Alcalá, a sus espaldas lleva una historia de más de 80 años que se inició de la mano de José Jiménez, conocido como el Peluza.

Herramientas y materiales en el taller de Pedro.
Herramientas y materiales en el taller de Pedro. MANU GARCÍA
Este alcalíno aprendió el oficio desde muy joven junto al guarnicionero Manuel Castillo . “Mi abuelo pertenecía a una familia de arrieros del campo, puede que empezara a coser allí, y durante la mili también lo hacía”, recuerda Pedro rodeado de monturas y correas. Cuando cogió soltura, se instaló en una especie de garaje de la posada que regentaba y, desde entonces, se ganó un nombre en el sector.

"Mi abuelo tenía mucha vitalidad"

José llegó a tener tres locales, el último, ubicado a la entrada del pueblo, en los que ofrecía artículos a los jinetes. A su lado se encontraba su hijo Pedro, que se empapó de toda su sabiduría desde muy pequeño hasta que le dio el relevo tras su repentino fallecimiento. “Mi abuelo estuvo hasta los 92 años trabajando. Tenía mucha fuerza y vitalidad, siempre ha sido muy echado para delante. Ha estado con las botas puestas hasta el último momento”, expresa su nieto entre cabezales y pechos petrales.

Pedro estuvo al pie del cañón hasta que se jubiló hace dos años, instante en el que Pedro, su hijo, tomó las riendas para mantener el negocio familiar. A su espalda cuelga una antigua fotografía en la que se observa a su padre y a su abuelo juntos en un taller. “Ahí mi padre tendría unos veintipocos años”, dice señalando su rostro.

El guarnicionero fabrica de forma artesanal una montura.
El guarnicionero fabrica de forma artesanal una montura.  MANU GARCÍA

Él ha crecido con ellos y también se ha impregnado de sus conocimientos desde muy pequeño. “Siempre me ha llamado la atención y he tenido interés en aprenderlo. Recuerdo estar aquí con ocho años cogiendo mis primeras herramientas”, cuenta a lavozdelsur.es. adentrándose en el local. Una pasión que comparte con su hermana mayor, Cristina Jiménez, guarnicionera que fabrica algunos artículos por su cuenta y con la que pasa horas en el taller. 

Si su mente no le falla, los primeros objetos que cosió fueron monturas pequeñas para llaveros y correas de espuela. Desde entonces, por sus manos han pasado cientos de materiales. “Lo hacemos todo completamente desde cero”, señala el alcalaíno que apuesta por el trabajo artesanal por encima de la maquinaria. “Soy más partidario de hacerlo así por la terminación que se le da, porque ningún trabajo queda exactamente igual, y por ese toque de exclusividad”, comenta junto a una montura que ha tardado unas dos semanas en finalizar.

Pedro junto a la montura fabricada por su padre hace 30 años.
Pedro junto a la montura fabricada por su padre hace 30 años.   MANU GARCÍA

Los pedidos más demandados son las monturas, hechas con cuero procedente de la zona de Alicante, que presentan una “alta calidad” y, cada vez, son más personalizadas. Según explica Pedro, son muchos los clientes que desean grabar las iniciales del equino u otros adornos. “Me gusta hacerlo lo más personal posible, en un esfuerzo que se hace a gusto, para que ellos también lo estén”, expresa el guarnicionero que suele dar una vuelta de tuerca a los diseños.

Todos los accesorios acaban en diferentes partes del mundo, no solo en Sevilla o Castellón sino también en el norte de Italia, en Suecia, en Francia o incluso en Estados Unidos. Sus trabajos atraviesan fronteras.

El alcalaíno se detiene frente a una montura realizada por su padre hace 30 años para un cliente de Tarifa que, tres décadas después la ha llevado al negocio para su restauración. Esta vez, será él quien se ponga manos a la obra. “Es un armazón completamente natural, con pellejo de toro bravo”, dice.

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Patricia Merello

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